A los 11 años, César Cueva hacía sus propios caramelos. Aprendió a fabricarlos de la mano de su padre, un artesano de golosinas, en Trujillo. Cuando creció, se perfeccionó en diferentes empresas que hacían golosinas en Lima.
Ya con experiencia y una visión innovadora, Cueva abrió su propia tienda, la cual se distingue por mostrar a sus clientes, en vivo y en directo, el proceso de preparación de sus productos. Los distribuye en todo Lima.
¿Qué habilidad se necesita para hacer caramelos?
Concentración, paciencia y fuerza.
¿Fuerza?
Sí, porque la base del caramelo (masa hecha con azúcar, glucosa y agua) necesita ser estirada por varios minutos para que crezca, coja buen sabor y consistencia.
¿Qué fue lo primero que aprendiste de este negocio?
A comer caramelos (risas). Como mi padre es artesano caramelero en Trujillo, yo lo ayudaba en la preparación y de pequeño comía mucho de estos dulces.
¿Qué diferencia a tu empresa de otras que hacen golosinas?
Yo tengo una visión más amplia. No solo se trata de hacer caramelos de buen sabor, sino de hacer de ellos una pieza de arte.
¿Cómo logras hacer los diseños de bastoncitos, arbolitos y paletas de colores?
Tomo de referencia muchas de las técnicas que se desarrollan en el extranjero, no solo con la combinación de colores, sino también retratando en los caramelos lindas figuras y personajes.
¿Cuál es el objetivo de mostrarle a la gente cómo se preparan?
Quiero que sepan que son productos de calidad y porque es todo un espectáculo, sobre todo para los niños.
¿Cuánto produces?
Doscientas docenas de caramelos al día.
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