
Hola mi gente maravillosa de La fe de Cuto. Estoy contento porque seguimos en una temporada inolvidable con la bendición de ‘Papalindo’. Solo con la fe hemos podido lograr esta entrevista, porque a este invitado lo hemos seguido… ¡no saben! Todo el equipo ha tenido que chavear porque a él no le gusta hablar, pero como ustedes lo pidieron, le metimos presión y ya iba a sacar el ‘matamosca’, pero no fue necesario para traer a Rodrigo Cuba.
Gracias, tío. Feliz de recibirlos en mi hogar. Tú sabes que ha sido difícil porque estoy estudiando y tenía otras cosas pendientes. Ahora pude tener un poquito de tiempo.
Ese es el mensaje que hay que transmitirle a los jugadores: que estudien, que sepan prepararse e invertir su tiempo y dinero para cuando dejen la pelotita. ¿Cómo estás?
Ya estoy más tranquilo, en una etapa más madura a nivel personal y familiar. Más centrado en lo laboral y consciente de la actualidad en la que me encuentro.

¿Qué te da esa tranquilidad?
Uno siempre está pensando en qué viene. Ahora estoy disfrutando, porque tengo la tranquilidad de que no solo dependo del fútbol ni vivo solo del fútbol. Los que me conocen saben que tengo distintos tipos de ingresos y de actividades: inmobiliaria, mis redes, una empresa de suplementación. Estoy estudiando para ser técnico y también Economía, que ya me falta poco. Además, tengo un par de proyectos que estoy evaluando si los lanzo o no.
¿Qué tipo de proyectos?
Uno está ligado a la comida y otro es audiovisual, relacionado a las redes. Así que estoy preparando el camino para no depender únicamente del fútbol.

¿Qué, también me vas a hacer la competencia con tu podcast?
Yo no, mi hermano es el que está haciendo uno. Es tedioso, hay que darte tiempo y coordinar con los invitados. Yo lo acompañé, pero no podía estar gastando tiempo porque tenía cosas que hacer con la familia. Me dijo para hacerlo en las noches. Una me dejan, pero después…
¿Recuerdas alguna travesura de tu niñez?
Aunque no lo creas, era muy tranquilo de chico. Lo máximo que recuerdo es haber roto la luna de una combi tirando globos en carnavales. La verdad, pasaba todo el día jugando fútbol con la gente de la FAP. Ya más grande, puede ser escapándome a las fiestas.
¿En qué colegio estudiaste?
En el Santa María. Amo a mi colegio, apoyaban mucho el deporte. Era de los colegios de donde salían bastantes jugadores: Juan Diego Gutiérrez, Aldo Corzo, Sacovertiz, Luis Abram, Guarderas. Buena educación, gracias a mi papá.
Por ser jugadores de fútbol nos sacaban de clases. Estábamos con Guti todos los días tirados en la carpeta durmiendo, porque entrenábamos siempre. A Guti no le gustaban las matemáticas y, cuando había examen, él estaba leyendo su Depor. “¿Para qué?, ya no la hago”, decía. Jalaba y jalaba.

