
A sus 60 años, Gaby Rivadeneyra es una mujer fuerte, sonriente y con un corazón enorme. Hace una década levantó, con mucho esfuerzo, su Librería Bazar Gaby en Carabayllo, que tras la pandemia también se convirtió en bodega. Desde entonces, atiende a sus vecinos con cariño y ese olfato natural para los negocios. Pero detrás de su sonrisa hay una historia de lucha que conmueve.
“En 2001 estuve en el incendio de Mesa Redonda porque vendía productos eléctricos. Me sacaron desmayada. Lo perdí todo, pero Dios me dio otra oportunidad y no la desaproveché”, recuerda. Aquel momento marcó su vida, pero también la impulsó a empezar de nuevo. Comenzó desde cero: trabajó en limpieza, cuidó a personas y, poco a poco, reunió lo necesario para abrir su tienda.
Empezó vendiendo útiles escolares, adornos y artículos de bazar. Sin embargo, con la llegada de la pandemia decidió ampliar su oferta. “Los vecinos me pedían abarrotes, así que comencé a stockear mi tienda. Atendía a reja cerrada, como hasta ahora. La Asociación de Bodegueros del Perú me dio un salvoconducto para poder salir a comprar con tranquilidad”, recuerda.
Hoy no solo ofrece abarrotes, golosinas y bebidas, sino también regalos personalizados, cosméticos, perfumes, carteras, ropa de cama y hasta ollas. “Mi tienda es chiquita, pero bien surtida. Si el cliente quiere algo y no hay, me las ingenio para conseguirlo”, dice con orgullo.
Gracias a su negocio, ha podido sacar adelante sola a sus cinco hijos. “Una ya es abogada, otro estudia en SENATI. Todo ha sido con este negocio. Estoy orgullosa de lo que he logrado. Mi mayor satisfacción es ver a mis hijos realizados. Definitivamente, el que no arriesga no gana”, afirma.
¿Su secreto? Buena atención, orden, limpieza y engreír a sus clientes estrella: los niños. “Los trato como si fueran mis propios nietos”, indica doña Gaby, con una sonrisa que refleja todo lo que ha construido con amor y coraje.










