
Hola, mi gente maravillosa de La Fe de Cuto, un programa que sigue haciendo historia. Agradecerle a Papalindo y al diario Trome, que siempre me engríen. También quiero agradecer a nuestro público, que continúa apoyándonos por cuarta temporada y disfruta de este viaje a Buenos Aires, donde hemos ido en búsqueda de un delantero letal, de área. Con decirles que mi función era desbordar y sacarle centros… y los goles venían solos. Hizo más de 20 goles. Ese delantero lo tenemos aquí; démosle la bienvenida al ‘Pirata’ Adrián Czornomaz.
¿De qué barrio eres, Adrián?
De Avellaneda, cerca de la cancha de Arsenal de Sarandí, pero soy hincha de Independiente de Avellaneda desde chiquito.
¿Y jugaste también allí?
Sí, me tocó jugar allí. Tuve la suerte de jugar con Ricardo Enrique Bochini, ídolo máximo del club. Salimos campeones juntos en una gran campaña.
Tuve la suerte de debutar ese año y hacer cuatro goles. No era titular, era suplente, pero me di el gusto de jugar con mi ídolo, salir campeón con mi equipo y con mi familia en la tribuna. Creo que cumplí el gran sueño de todo chico.
Aparte, como personas eran A-1, ¿no?
Sí. A mí me recibieron bien cuando era chico, tenía 18 años y me trataron muy bien. No era como es ahora, que todo es más distante. Bochini venía de ser campeón del mundo y me ayudó mucho.
¿Qué recuerdas de tu infancia?
Lo más lindo de mi infancia es que mi viejo siempre me bancó para jugar. Mi mamá quería que estudie, y a mí me gustaba más jugar que estudiar. Mi viejo me ayudaba a ir a los entrenamientos de infantiles; me llevaba a todos lados.
Cuando pasé a Argentinos de Quilmes, en el ascenso de Buenos Aires, él me sacaba del colegio y mi mamá no quería, hasta que Independiente se fijó en mí.

¿Cuál fue el punto de quiebre para dedicarte al fútbol?
Fue cuando jugaba en el ascenso de Argentina e Independiente, con todos los goles que venía haciendo, se fijó en mí. Hicieron un trato los dirigentes con Argentinos de Quilmes y pasé a jugar a Independiente.
Cuando tuve a los ídolos cerca me di cuenta de que podía llegar a ser jugador de fútbol. No le puse mucha atención al estudio y me dediqué a formarme como futbolista. Físicamente y futbolísticamente había que fortalecerse.
Ya entrenaba con el primer equipo y a los 18 años supe que podía ser profesional. Así empezó mi carrera y terminé jugando 20 años como profesional. En todos los equipos hice 20, 30 o algunos goles.
¿En el colegio qué tal alumno eras?
Yo me considero un poco vago, como cuando iba al gimnasio. Pero era un chico inteligente, aprobaba los exámenes. Siempre pasé de grado y me recibí de la secundaria. Los objetivos de mamá los cumplí. Después fui por el fútbol.
Los profesores me ayudaban, los muchachos también; me iban a ver al estadio, era muy popular.Después hice dos años en Ciencias de la Comunicación para dedicarme al periodismo, pero ya el tiempo no me daba, porque entrenábamos a doble turno.
Luego, a los 21 años, me vendieron al Cobreloa de Chile. Cuando regresé a Argentina ya no me daba para seguir estudiando. Gracias a Dios hoy sigo trabajando y viviendo del fútbol.
¿A qué jugadores admirabas de niño?
De niño, a Bochini, fue mi ídolo en Independiente. Después, ya más grande, a Diego Maradona. Fue genial porque jugaba en canchas que no eran como las de ahora, y las patadas que le dieron y cómo lo lastimaron…
Fue un líder y un goleador temible. Todo lo que luchó Diego, ahora lo disfrutan ellos. Messi juega en canchas hermosas y no le han dado una patada como las que le dieron a Diego. De grande lloré cuando Messi ganó la Copa del Mundo. Fue lindo disfrutarlo desde acá con la familia y los amigos.
¿Cómo nace la chapa de ‘Pirata’?
La verdad es que cuando estudiaba Ciencias de la Comunicación, dos amigos, Pablo Vignola y Mario Bulgarelli, trabajaban en una revista importante llamada Solo Fútbol, que competía con El Gráfico. Ellos me decían: “Tú haces goles, tienes que tener un apodo”.
