Mi gente de ‘La fe de Cuto’, tras una semana intensa por el programa con los hermanos Guisazola, ahora les compartimos la primera parte de una entrevista por la que hemos estado detrás mucho tiempo: nos visita el gran ‘Julinho’. Harto aguadito.

El exjugador brasileño nos cuenta detalles de su infancia y de cómo fue que empezó a jugar el futbol. Además, nos cuenta sus secretos familiares y de su paso por la escuela en su natal Salvador de Bahía. Emotiva historia.

Finalmente, Julinho habla de cómo llegó a Cristal y de cómo la ‘Pepa’ Baldessari se convirtió en un referente en su vida cuando compartieron camerinos. Arrancamos, mi gente. No se olviden que la fe es lo más lindo de la vida.

¿Por qué te dicen Julinho?

Tú sabes que Julinho es diminutivo de Julio. Cuando me dicen Julinho sería Julito, mi nombres es Julio César. A los Julios, cuando eres chato en Brasil, les decimos Julinho; y si eres alto, Juliao. La única que me llama Julio es mi mamá, luego todos me dicen por mi chapa. A mí me encanta porque es un logo, es más, he conocido a hinchas del Cristal que le han puesto a sus hijos Julinho.

¿Cómo te mantienes en vigencia?

Yo tuve unos padres maravillosos y ellos desde el principio me dijeron que el fútbol no va durar para toda la vida, que tenía que reinventarme, que hiciera lo que sea, pero que lo haga bien. Me dijeron, ‘no importa la profesión que tengas, puedes recoger basura, vender celulares, pero ser digno de tu trabajo y trabajo que sea, que seas el mejor’. Entonces cuando termino el fútbol, mi mamá me recordó que quemé una etapa y me aconsejó que me reinventara. Y eso hice, fui a Vale la pena soñar con Mónica Ceballos, estuve como comentarista, después estuve en la radio, comerciales, me reinventé. Todo fue natural, nada forzado, naturalmente me fui reinventando y sigo vivo.

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Yo nunca entré al fútbol por dinero, mi sueño era meter goles, vestir la camiseta de un equipo, ser reconocido y que un estadio entero grite mi gol, sentir esa emoción, nunca me importó la plata, desde chiquito.

Te cuento una anécdota. Yo estaba en Cristal, después de algunos años yo había comprado un buen carro y llega una señora con un niño que estaba en la academia y le dijo ‘mira a Julinho, mira el carro que tiene, tienes que jugar fútbol para comprar ese carro’, yo le dije que no, llamé a ese niño y le dije ‘juega al fútbol por amor, por pasión, el dinero viene solo, todo viene solo’.

Mi papá me dijo algo un día que fue lindo, yo admiro mucho a mi viejo y a mi mamá, todo lo que soy es gracias a ellos, los consejos que me dieron me quedaron marcados. Mi papá me dijo ‘cada vez que entres al campo nunca te olvides que no estás jugando para ningún equipo, tú eres el payaso del circo, hay gente que deja de comprar una leche para su hijo, que deja de comprar comida, gente pobre que va al estadio solo para tener una alegría y tú tienes que ser el payaso del circo’. Yo era tribunero, y no es porque era figureti, sino que me lo enseñó mi padre. Cada vez que yo entraba, yo me preocupaba por la gente que está en la tribuna, buscando una alegría. Cuando la gente dice que el fútbol no es un teatro es mentira, el mayor teatro de la tierra es el fútbol, tienes que dar espectáculo. Yo nunca pensé en títulos, goles, yo siempre pensé en jugar para la gente y naturalmente vino todo. El consejo que le doy a todos los padres, vendan esto para sus hijos, cuando entran al fútbol tiene que ser por amor y por pasión.

Julinho y sus más íntimas confesiones en ‘La fe de Cuto’. (Foto: Trome)
Julinho y sus más íntimas confesiones en ‘La fe de Cuto’. (Foto: Trome)

Julinho y la vez que cayo encima de Cuto en un partido

No sé si tú te acuerdas, en el Monumental, estadio lleno, Cristal vs Universitario. Yo jugaba por el lado izquierdo. Tú, como tienes las patas largas, me quitaste la pelota con una cola y arrancaste y tú también eras rápido, yo la piqué detrás tuyo y cuando yo corría detrás tuyo, hacías tus piernas así, parecías un camello, y sin querer me aproximé mucho a ti y tú con la pata hacia atrás terminas golpeándome entre mis piernas y me haces como una catapulta, como un látigo, y me tiras por arriba y caí encima tuyo, nos sacamos la mier..., y yo ‘Cuto de mier...’. No es que salté en tu cabeza, salí volando y caí encima tuyo.