¿A qué jugadores admirabas cuando eras niño?
De niño me gustaba César Cueto y Waldir Sáenz. Mi abuelo me llevó a Matute de chico. Cuando lo conocí estaba entrenando de invitado y también lo hacía con la Reserva. Cuando lo vi ahí, no lo podía creer. En las pichangas, cuando me preguntaban qué jugador quería ser, yo decía: Waldir.
De chibolo también lo vi a Jefferson Farfán, un crack. Lo vi en sus primeros años, pero después regresó hecho un monstruo. También admiraba a Jayo Legario, el ‘Pato’ Quinteros. Me gustaba el Puma, porque mi hermano era hincha de la ‘U’. Y claro, Claudio Pizarro, el ‘Chorri’ Palacios, Nol Solano… también recuerdo al ‘Cholo’ Prado.
¿Alguna anécdota con ellos?
Con el ‘Cholo’ Prado en el 2014, en la primera fecha del campeonato. Él estaba en Ayacucho, íbamos a ocho puntos. Se iba solo con la pelota y yo venía lejos. Erik Delgado salió a achicarlo, después retrocedió y se rompió el sóleo, la pantorrilla. Hacen el gol con Carlos Orejuela y el ‘loco’ se quedó tirado, lesionado. Mientras se lo llevaban, el ‘Cholo’ le robó los guantes. Le dijo: “Loquito, tú ya no vas a jugar, así que me llevo los guantes para la pichanga”.
¿Cómo empezó tu historia en el fútbol?
Empecé chico en la academia de Percy Rojas, con 5 años, y después, a los 6, llego a Tito Drago, donde me quedo hasta los 15. Iba a llegar a Alianza Lima, pero empezaban a entrenar en las mañanas y me dijeron que no había forma de dejar el colegio. Me dijeron: “Tú terminas el colegio y ya después la universidad puede mover el horario”.
Tenía que encontrar algo y llego a Regatas como jugador invitado. Yo jugaba de volante y les había hecho muchos goles al Regatas. Estuve dos años y llegó Óscar Ibáñez, que nos hizo pretemporada profesional. Jugamos Copa Federación y le ganamos a todos: Alianza, Universitario y Sporting Cristal.
Ibáñez me quería llevar a Universitario porque me vio condiciones. Él tenía los contactos para que pueda jugar allá, pero yo le dije: “No, gracias, ya tengo una opción en Alianza Lima”. En ese tiempo, Pepe Soto estaba a cargo de las divisiones menores.
¿Cómo fue esa llegada a Alianza Lima donde había harto chocolatero?
Había un gentón. Llegué tarde a la pretemporada, porque mis papás me dijeron que tenía que ingresar a la universidad. Entré como volante, con André Carrillo y Coco Bazán en la volante, y ellos ya eran campeones de la Sub 20. Alianza pedía ‘encaradores’ y yo solo iba y venía, sacaba centros.
Pepe (Soto) no tenía lateral derecho y me pregunta si alguna vez había jugado ahí. Atraqué. Vi la oportunidad, porque si jugaba de lateral era titular. Empecé a jugar en mi categoría y mi ascenso fue increíble: en dos meses ya estaba en Reserva. En mayo jugué un clásico en el Monumental y Gustavo Costas me vio en la Reserva, dijo que me hagan contrato profesional. Yo no lo podía creer.
¿Cómo fue esa firma de contrato?
Llego a la oficina de ‘Pocho’ Alarcón y estaba el tipo de Nike que me hace contrato con la marca. Encima yo jugaba con chimpunes Adidas. Ese año salí en lista con el primer equipo. Concentraba con el ‘Cholo’ Prado y con Curiel… El ‘Cholo’ lo hacía leña a Curiel. Le decía: “¿Cuántos goles tienes? ¿Cuántas Libertadores tienes?” Tú sabes cómo es él… malo. Le decía: yo con la izquierda hago mejores goles que tú con la derecha.
¿Debutas en el 2011, verdad?
Sí, en Iquitos. Recuerdo que me llevaron por Cuchara Viza. En ese tiempo no estaba seguro de quedarme, porque en el 2012 no hice pretemporada con Primera. No nos pagaban nunca. Mis papás me dijeron: “Lo dejas y te dedicas a trabajar”. Les pedí que me dejaran hasta mayo para ver si podía jugar.
Empecé en Reserva y en febrero llegó la Libertadores Sub 20. En tres partidos hice tres goles, la rompí. El Bocón, Depor y Trome me hacían notas. Estaba en el equipo ideal del torneo.
Pero tambien había problemas de pagos en Alianza…
Claro. Se empezó a ir la gente: el ‘Cholo’ Prado, luego Carmona, y quedó Donaire y yo. Arranqué en Moyobamba, cancha malasa, ese partido quedó 1-1, pero le metí bien. Después, contra Melgar en Matute, rematé al palo y ahí ya me la creí. Pasé a ganar bien y ese año también fue muy bueno, porque de no ser considerado en Primera pasé a estar en la mira de la selección.
¿Cómo así llegas a ser observado por Markarián?
Fue en un partido en Cusco. Markarián envió a su comando técnico. Nos ponen el GPS a cuatro jugadores: Charra, Cánova, Vidales y yo. Ese día corrí bien en la altura. Al regresar Pepe Soto me dice: “Los van a convocar a ti y a Jhonny para hacerles unas pruebas en la Videna”. Había un partido en La Paz y querían probar a jugadores que rindan en altura, así que nos pusieron unas máscaras especiales para medir nuestra resistencia.

