Emprende Trome | "Gamarra es la universidad de la vida" | ENTREVISTA

Doña Katy Cáceres tiene una verdadera historia de lucha y sacrificio:Trabajó veinte años como ambulante, su esposo la abandonó y tuvo que salir adelante con sus tres hijas.
Emprende Trome: Fight Cats

Katy Cáceres tiene una historia de lucha y perseverancia. Es madre soltera, fue ambulante por 20 años vendiendo de todo para darles educación y comida a sus tres hijas. Superó el abandono de su esposo y la pobreza en la que vivía, y trabajó muy duro para tener su propio negocio de ropa ‘Fight Cats’. Hoy cuenta con dos tiendas, envía prendas a provincias y tiene clientes de Bolivia y Chile.

¿Cuál es la principal enseñanza que le dio la calle?
Ser ambulante me enseñó que no debía pasar más tiempo en la calle, ya llevaba 20 años haciéndolo, no tenía Navidad ni Año Nuevo porque tenía que vender, siempre me decía que quería algo grande, quería mi propia tienda.

¿Y qué cosas vendía?
Vendí desde canchita, cebiche, anticuchos, papel higiénico, lejía, flores, he vendido de todo.

Me contó que su esposo fue estibador y se lesionó los brazos, ¿es ahí donde se vincula con la confección de ropa?
Si, a él se le paralizó un brazo y luego se lesionó el otro, lo vi cargar así y le dije que yo iba a trabajar más. Fue entonces que mi cuñado me dice que lo ayude en su taller de confección, le pedí que me enseñe y me quedaba hasta las 2 de la mañana. Estuve un año y luego decidí hacer lo mío

¿Cómo empezó todo?
Empecé con retazos, compraba un kilo a 5 soles, hacía puros shorts y los vendía a los mayoristas. Cuando me devolvían los que estaban fallados yo los remataba en el mercado de segunda, mis hijas desde pequeñas me ayudaban en todo el proceso.

¿Qué tan duro es empezar desde abajo?
No es fácil, se llora, se sufre porque en esto de la confección hay mercadería, pero no hay plata y sin eso no se come. Muchas veces junto con mis hijas tuvimos que reciclar plásticos y cartones de la basura para vender y poder comer.

¿Con cuánta inversión se inició?
Con 150 soles, me prestaron una remalladora y después compré una máquina de coser a 150 dólares.

¿Cuál fue su mayor inspiración para emprender?
Mis hijas, porque veía que estaban creciendo, vivíamos en extrema pobreza en un edificio abandonado donde no había agua ni luz. Mi madre me dijo que este negocio no era para mí porque no tenía ni para comprar leche, pero sí iba a poder. Estábamos en un cuarto que nos servía como sala, comedor y cocina, comíamos encima de la cama, la otra habitación era mi taller.

¿Cómo le ha cambiado la vida?
Trabajaba para pagarle al banco, y cuando terminé de pagar le compre la leche a mis hijas y me las llevé al circo, pues antes mirábamos desde afuera, y esa vez entrábamos por la puerta grande.

Me dijo que Gamarra no es para cobardes. ¿Por qué?
Es para los que quieren salir adelante, se duerme poco y hay que trabajar muy duro para tener oportunidad. Siempre les digo a los chicos que empiecen como ayudantes, que abran bien los ojos para aprender, Gamarra es la universidad de la vida.

¿Cómo se llegó a consolidar?
Cuando mi esposo nos abandona, nos quedamos con 4 máquinas y una gran deuda en el banco. No tuve tiempo ni para llorar. Sentí un día que moriría, pero le pedí a Dios salud y vida porque mi hogar ya se había destruido. Mis niñas se unieron a mí y buscamos servicios, cosíamos en la casa, hubo un pedido de pantalones de Ayacucho, nos enviaron 3 mil soles y nos levantamos.

¿Qué piensa de todo lo que ha logrado?
Le digo a Dios que me gusta lo que hago. Una de mis hijas se ganó una beca en la escuela de modas y se especializa.

¿Qué cargo ocupa cada una?
Hacemos de todo un poco, el diseño, la confección, la decoración del local, cuidamos el taller, nos turnamos.

Caer y volverse a levantar es parte de los emprendedores como usted…
La caída fue brava con una deuda y sin capital, pero lo superamos. Mi otra hija estudia pastelería en la UPC y cuando a alguna de ellas se le ‘sube a la cabeza’, me las llevo a vender un producto que no sale a la ‘cachina’ para que no sean soberbias y nunca olviden de dónde hemos salido.

¿Qué pensaba cuando las puertas se le cerraban?
Lloraba pero me iba por otro lado, yo misma las abría.

¿Qué fue lo más difícil en este negocio?
Pensé que sería coser, pero fue encontrar clientes, algunos me devolvían todo y me iba a provincias a vender.

¿Cómo abrió su primera tienda en Gamarra?
Estaba en otro local donde se vendía al por mayor para provincias y mi hija hacía sus propios diseños, pero se los copiaban, y tuvimos que buscar otro lugar. Llegamos a la galería ‘Guizado’…

¿Cuál es su sueño?
Abrir un local en un mall y me gustaría exportar. Si nos uniéramos en Gamarra podríamos salir al extranjero, pero hay mucho conformismo, la gente quiere vender y no mejorar la decoración de su local, los detalles.

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