José Luis Cachay tiene 40 años haciendo comedia y afirma que la calle la ha dado todo lo que tiene y fue su mejor escuela. Ahora es una de las figuras de ‘Jirón del humor’, que va todos los sábados a las 10 de la noche por Latina.
“Yo creo que la risa es importante para la sociedad y la gente disfruta del humor que hacemos. Ahora ‘El gran chef: Famosos’ nos deja un buen colchón y ahí estamos todos dándonos la mano para salir adelante”, dijo.
El humor ha cambiado y han tenido que adaptarse a los nuevos tiempos...
Por supuesto. Ha cambiado la tecnología, nosotros también tenemos que cambiar. Ahora Latina apuesta por un humor blanco y siempre tratamos de hacer, de repente. el doble sentido, pero sin llegar a lo grotesco. Lo más importante es que el público está aceptando el humor que estamos haciendo.
Mucha gente no creía en esta propuesta...
En este mundo hay críticas constructivas y destructivas, eso es normal. Pero sí hemos cambiado, estamos haciendo cosas buenas y nuevas.
Para demostrar que el humor que hacen no es del pasado...
En la vida siempre tienes que vivir el presente, tienes que actualizarte. Sabemos que a todos no les gusta el ‘Chino Risas’, Cachay o el ‘Pato’ Ovalle. Nosotros recibimos las críticas y seguimos para delante.
¿Cuántos años en la comicidad?
Vengo haciendo comedia como 40 años.
Eres un cómico nacido en la calle...
Así es. Toda la escuela que tengo es de la calle.
Has pasado por momentos duros...
Como todos, pero en la pandemia que no había trabajo me he ido hasta Puno, con ese frío, a vender chocolate, naranjas, limón, papaya. Ya era un mercado mi camioneta, pero igual monedas son monedas y la gente como me conoce me llamaba para los mercados y no me quejo. La gente tiene un corazón noble, maravilloso. Yo estoy agradecido del público porque gracias ellos estamos en pantalla y seguimos haciendo comedia porque la comedia es eterna.
Tus inicios como cómico ambulante, ¿fueron difíciles?
Antes los cómicos ambulantes éramos perseguidos como delincuentes. Yo conozco todas las comisarías de Lima. Nos llevaban a la comisaría de Alfonso Ugarte y el mayor me daba la llave y me decía: ‘Ya sabes dónde queda tu cuarto, mañana sales a las 8′. El mayor sabía que me botaba y nuevamente me encontraba en la plaza porque de eso vivíamos, de eso le dábamos de comer a nuestra familia.
¿Cuál fue tu primera chamba?
He trabajado desde niño, vendiendo bolsas, lustrando zapatos, de todo. He sido guachimán y después trabajé en una fábrica de fideos de unos chinos, pero la gente es más explotadora. Gracias a Dios aprendí lo que es la calle y la calle me ha dado todo lo que tengo.
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