Los buenos sentimientos, la sensibilidad y la inteligencia de un burro, Platero, son protagonistas de uno de los más queridos libros de la historia de la literatura.
En ‘Platero y yo’, obra del escritor español Juan Ramón Jiménez (1881-1958), se relata cómo el animal juega con los niños y se describe el paso de las estaciones a través de las vivencias del asno con un narrador, su dueño.
“Platero es pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todo de algodón, que no lleva huesos. Solo los espejos de azabache de sus ojos son duros cual dos escarabajos de cristal negro. Lo dejo suelto y se va al prado y acaricia tibiamente, rozándolas apenas, las florecillas rosas, celestes y gualdas... Lo llamo dulcemente: ¿Platero?, y viene a mí con un trotecillo alegre, que parece que se ríe, en no sé qué cascabeleo ideal...”, se lee al inicio de la obra.
Platero es inteligente y se menciona sus consultas con su médico, a quien no llama veterinario porque en el fondo, el burro parece un niño más que un animal. Cuando está cansado, su amo baja de su lomo para aliviarlo. Y es que Platero es confidente y amigo, tanto así que el narrador cree que sueñan lo mismo.
“A ti Platero, que vivirás siempre, poco te importa irte. Pero ¿Y yo, Platero?”, exclama su amo, dolido ante el fallecimiento del burro, al que espera encontrar cuando le toque también morir.
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