Por: Carlos Bernuy
Paolo Guerrero seguro apelará a preguntarle a la vida el porqué de las decisiones crueles. Pero, a diferencia del TAS o la FIFA, ella no le dará resolución ni respuesta. El delantero de la selección peruana recibió en Río de Janeiro el lapidario comunicado del Tribunal de Arbitraje Deportivo que le pone en la espalda catorce meses de sanción - ocho en total por cumplir - que le doblan las rodillas y lo postran junto a todo el Perú que lo extrañará en el Mundial.
Paolo Guerrero debe estar a esta hora encerrado en su habitación, con alguna lágrima, que espera su turno por salir, y recordando qué lo llevo a esto y pensando a dónde lo conducirá. La última parte está clara: no jugará la Copa del Mundo, no podrá siquiera practicar con el Flamengo, con seguridad este club no le renovará el contrato que vencía el 12 de agosto, deberá entrenar por su cuenta y recién volverá a las canchas el 15 de enero del 2019.
Para responder la primera pregunta, hay que viajar hasta el 5 de octubre del 2017. Allí, el delantero jugó 90 minutos con la selección peruana ante Argentina y, tras el final del partido, pasó un control antidopaje. El 3 de noviembre quedó suspendido provisionalmente por haber dado positivo por benzoilecgonina. El 7 de diciembre la FIFA lo sanciona por un año, pero trece días después su Comité de Apelaciones la baja a seis meses. Listo: Paolo al Mundial. Allí debió terminar la historia, pero Paolo decidió seguir escribiéndola.
Acudir al TAS para muchos - entre ellos quien escribe - fue un suicidio, porque allí empezó otra batalla, una muy distinta. A los jueces del Tribunal poco les importa una carrera intachable, un país atento y futbolero, o un Mundial en corto tiempo. A ellos les toca decidir sobre si hubo o no responsabilidad del deportista en el ingreso de la sustancia. Sobre eso decidieron y sobre eso Paolo Guerrero no pudo demostrar de forma contundente que no tenía culpa. "Tiene a los abogados de Messi", dijeron algunos. Sí, pero Messi afrontó un proceso por palabras injuriosas contra un árbitro, no por dopaje.
Al delantero no se le aplicó la sanción máxima (que era de dos años pedidos por la WADA) por lo que hay que es una locura algunos hablen de "injusticia" o "complot", porque de haber sido todo esto algo para dañar a la selección peruana - que no compite para ganar el Mundial - el mismo TAS no hubiera ratificado la devolución de puntos hacia la 'bicolor'. Esos puntos que nos terminaron llevando a Rusia (así varios no lo reconozcan).
Paolo Guerrero debió quedarse sentado, tranquilo con los seis meses que le dio el Comité de Apelaciones y, más allá de no cobrar sueldo en Flamengo, tener la certeza que estaría en el Mundial. Pero no, apeló al TAS, sea por influencia de abogados, consejos de amigos o o por esa búsqueda de inocencia que, quizás, debió dejarla en manos de quienes conocen su buena carrera. La apelación al TAS despertó a ese 'monstruo' que es la Agencia Mundial Antidopaje (dormida hasta ese entonces), que también apeló y sus pruebas fueron más fuertes que las de Guerrero.
No se debe recurrir a culpar a Claudio Pizarro (¿?), la Federación Peruana de Fútbol, la WADA, el hotel de concentración o el clima que perjudicó la orina del jugador. Se entiende el dolor de Paolo, las lágrimas de su madre, la decepción de los hinchas y de los que idolatran al jugador. Pero el camino sigue y la selección tiene un Mundial que afrontar. Hay que apelar a que sobrelleve el momento. Seguramente, a Paolo le gustaría eso.