Quién no ha escuchado la frase: ‘Oye flaco, apégate que todavía hay espacio’. Es muy común oírla en los cobradores del transporte urbano de nuestra ciudad.
Con eso, ellos intentan decirnos que nos juntemos y estrechemos nuestras distancias para que suban más personas (y claro, viajemos como sardinas).
El Diccionario de la Real Academia Española (RAE) señala apegar como mayormente en desuso, salvo algún caso dialectal.
Es frecuente, en un registro vulgar o coloquial, añadir uno o varios fonemas al principio de una palabra. Por eso se registran casos como ajuntar, abalear, aserruchar.
De cualquier manera, el uso más extendido y estándar de apegar es el de cobrar apego, o sea, ‘afición o inclinación hacia alguien o algo’. Que no es el caso de la frase anterior.
Ejemplos del verbo apegar:
* El hijo es más apegado a la madre, y la hija al padre.
* Ella está muy apegada a su novio.
* No hay que apegarse demasiado a los juegos de play station.
‘Apegarse’ aparece en el Diccionario de Americanismos (2010) como forma espontánea en Chile, Paraguay y Uruguay con el significado de ‘aproximar alguien o algo a otras personas, cosas o lugares’.
Sin embargo, la Fundación del Español Urgente (Fundéu) alerta que la palabra apegar con el significado de arrimar una cosa a otra ya está en desuso, es decir, usarla así ahora no es correcto.
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Usar la palabra ‘pegado’ en ejemplos como: ‘Esos autos están muy pegados’, tiene una gran diferencia con ‘apegado’. ‘Pegado’ expresa una cercanía física o espacial, no emocional, como ‘apegado’.
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