Emprende Trome | Ser exitoso no es cosa sencilla. Pero cuando te enfrentas a obstáculos de la vida y fuera de tu país, el mérito es mayor. La arquitecta Peggy Palomino Carbonel es una de ellas. Le ganó la batalla al cáncer, a la partida de su padre, a estar lejos de los amigos y con mucho esfuerzo ha forjado una serie de empresas en Estados Unidos que la han convertido en una peruana triunfadora. Peggy vivió en el Rímac, tiene corazón chalaco y vive en Los Ángeles. La salsa corre por sus venas y hace poco representó al Callao en un certamen de belleza de la colonia peruana. Con ustedes, una compatriota que nos dice que nada es imposible cuando persigues tus sueños…
¿Cuánto tiempo llevas viviendo en Estados Unidos?
Ya tengo 18 años, pero como decimos los que salimos al extranjero: ‘El Perú nunca salió de mi corazón’.
¿Cuál fue tu primer trabajo?
Recuerdo que arribé a las 8 de la mañana y a las 4 de la tarde ya estaba limpiando una casa. Al final del día me gané 40 dólares.
¿Con qué cantidad de dinero llegaste?
En el bolsillo solo había 20 dólares que ahorré en dos años. Ya había terminado la universidad, no había plata, pero mis maletas tenían sobrepeso de ilusiones.
¿En qué gastaste tus ‘cachuelos’?
Los ahorré. Lo que gano siempre acumulo y luego invierto. Junté como 1500 dólares en dos meses y me compré un auto de tercera. A los tres meses viviendo por Estados Unidos ya tenía mi licencia.
DE UNA TIENDA A UN SUPERMERCADO
¿Tu primera empresa?
Fue una bodeguita de pisco sour, un local pequeño nomás, duré cerca de tres años. Hasta que fue creciendo, me hice más conocida y mi familia me motivaron a crecer. Mi mente volaba a hacer más cosas.
Hoy eres dueña de un supermercado…
Sí, se llama ‘Pisco Sour Market’ y es uno de los más grandes en Los Ángeles. Tiene un área de casi 3 mil metros cuadrados. Es como un ‘Tottus’ o ‘Metro’ donde aparte de vender piscos, también encuentras productos de Brasil, Argentina, Ecuador, Cuba y otros lugares de Sudamérica.
¿También ofrecen comidas?
Tenemos restaurantes con comida peruana, carnes brasileña, argentina, mexicana. Con mucho esfuerzo lideramos el business.
¿Siempre tuviste visión para los negocios?
Desde muy joven. Cuando estaba en el colegio vendía dulcesitos o para los exámenes llevaba cuadernillos de hojas cuadriculadas y las ofrecía a los que no tenían. Otras veces iba con mi bolsa de chupetines. Siempre me gustó las finanzas, así fueron mis pininos.
¿Qué otras cosas hiciste en Estados Unidos?
Allá había muchas ventas por teléfono y buscaban peruanos, me metí a vender productos naturales y ganaba comisiones. También limpiaba casas y vendía comida.
NI EL CÁNCER PUDO VENCERLA
Pero no todo fue color de rosa, ¿tu momento más difícil?
Cuando tuve cáncer al seno, hace cinco años. En 2009 me diagnosticaron lupus, ya estaba acostumbrada a convivir con eso. En cambio, el tumor sí me asustó mucho. El pelo se me cayó, me hinché, la piel se oscureció, perdí un seno, como mujer estaba físicamente horrible por el coctel de medicinas del tratamiento.
Te volviste más fuerte…
Si puede vencer al cáncer, ahora los problemas me llegan. Me dije: ‘Estoy hecha a prueba de todo, ya nada puede vencerme’. Nada era comparado al cáncer.
¿Otra dificultad que superaste?
El tercer golpe en mi vida (después del lupus y cáncer) fue el fallecimiento de mi padre. Ocurrió al primer año de abrir el super market. Hasta la fecha es un dolor que está ahí, él era mi mano derecha, era el plomero, mecánico, el pintor, me ayudaba en todo.
¿En qué otros negocios has incursionado?
En Perú estudie arquitectura y con mi hermano Christian tenemos una inmobiliaria y vendemos departamentos. Hace poco también me metí al rubro de llevar artistas a Estados Unidos, he traído a Daniela Darcourt, Sabor Perú y en estos días a Los Avilés. De repente haga shows en Lima, estamos cocinando eso.
La clave del éxito es…
No rendirse nunca. Muchas veces el panorama se pone feo por ‘x’ razones, todos tenemos responsabilidades, enfermedades, pero hay que ser tercos.
Eres empresaria, arquitecta, manager… ¿cuál es el límite?
El cielo es el límite como me decía mi papá, pelear por tus sueños hasta quemar el último cartucho.
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