Estaban el ‘Tigre’ Gareca, el ‘Búfalo’ Funes… Entonces empezó la joda en la universidad y me dijeron: “Te vamos a poner ‘Pirata’”.Yo todavía no había debutado en Primera. Y la revista, que cubría la Reserva y el ascenso, ponía: “Gol del ‘Pirata’ Czornomas y ganó Independiente en cuarta”.

Después en la Reserva: “El Pirata aquí y allá”. Luego Solari me convoca al partido en el que debuté, hice el gol y José María Muñoz, relator histórico junto a Víctor Hugo Morales, gritó: “Gol del ‘Pirata’ Czornomas”. Y no me lo saqué más.
Hoy sigo viendo a esos amigos; uno es padrino de mi hija y con el otro nos juntamos cuatro o cinco veces por año con las familias.Ahora tengo que explicar que el apodo es por mi etapa en el fútbol y no por otras cosas. Eso lo sabe la esposa y la familia, pero otros creen que te dicen ‘pirata’ por otras mañas.
Cuando llegas a Cobreloa con el apodo de ‘Pirata’, ¿cómo te fue?
La verdad, muy bien. Me fui a jugar a un equipo copero que hoy está en Segunda División, pero en esos tiempos jugaba la Copa Libertadores. Era de los grandes: Colo Colo, Universidad de Chile, Universidad Católica y Cobreloa era el cuarto más importante. Además, jugar en altura era una ventaja: 2,700 metros.
Me costó adaptarme, como me pasó en Cerro de Pasco. Marcelo Trobbiani era el número 10. Jugaban con dos extremos que pasaban rápido, centraban y yo tenía que estar cerca del arco; me pegaba la pelota y se metía.
Hice 35 goles allá.Cuando San Lorenzo vio esa cantidad de goles, se fijó en mí y me hizo volver a Argentina. Tengo un gran recuerdo de Calama. Antes no había edificios; allá está la mina de cobre más grande del mundo. Ojalá puedan volver a Primera.
¿Cómo te fue en San Lorenzo?
San Lorenzo era un equipo muy grande, pero todavía no tenía estadio como ahora. Un equipo con buenos jugadores al que le faltaba el nueve. Jugamos la final de la Liguilla con Boca, en la Bombonera, y la ganamos para jugar la Copa Libertadores.
Hice 14 goles ese año y el Rapid de Viena me compró. San Lorenzo necesitaba el dinero para terminar el estadio y dos años después lo inauguraron. Un pedacito contribuí a esa construcción.
En el Rapid de Austria, ¿cómo te fue?
No me fue bien, hice un solo gol. El problema fue que llegué en enero y hacía mucho frío. La nieve tapaba la calle, la cancha, no alcanzaba a calentarme los pies. No había la ropa térmica que hay hoy. Encima, el idioma era alemán; yo sabía un poco de inglés y la comunicación era difícil.La anécdota es que los dirigentes compraron el pase, pero no lo declararon en la legalidad.
Entonces, esos dirigentes fueron investigados por lavado de activos. En el medio caí yo: tuvieron que investigar y la embajada argentina me llamó por una investigación que estaba haciendo la CIA de Estados Unidos a esta gente. Yo no tenía nada que ver y salí limpio de todo. Me perjudicó mucho porque la nueva dirigencia, a los seis meses, no quería que yo continuara y me tuve que ir.
Después regresaste a Argentina y pasaste por Banfield, Quilmes y Los Andes.
No me fue muy bien en lo futbolístico y me puse a estudiar para martillero público, el de los rematadores que compran y venden casas. Bienes raíces. Hice algunos trabajos. Después vendía seguros para autos y para casas. Tuve que hacer cosas porque económicamente no me estaba yendo bien.
Me había casado y estaba por nacer mi hijo, hasta que llegó la etapa de All Boys, de la segunda división. El entrenador me conocía de Independiente y me preguntó qué estaba haciendo. Le dije que vendiendo seguros porque mi pase estaba atrapado en Austria. Así que me dijo que iba a hablar con Julio Grondona para que me pudieran habilitar y jugar en segunda.
Llegué de suplente y metí 27 goles ese año. Me reinventé. De allí pasé a Los Andes y anoté 30 goles. Allí jugué contra Eduardo Manera de Estudiantes de La Plata. Es por eso que, cuando el profe llega a Universitario, me llama y caigo en la ‘U’.
¿Qué te acuerdas de esas épocas en Universitario?
