¿Sabía usted que el cañazo peruano ha cruzado las fronteras y ganado dos premios en el extranjero? Aquí la historia de los peruanos Ishmael Randall, Joaquín Randall y su gran amigo Haresh Bhojwani, natural de la India.
Haresh, si el cañazo tiene mala reputación, ¿por qué deciden lanzar un producto de este tipo?
Todos los destilados del mundo pasaron por esa etapa de ser considerados malos, la gente rica tomaba sus vinos finos y alguien tuvo que darse el trabajo de darle la calidad que merecía. Tenemos tres años en el mercado y hemos ganado dos medallas de plata en Londres y en San Francisco frente a empresas que tienen cien años; imagínate a dónde podemos llegar. La calidad depende del trabajo que uno le ponga, no del nombre.
¿Cómo nace la idea, de quién fue la iniciativa?
En Cusco cada familia tiene varias recetas de plantas medicinales que las maceran en cañazo, y la mamá de mi socio, Wendy Weeks, viene de una familia de Estados Unidos que emigró en los años 70 y tuvo dos hijos en Ollantaytambo. Ella hacía sus propios compuestos, los conocí hace 20 años y tomábamos lo que hacía la mamá, y una noche dijimos que eso estaba tan rico que todo el mundo debería conocerlo. Empezamos a investigar y decidimos hacer nuestra propia caña, conseguimos una chacra para producir las hierbas de manera orgánica. Tras varios años de prueba, le di a probar a Wendy y saltaron unas lágrimas, nos abrazamos. Es una mujer que ha luchado tanto, de otro país y que respetó la cultura para hacer algo bonito dejando un legado…
¿Qué es lo que pretenden reivindicar y cuáles son las bondades para los consumidores?
El cañazo está hecho con jugo de caña fermentada, su sabor representa la tierra donde ha crecido, los sabores cambian según el valle. Nuestra meta es que otras empresas entren en este espacio.
¿Qué valor agregado le han puesto ustedes a esta marca para que sea aceptada?
Sacar el producto con la dignidad que se merece, usar los alambiques correctos, procesos, estudiar mucho para destilar bien. Tenemos la actitud abierta para aprender de lo mejor que hay en el mundo sin perder la raíz de lo que somos.
¿Cómo reaccionó el mercado, qué les decían?
Fue interesante porque tuve mucha aceptación de la parte más alta del mercado, los chefs y los bartenders vieron la calidad del producto y la filosofía de la empresa.
¿Dónde están?
En 80 restaurantes y bares, Maído, Barra 55, Mo Bistro, Tanta, Astrid & Gastón, Central, Carnaval Bar, cadenas Marriott, en el Cusco...
Y hoy están en la feria de Berlín…
Este año es el salto, la feria de Berlín es una ruptura con el pasado, hablarán de este producto.
¿Qué les dijeron cuando ganaron la medalla de plata en Londres?
Lo interesante es la cata a ciegas, no conocen el cañazo, un sabor distinto, que prueban por primera vez en comparación con otros productos, y le dan una medalla.
¿Qué dicen los extranjeros que saborean esta bebida?
Estamos camino a Machu Picchu, prueban y les gustan, se enamoran de la historia que hay detrás. La gente se lleva botellas en sus maletas, ahora estamos en bares de Barcelona, Alemania, Estados Unidos, que lo tienen en sus cartas.
¿Cómo es que un extranjero como tú se quedó haciendo negocios en Perú?
Soy abogado, mi familia es de la India, emigraron a las Islas Canarias y luego vine a Perú y trabajé aquí en temas medioambientales. Me enamoré del país y conocí a mis amigos Joaquín, que administra el hotel, y a su hermano Ishmael que es artista plástico. Decidí hacer lo que me apasiona.
¿Qué licor tiene más alcohol?
Los destilados por lo general tienen entre 40 y 48 grados de alcohol. Me gusta que el cañazo tenga potencia, que se exprese, tiene 44 como punto de alcohol.
¿Con qué puede combinar una copa de cañazo?
Tomaría un cañazo puro antes de comer para abrir el apetito y también como bajativo, carnes, comidas que sean fuertes. Con la comida lo tomaría como coctel, con tónica, limón y hielo...