Por: Moisés Pajuelo (@MoisesVPF)
Perú ganaba 1-0 a Argentina con un hombre más tras la expulsión del albiceleste Cristian Romero (84'), pero a los 91', y cuando parecía que el rival no encontraba el gol, llegó el empate. Esta situación trajo a la mente una frase ya conocida por los peruanos: "siempre nos hacen goles en los minutos finales". ¿Qué pasó ahora?
Todos los equipos del mundo reciben goles en los minutos finales. En el fútbol no hay lógica ni maldiciones, solo existe el juego. Y hace un buen tiempo que no se tocaba este tema con la selección peruana. De hecho, en esta Eliminatoria hemos remontado o empatado tras ir perdiendo. Para poner algunos
ejemplos recordemos el 2-2 ante Argentina y la victoria por 4-1 a Venezuela de visita.
Por tanto, lo de ayer con la selección peruana Sub 20 se podría explicar de dos formas: un tema mental del juego y un desorden táctico en base al resultado parcial.
El tema mental del juego
La típica (y quizás salida de las pichangas de barrio): "Falta poco, hay que tirarnos atrás y reventar todo lo que venga". Perú se olvidó del fútbol y empezó a patear al balón a cualquier lado. Es como si estuvieran contando el tiempo que resta para que acabe el partido en vez de concentrarse en el juego. Porque el gol de Argentina no llegó por una jugada aislada, sino por una repetición de intentos producto del mal manejo de la situación del partido con el resultado a favor.
Desorden táctico
Una cosa es entregar la pelota al rival para jugar al contraataque, y otra muy diferente es dejar que te ataquen por todos lados y no saber qué hacer cuando recuperas el balón. Si tienes el resultado a favor, y el otro equipo busca desesperadamente el empate dejando espacios, ¿por qué no aprovechar esa situación? Y ojo que Argentina jugaba con 10 hombres desde el minuto 84. Porque salvo una jugaba de peligro que Perú tuvo después del 1-1, los futbolistas nacionales no tenían con quién jugar cuando se apoderaban del esférico. En pocas palabras, Perú se hizo un equipo corto cuando debió ser largo para apropiarse de los espacios que los argentinos dejaron en blanco.