El ataque con gas sarín en un poblado de Siria, el cual mató a más de 80 personas, generó una gran indignación en el mundo. Y es que las víctimas fueron civiles ajenos al conflicto armado que tiene lugar en el país.
A ojo de muchos, el régimen de Bashar Al Asad cometió un atentado terrorista, siendo blanco de una respuesta por parte de Estados Unidos. Desde un barco, y por órdenes de Donald Trump, una base aérea en Siria fue bombardeada con misiles.
Por el lado del gas sarín se puede mencionar, como remarcamos en esta nota, que es un agente prohibido por la Convención de Armas Químicas. Lo más irónico es que Siria suscribió este tratado con más de un centenar de países.
NO ES LA PRIMERA VEZ
Centrándonos en el gas sarín, podemos afirmar que esta no fue la primera vez que una población civil es víctima de una ofensiva con este agente químico. El 20 de marzo de 1995, Japón pasó por un hecho similar.
Los perpetradores de este atentado terrorista fueron los miembros de la secta religiosa Aum Shinrikyo, quienes fabricaron gas sarín con elementos caseros. Ellos soltaron el arma en 5 ataques coordinados en el Metro de Tokio.
Tal como pasó en Siria, el gas sarín sembró muerte. Fueron 13 las personas fallecidas, 50 quedaron heridas y miles tuvieron problemas de visión.
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