
Rosa, de 75 años, madre de una hija, quien vive en Brasil, conocía a sus nietas de 3 y 5 años solo por Internet. Un día, al verla triste, le pregunté por qué no viajaba a conocerlas.
Me dijo que no tenía con quién dejar a Tadeo, que ya estaba anciano, y no se fiaba de nadie. Repregunté quién es Tadeo y me respondió: “Es mi perro que me acompaña 14 años”.
Rosa recién pudo viajar a conocer a sus nietas cuando falleció Tadeo. Una mascota llena el espacio vacío de un hogar y, en el caso de los adultos mayores, aún más, aportan compañía, ternura, y demandan responsabilidad, rol que toman muy en serio.

La mascota es un miembro de la familia, a quien hay que cuidar, vacunar, bañar, alimentar, querer y velar por su salud. Recomiendo a las personas adultas mayores, si está dentro de sus posibilidades, que tengan una mascota, que podría ser un perro, un gato o un canario, pues no solo le alegrarán su hogar, sino también los mantendrán activos física, mental y socialmente.
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