De las cargadas (bromas) de la gente, porque yo era bastante inocente para muchas cosas. Me hacían trampas jugando al billar porque concentrábamos en el Lolo, en ese cuarto donde dormíamos apretados. Todas las ganas de ayudar al club hicieron que ese equipo fuera inolvidable.Siempre que me invitan a algún evento de Universitario voy muy predispuesto, porque sé que hay gente buena con la que me voy a reencontrar.
¿Qué sabes del ‘Loco’ Gonzales? Tiene más grifos en Paraguay... Fui a jugar en 2013 y me fue a buscar al hotel. ¿Cómo renegabas con él?
Era un jugador grande, pero su talento estaba intacto. Aparte, íbamos y veníamos todos los días porque yo no tenía auto. Vivíamos en el mismo edificio, compartíamos con las familias. Recuerdo un día que el ‘Loco’, en el zanjón, en la Vía Expresa, venía rápido como siempre. Creo que cerró a un auto y el otro se le vino encima. El ‘Loco’ hacía como que quería pelear y del otro auto sacan un revólver. Yo me deslicé en el asiento. El ‘Loco’ me dijo: “Vámonos, que estos están más locos que yo”.
Me acuerdo de tus papás que te fueron a ver al club.Fue uno de los últimos viajes de mi papá; a los dos años murió. Disfrutó mucho de los entrenamientos, de la comida. Alfredo Gonzales lo invitó a un viaje al mar, a un lugar al que fuimos de visitantes, y vino en el avión con nosotros. Recuerdo que disfrutó muchísimo esa estadía: estuvo como 15 días y lo pasó muy bien. Venía a ver al nieto, mi hijo Nicolás, que recién había nacido. Hoy Nicolás tiene 30 años, es futbolista y está jugando en Grecia. Hace cuatro años que está allá y juega mucho mejor que yo.

¿Cómo se dio tu paso a Sporting Cristal?
Me gustaría aclararlo. Lamentablemente, Alfredo (Gonzales) ya falleció. Se dio ese año de la ‘U’ maravillosa. Llegó diciembre y Alfredo no me decía si quería que siga en la ‘U’. Recuerdo la fecha: era 7 de diciembre y yo regresaba de vacaciones a Buenos Aires. Entonces le digo: “Alfredo, ¿qué vamos a hacer? ¿Van a querer que siga? Vamos a hacerte una oferta para que puedas continuar. Mira que hice un montón de goles y tengo algunos ofrecimientos: dos clubes de Perú y uno de México. También una propuesta para volver a la Argentina. A mí me gustaría continuar en la ‘U’”.
“Hagamos una cosa, Alfredo. Yo voy a esperar que me llames hasta el 23 de diciembre. Ese día tengo que tomar una decisión”. Llegó el 20 de diciembre y no tenía una llamada. El 23, me llaman de Sporting Cristal y me dicen que están interesados, que iban a jugar la Copa Libertadores y me daban un dinero bueno. Entonces mi representante llama a Alfredo para avisarle que había una oferta de Cristal y él no le creyó; pensó que lo estábamos apurando.
¿Y qué pasó?
Desde Cristal me dijeron que el 26 estaban mandando a una persona con los documentos y parte del dinero de la prima para que yo esté el 2 de enero en el club para la pretemporada. Así fue: firmé el precontrato y el 2 de enero me presenté en Lima. Fue un lío grandísimo. Me tuvieron que sacar por otra puerta del aeropuerto. Me llevaron a un hotel oculto, nadie sabía dónde estaba hasta que firmé los papeles.
Alfredo decía que ese contrato no valía porque tenía un compromiso con Universitario, y eso no era verdad. Ni de palabra habíamos acordado, porque nunca me hizo un ofrecimiento para continuar. La verdad es esa. La gente en la calle me decía traidor y pesetero. Nunca lo sentí así. Pero me da gusto poder aclararlo, y cuando vuelva a caminar por Lima, hacerlo tranquilo.
Ese año, Cristal hace un campañón y es finalista de la Copa Libertadores…Markarián había armado un gran equipo. Había muchos de la selección peruana: Julinho, Bonnet, Balerio, que había tenido un año sensacional con la selección peruana y estuvo a punto de ir al Mundial.Hasta que jugamos con Racing y vino un equipo mexicano, y Cristal me dejó ir. Sacamos de carrera a Vélez, campeón del mundo, y con un pase mío le anotó a Chilavert y pasamos a semifinales en Buenos Aires.
