PELEA POR SUS SUEÑOS, LITERAL. Puede ser una frase cliché; pero Jhair Ordinola lo vive en carne propia. El primer peleador de artes marciales mixtas de la comunidad LGBTI en América Latina busca brillar en un deporte considerado como el más violento de todos por una gran parte de la opinión pública. Y en esta disciplina en la que abundan las narices rotas y los horrendos cortes en el rostro, este joven piurano de 19 años ha comenzado a imponer el nombre con el que se hace llamar, ‘La Piticlín’.
En medio de la jaula de acero, ante la expectativa del público y miles de personas sentadas frente a sus pantallas en su casa, Ordinola se alista para la batalla. Su rival como se lanza sobre él como si fuese la bala del cañón de un barco pirata, buscando acabar con su rival.
RETROCEDAMOS UN POCO. Durante meses y hasta años ‘La Piticlín’ soñó con este momento. Ahora está dentro de la jaula del Fusion Fighting Championship (FFC por sus siglas), la promotora de artes marciales mixtas (MMA por sus siglas en inglés) más importante de esta parte del continente. Su pelea será transmitida para toda Latinoamérica por una importante cadena de canales deportivos.
Desde los once años viene compitiendo en campeonatos de artes marciales. Para ello no solo ha tenido que prepararse para enfrentarse a sus rivales. También le ha hecho frente a mayores oponentes, la discriminación y la homofobia. Duelos constantes en los que estuvo a punto de perder la batalla.
“Ya me quité el miedo. Ser como soy es muy complicado, recibir insultos todos los días y el desprecio de la gente. La tuve que pelear muy fuerte para llegar a donde estoy y los comentarios de la gente no me van a disminuir”, reflexiona Jhair.
Jhair nació en la calurosa ciudad norteña de Piura, con apenas ocho años comenzó a practicar artes marciales. Las mamás ven lo que otros no podemos ver y con esa sabiduría que nace directo del corazón, doña Vilma puso a estudiar a su hijo en la escuela El Templo Kumazawa.
“Siempre las madres saben antes que tú les cuentes y ella se dio cuenta que me estaban haciendo bullying en mi colegio; pero al costado estaba el Templo Kumazawa y en vacaciones me matriculó”, recuerda Jhair.
Así conoció al profesor José Antonio Cruz, su entrenador durante estos once años y a quien considera como un padre. Así con el rechazo de la sociedad por su orientación, ‘La Piticlín’ encontró el lugar donde desarrollar sus habilidades. Incluso un tiempo vivió en el dojo, al salir de su hogar y no tener a dónde ir.
A los once años, Ordinola inició en las competencias deportivas. Sus gestos y maneras femeninas fueron objeto de burla de parte de los asistentes a estos torneos. Esto pudo incluso causar que abandone las artes marciales; sin embargo siguió adelante en busca de cumplir sus sueños.
“Era una situación que no me gustaba, las risas de la gente. Me saturaba; pero mi profesor me dio una gritada. ‘Si tú quieres seguir tus sueños tienes que seguir adelante’, me decía”, recuerda.
En las artes marciales mixtas son escasos los casos de peleadores gays masculinos, a diferencia de la rama femenina en la que destacan la excampeona de UFC, Amanda Nunes y las conocidas peleadoras Liz Carmouche y Raquel Pennington.
El norteamericano Shad Smith ha competido en ligas de los Estados Unidos, entre ellas dos veces en Bellator, él es uno de los primeros casos de un peleador gay que confesó su orientación. Otro caso es el de su compatriota Jeff Molina, quien peleó en UFC hasta el 2022. Tras la difusión de un video suyo, tuvo que reconocer su bisexualidad.
En el boxeo por el contrario el tema ha dejado de ser tabú. El portorriqueño Orlando “El Fenómeno” Cruz decidió anunciar al mundo su orientación sexual. Muchos años atrás, Emile Griffith le provocó la muerte al cubano Benny Paret de una dura golpiza en el ring. Horas antes el caribeño lo había llamado ‘maricón’ en el pesaje.
Al ser consultado por su condición de primer peleador gay latino en las MMA, Jhair rechaza este o cualquier rótulo. “No soy una persona gay. No tengo una etiqueta, soy como soy. ‘La Piticlín’ es un personaje que es como es, a veces es femenina, a veces es masculino y eso es lo que quiero aportar a la comunidad. Ser como soy no me define en el octágono, no tengo ninguna etiqueta, me pueden tratar como ella, como él”, sostiene.
Eso sí, con sus presentaciones en la jaula de acero quiere servir de ejemplo a las personas de su orientación que gustan de esta práctica; pero temen continuar por el miedo al ‘qué dirán’. “Vivimos en un país tercermundista en el que te critican por todo”, nos dice.
VOLVAMOS AL INICIO. ‘El Vikingo’ Díaz no le da tiempo ni para el saludo. Se lanza sobre Jhair con una patada voladora, de inmediato busca derribarlo creyendo que la debilidad de ‘La Piticlín’ es la lucha al ras de la lona o grapplig como lo llaman los entendidos. El duro rival le busca la espalda, intentando otra llave, ‘el mataleón’, y para doblegar su resistencia lo golpea manteniendo su posición. Groun and pound, le dicen a este ataque.
En el segundo asalto el rival repite la estrategia. No quiere ir al intercambio de golpes de pie, conocedor de las virtudes de Ordinola. Va por el derribo y nuevamente busca un estrangulamiento. Sin embargo en ese afán de buscar la llave, deja expuesto su brazo izquierdo. ‘La Piticlín’ lo atrapa con las piernas y cierra el armlock para obligarlo a rendirse.
Celebra ‘La Piticlín’ y el público enloquece. La victoria que tanto buscaba, en una transmisión internacional en vivo y en directo. La emoción lo embarga. Se lleva a Piura el triunfo y se gana el derecho a volver a pelear en esta compañía. Hasta un contrato por varios combates le han ofrecido.
“Quiero ganar el respeto que nunca tuve desde que inicié en esto. Eso es lo que ‘me come’ todos días porque yo sufrí de mucha discriminación. Lo que quiero es que la gente que se burló de mí, se calle la boca y mire para abajo. Porque yo la he luchado todos los días, no me han dado el apoyo suficiente por ser como soy. Yo buscó que esa gente que se burló de mí, me diga ‘te respeto’ eso es lo que quiero”, reflexiona ‘La Piticlín’.
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