¿Y que pasó?
En esa semana nos contacta un representante del Red Bull Salzburg de Austria, quería hablar conmigo y con Jordy Reyna. Hubo también una opción de Argentina. Pero esa misma semana, en un entrenamiento, choqué con Jordy arriba, me hace el banquito, caí mal y terminé con fractura de clavícula. Tres meses afuera. Ahí desapareció lo de la selección, lo de Austria y lo de Argentina. Recuerdo que estaba en mi sillón viendo el partido con Bolivia, donde ingresa Yordy Reyna.
¿Después te llama el Aurich?
Claro, nos habíamos enfrentado un par de veces. Ya sabía que ese equipo pagaba bien. Mi tío Cuto ya me había metido un par de ‘matamoscazos’ en el Elías Aguirre, empatamos 1-1. Uno de los asesores de Edwin Oviedo me dijo: “Quiero que seas de nuestros sueldos top”. Tres años de contrato, una buena prima y después un sueldo fijo atractivo. Era cuatro veces más de lo que ganaba en Alianza Lima. Lo que me pagaban en un mes, era lo que recibía en todo un año en Matute.
¿Cómo fue esa firma de contrato?
Cuando fui a firmar en un hotel en San Isidro estaban todos, pero no figuraba la prima. Don Edwin Oviedo le dijo a mi papá: “La prima se la damos en Chiclayo”. Mi viejo respondió: “No, no. Cuando tengas la plata de la prima, nos avisas”. Oviedo replicó: “Nos vemos a las 7 de la noche en este restaurante”. Llegamos y le pregunté por la prima, y había un bolso con el dinero. “¿Qué es esto?”, me dije.

Ahí nomás llegas a la selección
Ese año me convocan a la selección peruana y conocí al locazo de Jean Deza. También al Loco Vargas, que venía de Italia, y a Paolo Guerrero, que llegaba del Corinthians.
Recuerdo que estábamos en una mesa con André Carrillo, que venía de Portugal. El Loco le dice: “Culebra, ¿y ese reloj cuánto vale?”. Carrillo respondió: “10 mil”. El Loco, por joder, le dijo: “Este vale 40 mil”. Paolo estaba callado y el Loco le preguntó por el suyo. Paolo no quería decirlo, hasta que soltó: “90 mil”. En ese momento llegó Antonio García Pye a repartir los sobres que te dan por la convocatoria. Yo agarré mi plata y la guardé, para mí era bien recibida. El Loco le dice a Paolo: “Te juego tu sobre en un partido de ping-pong”. No lo podía creer.
Ese año te fue bien...
Hasta tuve una oferta de Brasil. El empresario que se había llevado a ‘Cachito’ Ramírez me consiguió una propuesta del Internacional de Porto Alegre. Iba a ganar más que en el Juan Aurich. Le enseñé el contrato a Edwin Oviedo y me dijo: “Después de la Copa América vas a valer el doble”.
Ese año jugamos la final, pero yo no podía flexionar la rodilla. En la resonancia salió esguince de ligamento cruzado. Estaba en Estados Unidos y pedí que me mandaran las imágenes a un traumatólogo. Me dijo: “Fortalece un mes y medio, y si no responde, te operamos”. Jugué la Libertadores 2015. Después, con la salida de Oviedo a la FPF, todo cambió: se acabó el departamento, ya no había almuerzo ni cena. Del contrato, te pagaban la mitad y la otra parte en diez días.
¿Te multaron?
Sí. Un día llegué tres minutos tarde, me había quedado dormido. Roberto Mosquera ni me escuchó. Me mandó a disposición de la directiva y me aplicaron 50% de multa en mi sueldo. Tardanza es 100 dólares, repliqué. Me asesore con la Agremiación porque me buscaban la sinrazón. Incluso me seguían hasta mi departamento para ver con quién llegaba y me mostraban las fotos.
En el 2015 llegas a Universitario
Ese año fue duro, tío. Yo tenía arreglado mi regreso a Alianza Lima. Pedí lo mismo que ganaba en Aurich, pero me dijeron que el presupuesto se cayó. Mi papá vio una opción en la ‘U’. No pedí lo mismo, pero algo cercano. Sabía que la gente se me iba a venir encima porque yo siempre dije que era de Alianza. Firmé y al inicio la barra me insultaba, no eran todos, pero cuando vieron que me tiraba de cara me dejaron de joder.
Ese año llegó Raúl Ruidíaz desde Melgar, hizo goles por todos lados y nos salvamos.
Al año siguiente se da el encuentro con Roberto Chale
Claro. Recuerdo que llega el profesor Chale. Él era columnista en El Bocón y una vez escribió tirándome flores. Pero en la ‘U’ estaba el Cholo Chávez, que volaba. No había forma de sentarlo: atacaba, defendía, metía patada y encima era de la casa. Encima el porfe que te soltaba cada comentario que te dejaban frío.

