
La vida de Mirian (40) está marcada por el dolor y la resiliencia. Hace tres años, su hermana falleció, dejando la bodega que había logrado levantar con mucho esfuerzo. Con la herida a cuestas, y tras meditar los cambios que implicaba, decidió asumir el reto de liderar este negocio que nació de una idea y se consolidó con trabajo.
Lo primero que hizo fue mudarse con su familia a la casa de su madre para involucrarse de lleno en la tienda que se fundó hace diez años en San Juan de Miraflores. Este era el reto que más temor le generaba, pero una vez que se ubicó detrás del mostrador, se dio cuenta de que los desafíos se volverían parte de su día a día.
“Tuve que aprender dónde comprar los productos y estar muy atenta para que no me entreguen algo distinto a lo solicitado”, recuerda.
Su jornada de trabajo frente a la bodega empieza a las 8:00 a. m. y termina a la medianoche, pero los fines de semana se extiende hasta las 4:00 a. m. Precisamente, este amplio horario de atención le ha permitido captar nuevos clientes y consolidar a los que ya tenía.
“Esta es la única tienda que los vecinos encuentran abierta en la noche”, resalta la mujer con visión emprendedora, quien además destaca que su esposo e hijas son un gran respaldo para ella en este camino que poco a poco deja de ser desconocido.

En estos últimos tres años, Mirian no solo ha aprendido a manejar un negocio, sino también a dividir su rol de madre y comerciante, que se torna más complicado en las mañanas. “Cuando no hay clientes, aprovecho para avanzar con el almuerzo o atender a mi hija pequeña”, comenta con la fuerza y dedicación que solo puede tener una mamá.
Su bodega está ubicada frente a un colegio, así que los productos más solicitados son los que se llevan en la lonchera. Identificar esta demanda la ayudó a ser más selectiva con lo que ofrece. De esta forma, demuestra que la fortaleza también se aprende.