¿De qué parte de Brasil eres?

De Salvador Bahía, una ciudad... Brasil es como Estados Unidos, tiene varias capitales y estados, son como 25 estados y capitales. Bahía, el estado, es casi del tamaño de Perú y la capital, Salvador, es un poco más grande que Lima, tiene como 7 millones de habitantes, es una ciudad grande. Yo nací frente al mar, la playa, paraba en la playa todos los días, soy chico de playa, de calle, de jugar en asfalto, una ciudad que te enamora. Hasta ahora la gente me pregunta ‘por qué saliste’, yo salí por el fútbol pero hasta hoy yo sigo enamorado de mi ciudad. Vale la pena conocer, el mejor carnaval del Brasil está en Bahía, Bahía es la tierra del Axe, lo que baila Brenda. Con Brenda nos conocimos acá, pero qué coincidencia que ella baila Axe y yo soy de Bahía.

¿Cuál era tu chapa en el barrio?

Osnicinho o Julinho. Osni era mi mayor ídolo, era un jugador que jugaba en el Bahía, era un chato, jugaba como yo. La primera vez que mi papá me llevó al estadio, tenía ocho años, lo vi y dije que quería ser como él. Comencé a imitarlo y todo el mundo me empezó a decir así. Hasta hoy es mi mayor ídolo. Yo cuando debuto en primera con 15 años, jugué contra él y tuve el placer de abrazarlo, no hay nada más lindo que jugar con tu ídolo.

¿Cómo fue tu infancia?

Nadie ha tenido la infancia que he tenido yo, extraordinaria. Fui un chico muy feliz, sin ninguna maldad, no me gustaba pelear ni discutir, yo era risa, bromas, joda, como hasta hoy. Amigos de infancia extraordinarioss, lamentablemente cuando me fui de Bahía los tuve que dejar atrás, pero los tengo en los grupos de WhastApp. Crecimos juntos, jugábamos juntos mañana, tarde y noche, en la calle o en la playa. Mi infancia fue en la calle, no con celulares, jugando fútbol en la playa, nadando, jugando fútbol en la arena, en el asfalto en 40 grados descalzo, yo tuve la mejor infancia que alguien pudo tener, la infancia antigua, cuando las calles eran seguras. Jugando canicas, el mundo, las escondidas, todo eso.

¿Qué tal alumno eras en el colegio?

Yo era muy inteligente pero no me gustaba estudiar. A los ocho años le dije a mi mamá... mi mamá estaba molesta porque tenía problemas en el colegio porque salía de las clases para jugar fútbol, yo fui el primer alumno hombre de un colegio de monjas, las monjas estaban locas conmigo, yo solo quería pelota todo el día, mis notas eran bajísimas, pero a fin de año estudiaba y pasaba. Los profesores se dieron cuenta que no era burro, sino que mi enfoque era el fútbol. Yo le decía a mi mamá ‘tranquila, yo voy a ser muy conocido, muy famoso, voy a ganar, voy a ser jugador de fútbol, va pasar’. Yo tenía mucha convicción de chiquito. Como alumno, como persona dentro del colegio, era muy querido. Yo sentía que había algo adelante para mí, no sabía lo que era, pero yo sabía que iba ser futbolista. Los amigos de mis papás decían que yo iba ser un vago, que me iba morir de hambre, yo les decía que confíen en mí. Mi papá le decía a mi mamá, ‘este chico es un monstruo’, porque era muy rápido. En su momento yo llegué a ser en Brasil uno de los jugadores más caros con 17 años. Todo lo que le dije a mi papá que iba pasar, pasó. Yo le hice una promesa. Jugué en Victoria Bahía, en Flamengo, jugué en la selección de Brasil, jugué en una eliminatoria de la Copa, y llegué a una final de la Copa Libertadores, le prometí a mi papá y llegué. Lo único que faltó es que le dije ‘voy a meter un gol y te voy a regalar un Toyoya’ y no metí el gol porque mi papá había fallecido 15 días antes.


