En nuestro cuerpo tenemos dos tipos de órganos, los pares y los únicos. Hoy nos concentraremos en aquellos que tenemos por duplicado, como pulmones, riñones, ovarios y testículos. ¿A qué se debe esta duplicidad?
La estructura del cuerpo humano es el resultado de millones de años de evolución, un proceso que establece soluciones para satisfacer las necesidades de los organismos y hacer que sobrevivan generación tras generación.
Si falla uno de los órganos, todavía tendremos a su gemelo, que puede asumir buena parte de la actividad que realizaba el otro.
En primer lugar tenemos a los pulmones. Son dos, grandes, esponjosos, ligeros y esenciales para la respiración, que se ubican en la cavidad torácica.
Un ser vivo puede estar largo tiempo sin comer, dormir o tomar agua, pero no puede dejar de respirar.
Los riñones son órganos excretores, situados en la parte posterior del abdomen. Tienen aproximadamente el tamaño de un puño cerrado y están uno a cada lado de la columna vertebral.
Filtran la sangre del aparato circulatorio y eliminan los desechos mediante la orina.
Ovarios y testículos
Los ovarios son las glándulas sexuales femeninas. La mujer tiene dos ovarios del tamaño y forma de una almendra, situados a ambos lados del útero.
En tanto, los testículos son los órganos sexuales masculinos, que producen espermatozoides y la hormona testosterona. Ambos se hallan en el escroto, un saco debajo del pene.
Ojos y oídos
Al igual que tenemos dos ojos, tenemos dos oídos con los que se logra ampliar el alcance de la audición. Con ellos, localizamos de dónde vienen los sonidos y a qué distancia están.
Los ojos también son importantes. Al ser dos, nos ayudan a tener una visión más amplia y panorámica de nuestro entorno.
Hay otro órgano vital que, aunque no está duplicado, tiene una cierta capacidad de regeneración: el hígado. Es impensable prescindir de él, pero se le puede quitar una buena porción.
Perder un órgano par o nacer directamente solo con uno no impide que podamos seguir viviendo. Sin embargo, nuestra calidad de vida se resiente porque el que nos queda tiene que trabajar el doble.
Por ejemplo, si nos quitan un riñón, el otro se hipertrofia, es decir, crece para poder afrontar todo el trabajo que se le viene encima
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