¿Es cierto que Chale tenía ocurrencias únicas?
Sí, un día a Álvaro Ampuero le dijo: “Hijo, ¿por qué mejor no vas a trabajar a ‘EEG’?”. A todos nos sacó del cuadro. El profe no era de trabajar mucho, pero sabía hacer cambios dentro del partido. Una vez con Guti lo vimos que se estaba quedando dormido, estaba cabeceando en la banca.Termina el primer tiempo, se despierta y llama a Paolo Maldonado: “He soñado que lo tenemos que meter a Guti”. Lo puso y ganamos el partido. Increíble, no puede ser.
Cómo lo extrañamos al profe… ¿Alguna anécdota más con él?
Una vez fuimos al cumpleaños de un compañero del equipo. Éramos un buen grupo, unidos. Al día siguiente regresamos destruidos. Su asistente, Ramón, hizo la práctica y nadie se podía mover. El profe se da cuenta y preguntó: “¿Qué han hecho muchachos? ¿Dónde han estado?”.Uno de sus hombres de confianza le dice: “Profe, hemos estado todos aquí”. Roberto nos mira y grita: “¿Y por qué no me dicen? Si me avisan, yo también voy”. Luego ordenó: “Ramón, cancela la práctica y mándalos a dormir”.
Después te vas a Municipal…
Sí, me pide Grioni, que había hecho un campañón. Aldo Corzo regresa a la ‘U’. Teníamos buen grupo: Erick Delgado, Adrián Zela, Damián Ísmodes, Pier Larrauri, Lavandeira. En 2017 aumentó el tema de la bolsa de minutos y complicaba, porque necesitabas un chico con experiencia y yo estaba de lateral derecho. Jugaba un partido y me sacaban dos. Se fue Grioni y tomó el equipo Ameli y me pone de lateral izquierdo. Ese año me llaman dos veces a la Videna para medirme. Néstor Bonillo me contaba los pliegues. Tenía ocho goles jugando de lateral izquierdo.
Ese rendimiento te devuelve a Alianza Lima
Vuelvo ese año a Alianza con Miguel Ángel Russo, pero después Bengoechea no me tuvo confianza. Tuve opciones en Sport Boys, Melgar y México. Firmé por Boys y ese mismo día me llaman de México. Le dije a mi representante: “Hay que pagar 50 u 80 mil dólares”, pero al final el club pagó la cláusula. Me fui solo, esperando que Melissa (Paredes) termine de grabar una novela y viaje con mi hija.
Me iba bien, aunque me costaba el tema físico. El DT me apoyaba y me pedía mejorar el recorrido en el GPS. Pero cuando me empzaba a ir mejor, me rompí el cruzado, y ya no daba más. La rodilla se me trababa, me mandaron a operarme los ligamentos cruzados. El especialista me dijo que, por protocolo, eran nueve meses para volver.
¿La pandemia te agarró en México?
Sí. Mi mamá viajó para ayudarme en el posoperatorio y a los dos días cierran la frontera, por la pandemia de Covid-19. Encima estábamos por ascender y se corta el torneo. En México aprovecharon para decir: “No hay ascenso por cinco años”. Tras eso, una travesía para volver a Perú. Buscamos vuelo humanitario, y recién después de dos meses encontramos cupo y regresamos. Me rehabilité acá, pero me faltaban cinco meses más.
¿Ahí aparece César Vallejo?
Exacto, me llama Richard Acuña para ir a Trujillo. Firmé dos temporadas y todo el torneo se jugó en Lima. Me fue bien, Chemo un tipazo. Ese año tuve los problemas familiares que ya conocen y me separé.
Por mi hija, no podía regresar a Trujillo. Yo había peleado por quedarme con ella y no podía dejarla. Hablé con Chemo y Richard, y me entendieron. Me dijeron: “¿De qué nos sirve tenerte acá si tu cabeza está en otro lado?”. Y regresé al Sport Boys.

¿Hasta cuándo piensas seguir jugando?
Me había planteado unos tres o cuatro años más porque me siento bien, pero uno tiene que ser consciente: hay que estar en buen nivel para jugar.
¿Y cómo estás en el plano familiar?
Los últimos tres años fueron bien ajetreados. Si las cosas no están alineadas, no estás bien. Hoy estoy estable y tranquilo, tanto con mi primera hija como con la segunda.
Con la mamá de mi primera hija (Melissa Paredes) ahora tenemos una muy buena relación. Podemos conversar, cuando antes nos peleábamos todos los días. Ella sabe que, si tengo que ayudarla en algo con nuestra hija, lo voy a hacer. Antes competíamos y me parecía algo tonto. Al llevarnos bien, he visto que eso repercute en mi hija, y ambos nos hemos dado cuenta. Estamos trabajando para mantenernos en esa línea.
Por el otro lado, con mi otra hija y mi novia, llevo las cosas bien y esio hace que uno pueda estar tranquilo y manejar mejor todo. Hoy llevo una vida familiar recontra estable.
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