El barrio de La Paternal, a 45 minutos en taxi desde el centro de Buenos Aires, Argentina, tiene un encanto especial. Sus calles y avenidas arboladas aún conservan las tradiciones porteñas de antaño: el café con leche acompañado de una medialuna, el cebado de mate o el asado en familia o con los amigos. Estas costumbres populares conviven armoniosamente con el auge de proyectos inmobiliarios, que buscan transformar la zona en un barrio moderno y turístico, ofreciendo una nueva propuesta de espacios culturales y gastronómicos muy distinta a otros sectores tradicionales, como Palermo o La Recoleta. Sin embargo, hay algo que hace único a La Paternal: Diego Armando Maradona.
Hace cuatro años que el exentrenador de la selección argentina falleció (1960-2020); sin embargo, su presencia en este barrio porteño de la ciudad de Buenos Aires se mantiene viva. Y no es para menos: ningún habitante de La Paternal olvida que el ‘Pelusa’ jugó durante cinco temporadas en el club de la zona, Argentinos Juniors, donde disputó 166 partidos y marcó 111 goles. Diego había debutado en Primera División con apenas 15 años, en 1976, y su repentina aparición en el fútbol profesional argentino fue como ese primer beso de las mañanas que recibimos de nuestras madres: tierno e inesperado. Sus goles ilusionaban, sus gambetas entusiasmaban y su pasión por el fútbol cautivaba. Los hinchas comprendieron que se trataba de un futbolista distinto, un dios pagano que llevaba la 10 en su espalda, al cual había que rezarle todos los domingos cuando Argentinos Juniors saltaba a la cancha. Y así era. Incluso, hasta hoy.
La Casa de D10s: Historia y restauración
Al cumplir 18 años Diego, la dirigencia del club Asociación Atlética Argentinos Juniors decidió premiarlo con una casa para él y su familia. Ubicada en Lascano 2257, entre Bernardo de León y Gavilán, esta vivienda fue hogar del ‘Pibe de Oro’ entre 1978 y 1980, antes de ser traspasado un tiempo después al club Boca Juniors. Este predio —llamado ahora la ‘Casa de D10s’— fue declarado de interés deportivo y turístico por la Legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, en 2024. No obstante, años atrás, la propiedad pasó a tener dos nuevos dueños en diferentes etapas, luego de que los Maradona vendieran la casa, que llegó a ser utilizada como una fábrica de carteras. Tuvo que ser recuperada en 2008 por Alberto Pérez, exdirigente de Argentinos Juniors, quien, junto a su hijo César, pagó 100 mil dólares y una deuda por un valor similar para adquirir nuevamente la propiedad e invertir una fuerte cantidad de dinero en restaurarla y dejarla tal como era cuando la habitaban los Maradona. Desde 2015, la casa es un museo y un punto obligado de atracción para turistas de todo el mundo.
Hoy, la casa no solo es un museo de recuerdos, también es un testimonio del barrio. Un equipo de Trome la visitó para conocer el interior de la vivienda y recorrer la propiedad en su totalidad. Si no es por las dos placas grabadas en la fachada, la vivienda podría confundirse con el resto de las casas que mantienen la estética de los barrios tradicionales porteños: techos con tejas y canaletas para prevenir las lluvias, y espacio para los árboles en la acera. Tiene dos pisos en un espacio de 147 metros cuadrados. La fachada es de granito color rosa y blanco, cuidadosamente labrada; además, tiene empotradas dos ventanas enrejadas que se asoman como dos enormes ojos que observan a quienes caminan por la vereda. La puerta es el acceso directo al rincón de los más íntimos recuerdos de Diego.
Ahí vivieron don Diego y doña Tota con sus siete hijos. En esta casa, Diego fue consolado por sus padres y hermanos al quedar fuera de la lista del Mundial de 1978, y también fue alzado en hombros cuando se proclamó campeón mundial juvenil Sub-20 en Japón, un año después. “Las hermanas de Diego viven todavía en La Paternal; suelen visitar la casa de vez en cuando. Siempre que vienen, se emocionan porque recuerdan a su hermano y a sus padres”, comenta Camila, la guía del museo.
“Vienen personas de todas partes del mundo. Los hinchas más apasionados son los napolitanos. Ellos lo recuerdan con especial cariño porque Maradona jugó en el Napoli casi siete años y los llevó a ganar varios títulos en Italia y Europa. Muchos lloran cuando llegan hasta la habitación de Diego”, confiesa la guía, quien se apresura a aclarar que la casa se conserva intacta, tal como la recibió el ‘Pibe de Oro’ en 1978. “No se hizo ninguna modificación, salvo algunas reparaciones después de que fue utilizada como una fábrica de carteras por una empresa brasileña”, indica.
Un recorrido por los recuerdos de Diego
En el hall de entrada, la primera imagen con la que se encuentra el visitante es una imponente escultura dorada en tamaño real de Maradona, con una pelota en sus pies. No podía ser de otro color, claro está. Este espacio está dividido por una habitación, donde antes dormían los hermanos varones de Diego, Lalo y Hugo, y que ahora funciona como oficina del museo. Cabe precisar que la casa está abierta de martes a sábado, de 11:00 am a 6:00 pm, y el costo del ticket tiene un valor de 12 mil pesos, que al cambio de la moneda peruana sería un promedio de 45 soles.