¿Qué puedes decir de Markarián?
Un técnico adelantado a su época. Ya trabajaba con computadoras, algo que no se veía mucho. Con mucha capacidad. Armó un equipo competitivo que tenía a ‘Ñol’ Solano como la bandera del equipo: con pase gol, pateaba penales de maravilla. Por algo llegó a ser el último en jugar la final de la Copa Libertadores.
¿Qué anécdota te acuerdas de esa época?
Recuerdo que estaba el preparador de Markarián, Mario Mendaña, y era muy estricto. Estábamos en el Cusco y luego íbamos a jugar con Bolívar por Copa Libertadores. ‘Ñol’ empezó a meterle manija sobre que había entrado una chica a la concentración. En un cuarto estaban todos disfrazados con las sábanas como fantasmas, con pelucas y todo, y cuando entró el profe a ver qué estaban haciendo, todos le saltaron encima y le hicieron el “apanado”. El susto que se pegó el profesor…
¿De los 23 goles en la ‘U’, cuál recuerdas más?
El que le hice a Alianza Lima en un clásico en el Nacional. Recuerdo ese gol porque perdíamos 1-0 y Paolo Maldonado desbordó, sacó el centro, yo anticipé y la agarré de volea. Un gol hermoso. Hoy, cuando mi hijo ve el video, me dice: “Tú no pudiste hacer ese gol”, porque técnicamente fue muy bueno. Eso me dio un espaldarazo; a pesar de que venía haciendo goles, fue algo que me marcó con la gente.

¿Otros goles?
Los que hacía cuando tú ibas a chocar con los zagueros; quedaba el rebote y me quedaba a mí…
Hay un gol que la metes con la espalda…Ese gol tú lo peleaste y me quedó de espaldas. Yo hice como una chilena, pero sirvió para ganar. Por eso creo que hacíamos una buena dupla. Tú hacías el trabajo sucio, de adentro hacia afuera, y yo me ocupaba dentro del área. Te marcaban a ti y yo quedaba libre. Yo trataba de aprovechar eso.
El aspecto físico era otra cosa. Cuando hacíamos los trabajos, no levantabas las pesas. Cuenta eso…
Cómo te gusta, ¿no? Es verdad, no me gustaban los trabajos con pesas. El fútbol empezó a cambiar en esos momentos. El hijo de Manera, Octavio, era un profe adelantado para la época; hoy trabaja con el Chacho Coudet en España y ha hecho una carrera hermosa.Cuando yo llegué, quería mejorar físicamente y me lleva a hacer pesas con ustedes. Yo recién llegaba; ustedes ya venían con la costumbre de trabajar con pesas, yo no. Me mandó a levantar 10 kilos de cada lado. Yo no la levantaba, y me decía: “No puede ser que no puedas levantar”. Después me bajó el peso.
Después, en el edificio donde vivíamos, para que fuera más rápido, me llevaba a una cancha de crossfit para ser más rápido. Después agarré un poco de pesas. Un día me mandó a hacer estocadas con peso fijo. Recuerdo que me dolían un poco las piernas.
Eso fue un martes. Hacíamos fútbol el jueves y jugábamos el domingo. Me despierto al otro día y no me podía bajar de la cama.Ese día llego como un robot al entrenamiento y Eduardo Luján me dice: “¿Qué te pasó?”. Le conté que había hecho estocadas, que las piernas no me respondían, que no podía entrenar porque me lastimaba. “Hoy no entrenas, mañana solo corres”, y así llegué al viernes, que solo hice tácticos, pelota parada, y el domingo hice un gol. Nunca más hice ese ejercicio.
¿Te costó dejar el fútbol profesional?
Sí, me costó. Fue una etapa difícil, porque fue a los 38 años, en la B Metropolitana. Yo marcaba una situación de pique a mis compañeros y cuando me la tiraban ya estaba en offside. Era lento de joven y a los 37 años, imagínate, era más lento.Pensé que el que estaba de más era yo. No estaba en los tiempos de los chicos. Dejé de jugar y, por suerte, me incorporé a un cuerpo técnico de Quilmes y aprendí el oficio de entrenador. Después de estar en un vestuario con 30, estuve con cuatro: el técnico, el asistente y el entrenador de arqueros. El fútbol es lo que me gusta. Dirigí a varios equipos, ahora estoy sin club porque terminó el torneo y espero volver a dirigir. Me siento capacitado.
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