Antes y después de Julinho. (Fotos: Archivo de El Comercio)
Antes y después de Julinho. (Fotos: Archivo de El Comercio)

¿Cuál era tu curso favorito en el colegio?

Matemática y también las ciencias, yo siempre fui de las ciencias, la historia del mundo, los planetas. Yo soy medio loco, paro mirando planetas con el telescopio, el espacio, me gusta. Me gusta los conocimientos de las ciudades, de los países, geografía, desde chiquito, otra cosa no. A veces en las matemáticas yo calculaba todo en mi cabeza, la profesora pensaba que había plageado. Yo desarrollaba de otra manera, pero sí tenía la respuesta.

¿Cómo fue tu llegada a Victoria Bahía?

Fue muy gracioso, yo estaba jugando una pichanga en un club que se llamaba Asociación Atlética de Bahía, y viene un periodista y me ve jugando, quedó impresionado, y le dijo a mi papá que estaba para primera, para la profesional. Mi papá me llevó a hacer una prueba a los 14 años, metí como cuatro goles, los hice puré y el mismo día me quedé. Así llegue y era el club de mi corazón. Tengo tres clubes de mis amores, Cristal, Victoria y Flamengo.

¿Cómo fue esa historia de que Bebeto abogó por ti?

Beto es mi amigo de infancia y siempre íbamos juntos a todos los equipos, Galicia, Bahía y Victoria. Esa historia es extraordinaria. En esa época no había categorías, había solo una categoría, juveniles y profesional. En juveniles era de 14 a 19, y la preferencia era siempre para los mayores, yo tenía 15. Un día había un clásico, Bahía vs. Victoria, cien mil personas en el estadio, nosotros jugábamos siempre la preliminar y el entrenador me dijo ‘necesito jugadores para completar el equipo de primera, anda tú y Pedro’, y le dije ‘no no no, yo quiero por lo menos salir en banca’ y me dijo que no, que no estaba en lista, y me sacó. Yo estaba molesto, entré a la combi para ir a la otra cancha donde estaban los profesionales y estaba toda la prensa porque habían llegado tres contrataciones. Ahí en la combi, mi amigo empezó a renegar y le dije ‘escúchame, hay que ver esto como una oportunidad, hay que tener fe, si la rompemos acá puede ser que nos quedemos en primera’. ‘Estás loco, si ni siquiera jugamos en la juveniles, yo voy a huevear’, yo dije no, yo voy a aprovechar, quizá el de arriba me está poniendo acá por algo, oré y metí, cuando llegué, era muy flaco y chiquito, pesaba 55 kilos, el entrenador era un campeón del mundo. La figura de ese equipo era el marcador izquierdo de Victoria, decían que me iba matar, el entrenador no quería, Bebeto se acerca y le dice que me meta, él no quería, pero Bebeto dijo que se responsabilizaba por mí, le dijo que yo era mejor que él. Metí dos goles en ese entrenamiento y cuando terminé, el entrenador se preguntó de dónde salí, toda la prensa se me vino encima y al otro día estaba en todos los periódicos, la nueva figura de Victoria, un chico de apenas 15 años la rompió entrenando en primera. Comenzó a sonar mi nombre. El lunes fui a entrenar a menores y me dijeron que mi ropa ya no estaba ahí, estaba en primera... fui a primera y tres meses después el entrenador me dijo ‘hay un clásico de profesional Bahía vs. Victoria ¿quieres jugar?’ y yo ‘claro’, y ¿quién estaba ahí? Osniciho, mi ídolo, yo le dije ‘soy tu hincha’, se mató de risa, me abrazó y me deseó suerte. Yo la rompí y de ahí mi carrera comenzó a despegar, es una historia que me gusta contar en detalles porque hay muchos chicos que no tienen esa fe, que a la mínima desiste, yo llegué a Perú y viví en una cochera y a los cinco años estuve en Cristal, en la selección peruana, si no tienes fe, no tienes nada.

¿Cómo te convocan a la selección sub17 de Brasil?

Ya le había cumplido la primera promesa a mi papá, ya estaba en Victoria, en la profesional. Y de la nada, Bebeto convocado para la sub20 y yo para la sub17, yo salté, fue una alegría, hicimos fiesta, era una época en la que era difícil llegar a una selección brasileña. Mi papá me recordaba los sueños. Vestir la verde/amarilla fue muy especial, y fue la realización de un gran sueño. Jugué con jugadores de primer nivel, Aldair, campeón del mundo, Neto, el gordo zurdo, Zinho, que jugó en el Flamengo, varios jugadores que estuvieron en esa selección terminaron como campeones del mundo, en el 94.

