
Muchos tutores se sorprenden cuando, tras acariciar con cariño a su gato, este responde con un mordisco inesperado.
Aunque puede parecer contradictorio, este comportamiento es común y tiene explicación.
Los gatos son animales muy sensibles al tacto y al estado de ánimo, y su tolerancia al contacto físico es diferente a la de los perros.
Lo que comienza como una sesión de caricias placenteras puede volverse incómoda si se prolonga más de lo que el gato desea.

Al no poder hablar, su forma de comunicarlo es mediante señales sutiles: movimientos de cola, orejas hacia atrás o tensión corporal.
Si estas señales son ignoradas, el mordisco se convierte en una forma directa de decir ‘basta’.
También puede ser una manera de liberar energía contenida o simplemente una respuesta instintiva al exceso de estimulación.
No es un acto de agresión ni de rechazo, sino una forma natural de expresión felina.










