El tiempo va pasando, las ‘chicas’ que nos despertaban de madrugada, para verlas ganar, ya son unas señoras de las que la gloria no quiere ni puede desprenderse. El grupo, que emocionó a un país de norte a sur, sigue destacando en cada cosa que realiza y su historia se renueva con cada anécdota y cada recuerdo de los años maravillosos. Denisse Fajardo pertenece a esa selección que nadie olvida y que ni el tiempo ha podido vencer.
Con ‘Anacé’ Carrillo. Nadie quería dormir con ella.
Todas decían eso, pero a mí me guió.
Las mayores te ‘carajeaban’ y yo quería regresar a mi casa y llamaba a mi mamá avisándole que me iba a salir.
Si quería ser titular, que aguantara todo eso. Porque solo así llegaría lejos. Ella y mi mamá me dieron fuerza para continuar.
Con ella cantábamos los boleros de Iván Cruz.
Y yo la mía, se enteró que vivía con mi mamá y mi abuela, y que mi papá nos dejó cuando tenía dos años y ahí es cuando me decía: ‘Ellas dos son tu fuerza para seguir, sácate la mugre por ambas’.
Sí, pero a veces ‘Mister’ Park abusaba con nosotras.
Cuando íbamos en el bus nos mandaba a que todas entonemos: ‘Tengo el orgullo de ser peruano y soy feliz…’. Y cuando íbamos a una embajada teníamos que interpretar: ‘Cosechando mis mares…’.
Un día la encontró a Sonia Heredia leyendo un ‘Condorito’. ¿Sabes qué hizo?
Lo rompió y le dijo: ‘Eso no sirve para nada’. Nos obligaba a llevar libros y después nos tomaba examen.
Te decía: ‘Dígame de qué trata lo que está leyendo’, y tenías que contarle.
No nos podía ver con las zapatillas sucias. Decía que éramos embajadoras del país y no podíamos usar nada cochino.
Cuando llegamos al aeropuerto, me salí por una puerta donde estaba mi hermano, le pedí su casaca, me la puse encima del uniforme de Perú y me fui a la tumba de mi abuelita.
Salí tranquila, ni uno solo se percató. Nos fuimos hasta el cementerio ‘El Ángel’.
El chico al que siempre le habíamos pedido que tenga limpia y llena de flores su tumba me conocía y se dio cuenta, luego otra persona que pasaba por allí, después una más y más y más.
Me rodearon, me abrazaban y mi hermano se portó como un guardaespaldas y me sacó empujando a la gente.
Cuando mi esposo se va a jugar fulbito tiene que ir con las zapatillas lavadas, impecables.
Hace siete años apareció, me traté y ahora, gracias a Anita Hurtado, de EsSalud, que me lo recuerda siempre, cada año me hago mi chequeo.
Sé que estoy entre las personas de mayor riesgo. Me levanto, tomo mi yogur, cereales y hago ejercicios. Pongo en cada mano una bolsa de arroz y las levanto.
Gracias por la entrevista y decirle a la gente que hay que cuidarnos, que esto va a pasar.
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