Antes de iniciar el recorrido por la casa, se pueden observar diferentes fotografías familiares de Maradona y de sus distintas etapas como jugador profesional. En el primer sector del living, las hermanas de Diego: Ana María, Elsa ‘Lili’, Rita ‘Kity’, María Rosa y Claudia ‘Cali’, tenían un lugar exclusivo para dormir. Este espacio estaba dividido por una pared que separaba el comedor del cuarto de las hermanas. Hoy, este sector de la casa está ocupado por muebles y sillones de la época, además está adornado por camisetas usadas por Diego, otras donadas por exfutbolistas y souvenirs en honor al ‘Pelusa’.
El living tiene detalles propios de los años setenta y ochenta. El piso es original y de pino tea; la pared está cubierta por tapiz color rosa. Entre los artefactos que disponía la familia Maradona se encuentra un televisor con perilla, una radio con palanca para cambiar el dial, y hasta un teclado musical de esa época. Hay documentos históricos como la copia del primer contrato profesional del ‘Pelusa’ con Argentinos Juniors o la partida matrimonial de Diego con Claudia Villafañe, su primera esposa. Caminar por este espacio te muestra un poco de lo que era Diego: un chico de barrio. Podemos observar también un televisor moderno, donde se muestra la serie ‘Sueño Bendito’ de Amazon Prime, en la que grabaron algunas escenas en la casa de Lascano 2257. Siguiendo con el recorrido, la sala termina en la habitación privada de don Diego y doña Tota. Es un cuarto sencillo con baño propio, donde descansaban los padres.
Seguidamente, se ingresa al patio interno, un lugar especial para la familia porque era un espacio para que los padres y hermanos se relajaran: aquí descansaban los papás o los más chicos jugaban ping-pong o billar. También pueden verse objetos curiosos como la moto Zanella y la bicicleta de la época que Diego usaba para pasearse por las calles de La Paternal. “Muchos de los objetos que están en la casa son réplicas; hay que recordar que cuando se vendió la casa, Diego regaló muchas cosas a sus vecinos”, señala la guía.
Otro lugar importante en la vivienda es la cocina, que tiene azulejos rosas y ese encanto propio de los fogones de las abuelas. En este lugar, doña Tota preparaba las famosas milanesas a la napolitana, que era el plato preferido por Diego, o cebaba mate, mientras conversaban. La alacena está perfectamente distribuida para guardar ollas y platos. La heladera Siam gigante y el televisor con perilla, que recuerda cómo doña Tota o sus hijas se distraían mientras preparaban la comida, completan el cuadro de las mujeres Maradona cuando cocinaban. El espacio es pequeño, pero acogedor.
Siguiendo con la ruta, hay una angosta escalera que conduce a la habitación de Diego en el segundo piso. En este cuarto, el ‘Pelusa’ posó para diferentes periódicos y revistas, siempre mostrando una enorme sonrisa y posando feliz acostado en su cama o sentado en el suelo escuchando música con los auriculares en el tocadiscos de la época. Hay un armario simple, donde Diego guardaba algunos polos, shorts, jeans o zapatillas. Es un cuarto modesto, como el de cualquier joven de 18 años, con la diferencia de que no se trataba de cualquier joven porque ya su apellido se mencionaba con admiración y hasta cierta devoción. El baño privado se ubica saliendo de la habitación. Era simple y cómodo. “Algunos hinchas quieren acostarse en la cama de Diego. Ha llegado el punto de que han ofrecido fuertes cantidades de dinero solo para acostarse unos minutos, pero no se puede”, explica la guía.
Devoción y nostalgia: La huella eterna de Maradona
Hay un sector de la casa que tiene un grado espiritual. La devoción por Maradona superó cualquier explicación lógica y objetiva. En esta pequeña habitación, se armó una capilla de piedra con un santuario para fanáticos que llegan para dejar testimonio de lo que significó Diego para sus vidas. Escriben promesas, juramentos y hasta le agradecen por milagros concedidos en las paredes o marcos de las ventanas. También dejan como ofrendas banderines de clubes y camisetas de diferentes equipos del mundo. Entre tantas camisetas, durante la visita de Trome, encontramos la camiseta de Universitario de Deportes, el equipo más ganador y exitoso del fútbol peruano. Un pequeño guiño entre dos grandes: Diego y la ‘U’.
El recorrido continúa, y el visitante puede toparse con una habitación exclusiva para la venta de souvenirs para los turistas. Desde camisetas del Napoli, de la selección argentina, Boca Juniors o Argentinos Juniors, hasta llaveros y tazas con el rostro de Diego. “Las camisetas cuestan 50 mil pesos, que al cambio son como 50 dólares. La que más se vende es la del Napoli y la camiseta alterna de Argentina del Mundial Italia 90″, comenta María, la vendedora.
Seguidamente, está la terraza amplia, donde antes se tendía la ropa, y además hay en una esquina un asador artesanal, donde don Diego preparaba sus famosos asados familiares, que compartía con los vecinos del barrio. “Diego compartía mucho con los vecinos del barrio, los invitaba a comer y beber una gaseosa. Él era muy querido, y una que otra vez comían asado en esta zona”, señala la guía, dando por finalizado el pequeño tour. Hay dos murales que grafican un poco el recorrido de la casa-museo: el primero es el rostro enorme de Diego, que asoma como un gran faro que observa a quienes visitan lo que fue alguna vez su hogar, y el segundo, el curioso comentario de Hugo, el hermano menor del ‘Pelusa’, que decía: “Mi hermano es un marciano”. Y cómo no serlo, si Diego fue un jugador de otro planeta.
Da cierta nostalgia caminar por esta casa, en la que alguna vez vivió Diego. Pero también es la oportunidad de sentir de cerca a Maradona. De creer que todavía puedes tener la suerte de toparte cara a cara con él y pensar que la noticia de su muerte fue una historia mal contada. Quizá Diego nunca se fue de La Paternal. Eso quiero creer yo.