En el fútbol hay jugadores cabuleros que siempre repiten algo que les dio suerte. El inglés John Terry, por ejemplo, tenía la costumbre de orinar siempre en el mismo urinario del vestuario del Chelsea. Hace poco leí que el hermano de Paul Pogbá le hizo brujería para que le vaya mal. He visto también otros ir a la mala con tal de quedarse con el puesto de titular.
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Unos ponen ruda en los chimpunes, muñecos con alfileres, fotos al costado de un cuy negro, camisetas fumadas, pósteres con una calavera encima y hasta sal en los calcetines, etc. Pero lo mío era otra cosa. Yo me ganaba un lugar en el ‘once’ con ‘taba’ y calidad. A veces, también con inteligencia. Tenía mi estrategia para sacarme del camino a quien quería ser mi ‘sombra’.
El ‘Nene’ me inventa de nueve
En 1988, el ‘Nene’ Cubillas quiso ser ‘Cristóbal Colón’ y me inventó un puesto en Alianza Lima: de ‘9′. Me costaba adaptarme y Eugenio ‘Chispeao’ La Rosa, que conocía el área como el patio de su casa en Puente Piedra, hacía goles hasta con la ‘guata’. No le podía dar un ‘cachito’, porque en la banca, las chiquillas se olvidan de uno.
No dormí dos días. Pensaba y pensaba en cómo no salir del titularato. Tenía que estar en la pomada. Pero mi competencia era fuerte. Hasta que se me prendió el foquito. Un martes, empezando la semana, armé mi plan. Al finalizar las prácticas busqué a Eugenio La Rosa y lo llevé a una cebichería y me atracó. Pensé que tal vez se le podía aflojar la ‘huacha’ con un chicharrón de pescado, conchas, limón y camote. Pero el zambo estaba acostumbrado a comer zapallo, col, zanahorias crudas y nada.
Tenía que ‘bajármelo’ a ‘Chispeao’
A la hora de pagar la cuenta, como nada de lo que comió le hacía mal, hice la finta que me había olvidado la billetera en el camarín. “No te preocupes, causa. Pago yo”, me dijo. De pronto salimos y aparecieron mis salvavidas: dos chicas con pinta de secretarias. Como siempre, las impacté con mi color serio y mis pectorales. Les gané el ‘coco’ y saqué plan para el día siguiente. El moreno, que solo chapaba la gripe, se emocionó. El miércoles, ‘Pipo’ llegó bien acharlado. Era pretencioso, calidoso. El hombre lucía un ropero espectacular. Era mismo Paolo, con pura marca y modelos exclusivos. Alto y fortachón, llamaba la atención.
Los cuatro nos encontramos como a las 9 de la noche y nos fuimos a Miraflores. Allí empecé a ‘florear’ a la blanquita que me vacilaba y calculé mal. Fui por un pechito con entrepierna y me llevé la rabadilla. Quise adelantarlo a mi ‘causa’ con la más guapa y salí trasquilado. Ella me parchó en ‘one’: “Víctor, me caes bien, pero no eres mi tipo... Me encanta Eugenio”.
Le servía la cerveza a vaso lleno y lo tumbé
Asumí mi derrota, caballero. En la tramposería hay que saber ganar y perder. Eso me hizo reaccionar y con más ganas seguí con mi plan. ‘Pipo’, recontrabotado, las invitó a la ‘Calle de las pizzas’. Yo normal, porque mi cuerpo estaba acostumbrado a ‘boletearse’. Hice de todo para que la juerga se prolongue el mayor tiempo posible. Chapaba las jarras de chelas y a mi compadre le servía los vasos llenos.
Eugenio se empiló y pensaba que estaba tomando Inca Kola. No sabía tomar. El ‘bombero’ toma medido, apenas se sirve media copa para estar atento toda la noche. Nos amanecimos hasta las 4:30 de la mañana. Yo era de 36 horas sin parar. Esa salidita no me hizo ni cosquillas en el cuerpo. Me fui fresco a descansar. La Rosa estaba fundido, la poca costumbre de juerguear, el hombre era sano y yo lo estaba malogrando.
La mañana del jueves, en Matute, hubo partido de práctica. Estábamos todos en la cancha y ‘Pipo’ no aparecía. De pronto, llegó todo legañoso y resaqueado. Fue el peor de la ‘pichanga’. Se movió menos que un cono. Yo la ‘rompí’ y anoté dos goles. El ‘Nene’ se molestó con él: “Eugenio, el sábado vas a la banca. ‘Vitito’ será titular”, ordenó.
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Me gané el puesto
Mi táctica había funcionado. No necesité de un brujo ni cuy mágico para volver al ‘once’. Mi compadre nunca más me recibió un trago y así llegó a la selección. Como dejó de acompañarme en mis salidas, aproveché para cobrarme la revancha con la chica que me había choteado. A la segunda salida, ya estaba engatusada y a la tercera, la convertí en mi amiga cariñosa. Terminábamos sudaditos. Se convirtió en la mejor gata, porque no había otra que trepara mejor los techos de la Villa Íntima. Y yo, demostré que tengo siete vidas. En tragos y artimañas, siempre ganaba. Nos vemos el próximo jueves…
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