¿Has jugado en Brasil en tres clubes?

No, más. Yo jugué en Victoria Bahía, después fui para el Flamengo, Flamengo me quiere comprar y Victoria no me quería vender, pidieron 40 millones y terminé siendo el jugador más caro en Brasil. Yo quería salir y dentro de esa pelea me congelaron un año, ese fue el primer golpe de mi carrera, fue triste. Después fui a préstamo al Avaí de Santa Catalina... sabes quién era el arquero del Avaí, Fossati, nos hicimos muy amigos y después jugué contra Peñarol cuando Fossati era el entrenador y dijo ‘¿ese inmortal sigue jugando?’, él ya se estaba retirando ese año, yo recién empezaba. Del Avaí volví a Victoria por un año más, después vuelvo a salir y fui para el Trece... salí campeón con ese equipo, volví para Victoria, luego fui a Italia, después vuelvo a Brasil, vuelvo a Victoria y voy a Fortaleza y de Fortaleza apareció Lula con una propuesta para Perú.

Julinho y sus más íntimas confesiones en ‘La fe de Cuto’. (Foto: Trome)
Julinho y sus más íntimas confesiones en ‘La fe de Cuto’. (Foto: Trome)

¿Cómo llegaste a Perú?

Yo no le voy a mentir a la gente. Fue una historia muy mal contada. Todo el mundo dice que yo vine de yapa con Lula. Yo andaba en bividí, short y sandalias, entonces la gente decía que yo hacía fútbol playa, yo jugué más de 10 años fútbol profesional en Brasil, pero a veces la gente se olvida de mi carrera. Nunca vine de yapa, yo estaba para renovar contrato con Fortaleza. En Brasil se paga muy mal y muy poco. Lula viene y me dice ‘hay un equipo en Perú que se llama Defensor Lima y paga en dólares’, el dólar estaba 7x1 en Brasil, era mucha plata. Lula me dice que era una buena oportunidad pero querían que haga prueba, yo le dije que no, yo quería ir a la selección brasileña. Me dicen cuánto era y yo... hablé con mi mamá, mi familia era de clase media alta, mi mamá me dijo que era mucha plata, yo no conocía nada de Perú, y Perú estaba con cólera, terrorismo, era el 91, toque de queda. Yo no conocía nada de Perú, no hablaba el español. Cuando vi los números era mucha plata, me alcanzaba para comprar un departamento, mi mamá me recomendó que venga y pruebe. Vine a Defensor Lima, hice la prueba, metí goles y le gustó a Williams Ramos y gracias a ellos estoy donde estoy, me trataron muy bien. Firmamos contrato. Cuando salía a la calle me quedé asombrado, todo destruido por el tema del terrorismo, Perú era terrible en esa época. Busqué dónde vivir y encontré a una señora que había acondicionado su cochera como un minidepartamento, un televisor de 14 pulgadas en blanco y negro, una cama, un baño y ya está. Abría la puerta, de frente a la calle y ahí estaban todos los cambistas que hasta ahora son mis amigos. Así fue que llegué, pero no vine de yapa, vine con Lula pero con un precontrato para entrenar. En el primer día que llegamos, Willy nos recoge del aeropuerto y nos lleva al Lolo, para jugar un amistoso contra la U, me dieron una Spray y un hotdog, comí y yo no conocía ningún equipo peruano. Entramos y comencé y nos fue muy bien. Luego hicimos la prueba y nos quedamos. Es que la gente mira dónde estás pero no lo que hiciste para llegar acá. Mi mamá me dijo algo que me quedó marcado de por vida, en 1996 me dijo, ‘hijo, me parece que en otra vida fuiste peruano y lo único que hiciste fue volver a tu casa’, es verdad, al principio yo no quería y hoy estoy enamorado de Perú. Yo tuve que hacer muchos sacrificios, dejar a mi familia, a mis amigos, yo tengo 30 años en Perú y no tengo familia acá. Yo en estos 30 años solo veía a mi papá y a mi mamá una vez por año, solo una semana. Mi papá murió, mi hermana murió de cáncer hace dos años, entonces cuando me miro al espejo me pregunto ‘¿será que valió la pena?’, para ganar algo, hay que perder algo, yo no sé si gané más, pero la sensación que tengo es que perdí más. Dejé a mi familia, la vida solo se vive una vez, 30 años lejos de mi papá, de mi mamá, de mis hermanos, muy duro. Yo les digo ahora a mis hijos que disfruten más a la familia. El fútbol me ha dado mucho pero también me hizo perder mucho, yo no tomaba, no fumaba, no paraba en discotecas, perdí toda mi juventud para dedicarme solo al fútbol. Si me preguntas si lo volvería hacer, no sé, porque cuando pones en una balanza, la familia vale más.

