Durante los años en que ejercía activamente mi profesión como periodista en Venezuela, hubo innumerables situaciones de tensión entre gobierno y medios de comunicación. Nunca he entendido la finalidad de pelearse con los medios y con el gremio de periodistas o con cualquiera que simplemente haga esas preguntas incomodas, que a ciertos gobiernos (especialmente los de izquierda) no les gusta responder.
Recuerdo, por ejemplo, que estando en la universidad estudiando Comunicación Social, el ataque hacia los comunicadores y hacia cualquier medio de comunicación que mostrase una clara línea crítica contra el gobierno de Hugo Chávez, sencillamente era amedrentado en cualquier parte en donde se encontrase alguna horda de fanáticos adeptos a su gobierno.
Y estos ataques violentos sucedían en las narices de policías y militares quienes no hacían nada por preservar la vida o integridad de quienes se encontraban haciendo su trabajo, que no era otro más que informar.
De esos escenarios tan inquietantes y lamentables, yo decidí en aquel entonces, reconsiderar mis estudios y hasta solicité traslado para estudiar Administración (cosa que, a final de cuentas, no sirvió de mucho porque antes de terminar el semestre de Administración, estaba regresando a la escuela de Comunicación Social).
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Cuando Hugo Chávez inició su era como presidente, la actitud del gobierno hacia los medios de comunicación comenzó a ensombrecerse. Las amenazas de cierre a medios privados, cada vez se comenzaron a hacer más evidentes, sobre todo después del paro petrolero entre 2002 y 2003, que dejó en evidencia la postura de la mayoría de los medios de comunicación privados (radio, prensa y televisión).
Por otra parte, los medios de comunicación del Estado rápidamente fueron tomados por el entorno chavista y tras décadas de ser televisoras, emisoras de radio o periódicos prestos a llevar un poco de cultura general, de educar y entretener al país, pasaron a ser la vitrina de un país sacado de un cuento de hadas.
Ahí no existía ni escases de productos, ni pobreza, ni descontento popular. Bastaba con poner uno de los canales del estado como Venezolana de Televisión, para sentirse en Suiza.
Pero si cambiabas y ponías un canal privado, de inmediato se mostraba una Venezuela con inseguridad, con pobreza extrema, con descontento popular, con una mayoría de ciudadanos a los que no les alcanzaba el sueldo para vivir dignamente. Había, entonces, dos Venezuelas diferentes, dos caras de una misma moneda.
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De las primeras medidas regulatorias que el chavismo implementó, fue la reforma de los estatutos y el rol de CONATEL (Comisión Nacional de Telecomunicaciones). Esta Comisión ahora sería la encargada de la regulación, supervisión y control de las telecomunicaciones en todo el país. En poquísimas palabras, si decías algo que ellos consideraban ofensivo, te sancionaban. Si escribías o mostrabas algo que la CONATEL consideraba negativo, te censuraban.
Y así es que, como para 2007, CONATEL rechaza la renovación de la concesión de señal abierta a uno de los canales de televisión privados con mayor tradición en el país: Radio Caracas Televisión, además de 34 emisoras de radio por supuestas ‘irregularidades administrativas’. Este hecho en particular, fue lo que despertó las alarmas en cuanto a la libertad de prensa en el país.
Para ningún venezolano es desconocida la violencia indiscriminada que el chavismo y el madurismo (por Nicolás Maduro, su sucesor) les han propinado a los comunicadores sociales y medios de comunicación en cada una de las manifestaciones que se han realizado en el país caribeño.
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Yo misma he vivido en primera línea muchas de estas situaciones de violencia desmedida hacia los periodistas que solo hemos tratado de mantener informada a la ciudadanía.
Para un gobierno de extrema izquierda como el que implementó Chávez en Venezuela, había dos clases de periodistas y medios de comunicación: uno es el complaciente, el que tenía permiso de acompañar al presidente a todas partes, el que tenía la exclusiva de cualquier vocero de gobierno y al que le daban sin ningún problema, las principales declaraciones (previa consulta y visto bueno de las preguntas que iban a hacerse y a responderse).
La otra clase, eran los periodistas que solían hacer las preguntas incomodas, para los cuales había sanciones por considerar que eran ofensivos o irrespetuosos con el señor presidente.
Para estos periodistas o medios privados de comunicación no habían declaraciones, ni entrevistas, ni exclusivas. Lo único que sí había, eran sanciones, persecuciones con tintes políticos, amenazas y en varios de los casos, resolvían por cerrar el canal, la emisora radial o el periódico, sin importar cuántos trabajadores y cuántas familias se verían afectados. El capricho de un gobierno actuando a sus anchas.
Parece que ciertos gobiernos prefieren declararle la guerra a la información y no respetar el derecho del pueblo en mantenerse informado.
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