En una noche de conversa, los amigos Lucas Ballón, Ernesto Noriega, Daniel Temple, José Boado y Ángel Martínez tuvieron como idea crear un negocio de comida donde la protagonista sea la milanesa. Arrancaron con pocas sillas, un local a puerta cerrada y con previa reserva, pues el espacio era pequeño. Al poco tiempo la demanda sobrepasó sus expectativas y se mudaron a un local más accesible en Miraflores. Ya con cinco años en el mercado y tres locales buscan expandirse a más puntos.
Somos un grupo de amigos que buscaba opciones de negocio con algo que no sea tan convencional como lo que existe en el mercado. Un día, Ernesto, quien es chef y trabajaba para un restaurante, preparó una milanesa a la que le agregó algunas cosas encima como para experimentar, mientras estábamos conversando. Al irnos, él nos envió un audio a todos para preguntarnos si hacíamos un restaurante que se llame ‘La Verdad de la Milanesa’, en un lenguaje peruano, popular, un poco de antaño, y todos dijimos ‘esto es’.
Tuvimos un periodo donde comimos una cantidad de milanesas que no te imaginas, probamos con galletas, pan, millones de opciones hasta lograr la fórmula perfecta.
Debemos haber invertido con ‘muertos y heridos’ unos 50 mil soles, sin contar un montón de cosas que no compramos, sino que heredamos o fuimos consiguiendo.
Tenemos la suerte de haber logrado una simbiosis muy productiva para el negocio, hay peleas a cada rato, tenemos puntos distintos, pero el hilo conductor es que nuestro ‘bebé’ vaya por buen camino, hemos aprendido a ceder y la consigna es que la marca crezca.
Somos multitasking (multitarea). Ernesto ve desarrollo de alimentos y bebidas, José operaciones comerciales y recursos humanos, Daniel la experiencia con el cliente, yo veo finanzas y marketing,
La verdad, no, trabajé en estudios de mercado y hacerlo es muy caro. Lo que sí se hizo es tener mucho feedback de grupos focales con los primeros clientes para ver ajustes.
Lo más difícil para emprender es romper el miedo de lanzarte a la piscina, perder la estabilidad del mundo laboral convencional (de tu sueldo a fin de mes, vacaciones...). Tienes trabas de todos lados, el Estado no apoya para nada, todos tuvimos que aprender de todo para sacar adelante el negocio, no teníamos la más remota idea de en lo que nos habíamos metido, la revolcada era constante.
La principal traba que uno puede tener es que nadie te capacita, nadie te premia, la Sunat es un ente castigador. Nuestra idea era promover el crecimiento y dar chamba a la gente, y hacer que nuestra marca sea uno de los motores.
Crecer este año con dos locales en Lima. Una vez que estemos afianzados, ver en provincias y también en el extranjero, pues nos han buscado empresarios de otros países para llevar la marca afuera.
Abrimos a puerta cerrada por temas gubernamentales, la casa era patrimonio y en ese momento tanteamos el mercado, abriendo solo por turnos. Era algo clandestino y funcionó como estrategia de marketing. No teníamos capital, abríamos para almuerzo y se compraban los insumos para ese día. Luego abrimos en la noche, sábados y domingos, después no tuvimos capacidad para atender a más clientes y eso nos dijo que íbamos bien.
Tres públicos bien marcados: oficinistas que trabajan por la zona, en las noches parejas y grupos de amigos, los fines de semana son familiares.
Dos rutas: siempre innovamos en sabores, salsas y a futuro innovar con los apanados, con quinua, avena, ajonjolí, etc.
Ingresamos a los aplicativos y con nuevos sistemas dentro del restaurante para mejorar la experiencia del cliente. Estamos con 3 aplicativos y las ventas aumentaron.
No siempre, de hecho nosotros tampoco, hay errores que se van a cometer porque los cocineros no son máquinas, pero estamos atentos a resolver cualquier inconveniente que se presente
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