Yo cuando me enfermaba, no tenía mamá, no tenía quién me cuide. Cuando no tenía qué comer, no podía ir a la casa de mis hermanos. Mi Año Nuevo y mi Navidad acá, como pollo, mientras Brenda está trabajando. Es importante que la gente que entra en el fútbol lo sepa, ganas mucho, pero pierdes mucho.

Julinho: por qué no pronuncia bien el español después de 30 años en Perú

Yo voy a ‘Vale la pena soñar’. Mi problema no es que no sé hablar el español, claro que sé hablar español... 30 años en Perú y si no supiera hablar español, sería un burro. Mi problema es la dicción, el bahiano no habla la ‘R’, hablamos como franceses, yo no pronuncio la ‘R’, me cuesta. La única manera de mejorar la dicción es hablar como ‘pato’. Mónica Ceballos me dijo ‘no hables así, pareces un pato, habla con tu acento brasileño’. Me dijo ‘te puedo dar un consejo, el día que tú hables bien el español, ya no sirves para la televisión’. Yo entendí que era verdad y ha funcionado.

¿Tú has sido compañero en el Defensor Lima de Luis Farfán, el papá de Jefferson?

No solo él, estaba ahí Lanata, Colibrí, Barrera, Agujita, el Mostro Hurtado, Revilla, Chale... ese equipo fue puntero de campeonato todo un año.

Julinho revela que papá de Jefferson Farfán le robaba

Yo llegué de Brasil, allá, cuando te piden plata prestada, te pagan al otro día. Pero venía Peñita y Farfán a pedirme 10 soles, al otro día yo estaba esperando y nadie me pagaba, me daba verguenza pedir, no me pagaban, hasta que dije ‘está huevón’. Yo compraba mi CocaCola y por cortesía yo ofrecía, en Brasil nadie te recibe, pero acá, la CocaCola pasaba por todos y me dejaban dos dedos... Yo dije ‘ya no traigo plata’. Yo siempre llevaba mi plata en una billeterita y pasó una semana y viene Peña y Farfán a decirme ‘oe gringo, te crees pendejo, ya no traes plata, si nosotros te estábamos robando tu plata, nos estás cagando’. Yo me maté de risa. Era un grupo extraordinario, yo estoy muy agradecido con todos los jugadores, me ayudaron mucho. El Mostro Hurtado me enseñaba las lisuras. Yo le preguntaba cómo se llama ‘taxi’, me decía que grite, ‘hey concha tu...’, los taxistas me decían ‘fuera gringo de m...’, yo no entendía nada y el Mostro Hurtado se reía. Momentos inolvidables, ellos me ayudaron mucho.

¿Varios clubes se peleaban por ti?

Nadie peleaba por mí, nadie me quería. El único que equipo que apareció en una época fue el León de Huánuco. Yo tomé la decisión de volver a Brasil, casi me voy al León de Huánuco pero se frustró, por el tema de la altura, un montón de cosas... me di cuenta que no iba poder. Vuelvo a Brasil pero nadie me quería y un día estoy en mi casa y me toca la puerta un dirigente de Alianza Lima, que quería contratarme, me ofreció casi el doble de lo que ganaba en Defensor Lima, pero yo quería quedarme, quería intentar en la selección brasileña o volver al Flamengo. Con el contrato en la mesa, era mucha plata, cerrado, la platitaaa... la platita cuando la rechazas, se va y nunca más regresa, te agarra cólera jajaja. Inmediatamente acepté, fui a una cabina telefónica, pagué cinco dólares, una fortuna, para contarle a mi mamá, fue rápido para no gastar. Al otro día me toca la puerta el mismo dirigente con malas noticias, ya no me iban a contratar. La mitad de la directiva dijo que era de ojos claros, blanco, y eran un equipo de negros. Pero yo soy de Bahía, yo tengo sangre negra. En Bahía el 75% de la población es negra, somos mestizos, yo le dije, ‘qué están hablando’. Y me dijo que la otra mitad de la directiva no quería porque era un jugador de equipo chico. Me dijeron, ‘lo siento y chau’. Yo empecé a llorar, llamé para reservar mi vuelo para la noche, no quería regresar más al Perú, me frustré, me decepcioné. Pasó una hora y suena mi teléfono, yo ya había cambiado mi vuelo para irme esa misma noche, era José Carlos Amaral y me ofreció ir a Cristal. A la hora llegó y me ofreció la mitad de lo que me ofrecía Alianza, pero yo atraqué y terminé en Cristal.

Yo fui el mayor goleador de los partidos Cristal vs. Alianza, yo metí 15 goles. Yo tenía un defecto, que es una virtud, yo solo entraba a divertirme en el campo, yo no tenía renconres, no me interesaba el que me marcaba, yo iba a hacer lo mío. Fue lo que me enseñó mi papá, que yo jugaba para el hincha, que no tenía camiseta. Eso es importante, sino te bloqueas viendo a los del otro equipo. Yo entraba así, yo quería entrar, meter goles y ganar.

¿Una adécdota contra el Alianza?

Estaban desempatando y yo meto un gol olímpico, salgo corriendo a festejar, agarro la pelota, todo el mundo me miraba, yo pensé que era el gol del impacto, pero era el gol de la victoria. Yo pensé que estaba empatando. Terminó el partido, yo estaba enojado al vestuario, estaba puteando pero todo el mundo festejaba. Creo que fue Amaral que me dijo ‘hemos ganado con un gol tuyo’. Ese es mi nivel de concetración, yo dije ‘¿qué? ¿ganamos? me empecé a abrazar con todo el mundo, soy medio loco.

JULINHO Y SUS INICIOS EN CRISTAL

Julinho es el máximo goleador histórico de Sporting Cristal en la Libertadores (Foto: Eduardo Cavero / Perú21).
Julinho es el máximo goleador histórico de Sporting Cristal en la Libertadores (Foto: Eduardo Cavero / Perú21).

¿Qué se te viene a la mente de la época en la que llegas a Cristal?

La platitaaaa... Yo me quedé impresionado con el club, pero subí para hablar con don Pepe Vergara. Le dije ‘donde Pepe, en 15 días, ya sale mi quincena, no te olvides’. Él se mataba de risa, me dijo ‘esto es Cristal, no te preocupes, vamos a abrir una cuenta a tu nombre y la plata te va llegar un día antes’. Yo estaba acostumbrado a otra cosa, todos los días subía a cobrarle a don Pepe Vergara, hasta que entendí lo que era Cristal. El día 28 ya caía la plata en tu cuenta. Cuando entré... balones nuevos, cancha, vestuario, agua caliente, uniforme lavado, limpio, nuevo. Lo que hice fue agarrarme como salvavidas a Cristal y no lo solté hasta hoy, yo soy entrenador de menores y los recomiendo a los chicos ‘abrázate acá y no salgas nunca más, no hay nada igual a Cristal acá en Perú y quizá en todo el mundo’. Cristal es extraordinario, ese club nunca retrasó un sueldo, nada mejor que vivir así.

¿Cómo eran esos vestuarios en Cristal?

Mi mayor maestro se llama ‘La Pepa Baldesari’, La Pepa estaba en pleno entrenamiento pero era muy divertido... Pepa es de las personas más extraordinarias que yo he conocido, mi ídolo, ídolo del Cristal. Yo aprendí mucho con él, un tipo extraordinario, tremendo jugador, tremenda persona. La Pepa era jodidísimo, ‘Pañalón’ Quesada llegaba con su camissa Boss y la Pepa salía y decía ‘¿puedo ir al baño?’ y cortaba toda la camiseta de Pañalón y se iba tremprano. Agarraba cremas dentales y decía, ‘puedo ir al baño’, todo el mundo asustado... agarraba crema dental y otras cosas más que no quiero hablar acá y las metía dentro de las zapatillas. Amarraba todas las zapatillas, si le metías una patada en la cancha, te bajaba la llanta. Pepa es el maestro del engaño... Pepa me usaba para hacer las huevadas... métele el dedo a este, jala la trompa del otro... jajaja

¿Tú empiezas como suplente en Cristal?

No, como titular yo y la Pepa. Perdimos contra Minervén creo, el primer partido en copa, después volvimos a perder contra la U, gol de Balán creo, y ahí Amaral nos saca y pone al Coyote y Flavio, estábamos crucificados. Ellos entran y el equipo comienza a ganar y ahí ya no había espacio para nosotros. La Pepa me decía ‘estamos fusilados’. ¿Quién nos salva? Fuimos a jugar contra América de Cali, terminó 2-2, entonces Amaral faltando cinco minutos saca al Coyote y entro yo. Yo entro apenas cinco minutos, me metieron un puñete en la cara y me abren el cachete, yo puteando a Amaral pero esa expulsión de Coyote me abrió una puerta. Cuando llegó América de Cali, Amaral me pone para jugar, iban perdiendo y yo meto dos goles, el estadio estaba pifeándome. Yo me emocioné y cuando terminó el partido, hicimos un partidazo, fuimos eliminados pero salimos aplaudidos. Ahí viene el segundo partido, Coyote regresaba pero Amaral me mantiene y viene Alianza, y ganamos 5-2 y yo meto dos goles, de ahí ya no salí más. Mis primeros goles en Cristal fue en Copa Libertadores y mis primeros goles en la liga en Cristal, fue con Alianza, ahí comencé a hacer goles y no salí más. Coyote cambió de posición, fue para marcados, y lamentablemente La Pepa se retiró, abandonó el barco, tenía como 50 años ya, inmortal, jurásico.

Roberto Palacios, Julinho y Jorge Soto: tres figuras de aquel Sporting Cristal de 1994. (Foto: Archivo GEC).
Roberto Palacios, Julinho y Jorge Soto: tres figuras de aquel Sporting Cristal de 1994. (Foto: Archivo GEC).

¿Cómo era Ñol Solano?

Era la cagada, ese equipo entero, Chorri, Coyote... erámos muy jodidos, había algo que no hay hoy, los hinchas entraban a ver los entrenamientos, a mí me gustaba, veía el trabajo que hacíamos, cuando tú entrenas bien, pero en el partido te va mal, el hincha te perdona. Ahora es diferente. Había mucha broma, mucha bulla, mucha joda dentro del campo. Yo paraba con el Chorri contando chistes en los partidos, el Coyote igual, eran otras épocas, ahora los jugadores son más fríos entre ellos, hay un silencio, una ausencia.

¿Y el Conejo Rebosio?

El Conejo es un personaje, extraordinario jugador. Él y el Mudo Rodríguez, Marengo también, Rebosio parecía un cuy, una rata, un chato pero como saltaba y corría. Yo al Conejo lo llamo ‘basura, porquería’, al Chorri también. Así nos tratamos. Ahora ya no se puede decir nada, yo igual sigo usando mis palabras, es cariño.

¿Cómo fue cuando ganaron el Tricampeonato?

Gran parte de eso se llama Oblitas y Machuca. Oblitas logró algo extraordinario, lo que yo llamo hasta hoy las columnas vertebrales: Valerio, Garay, yo, Flavio, agarró jugadores con mucha experiencia y capacidad y mezcló con jóvenes como el Chorri. Nos dio algo que yo como entrenador procuro hacer hoy, libertad dentro del campo de tomar decisiones, esa fue la mejor arma de Juan Carlos, manejaba el grupo muy bien, armaba el sistema, pero dentro del sistema te daba libertad de acción. Ese equipo fue fluyendo y el cariño, la amistad, la confianza que nos dio era lo que necesitábamos para entrar al campo, nunca nos estresó. Cuando llegamos a la final de la Copa Libertadores con Markarián, el gran trabajo de Markarián fue mezclado con el trabajo de Oblitas, la base ya estaba. Para mí, soy sincero, yo quería salir campeón, vino el Bicampeonato pero no entraba en mi cabeza, yo no decía ‘soy bicampeón’ yo decía ‘soy campeón’. Y vino el tricampeonato, no entró en mi cabeza y otra vez decía ‘soy campeón’, hasta que un día la gente me dijo ‘ustedes son tricampeones’, yo no me había dado cuenta, soy distraído, yo quería campeonar, no me interesaba cuánto.

En el 97, logras la Copa, esa final

Hay un problema en esa Copa. El 97 fue el mejor año de mi vida y el peor año de mi vida...

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