Por: Miguel Ramírez

Kenji Fujimori. Cuando estaba en primaria, era un estudiante poco comunicativo, retraído, descuidado en su vestimenta, blanco de burlas, con un promedio de notas de regular para abajo. Así lo recuerda uno de sus amigos del colegio ‘La Recoleta’, con quien este columnista conversó para escribir esta historia.

Kenji Fujimori se alegraba cuando su madre, Susana Higuchi, lo llegaba a recoger en un auto Lada de color blanco, al que también trepaban sus hermanos Keiko, Sachi y Hiro. Todos iban apretujados en ese pequeño carro, que avanzaba lentamente y quedaba en la cola de los modernos autos y camionetas que recogían a sus otros compañeros.

La historia de Kenji Fujimori y su familia cambió en 1990 cuando su padre, Alberto Fujimori, fue elegido presidente de la República. El Lada fue reemplazado por una caravana de autos oficiales, agentes de seguridad y teléfonos celulares. Todos se fueron a vivir a un piso de lujo que Vladimiro Montesinos les construyó en el local del Servicio de Inteligencia Nacional, a donde Kenji llevó hasta a ‘Puñete’, su inseparable perro.

Ninguno de sus amigos de colegio imaginó jamás que, años después, Kenji Fujimori se convertiría en el congresista más votado, pero sobre todo en el político más intocable e inmune del país.

Desde el 2011, cuando fue elegido parlamentario por primera vez, Kenji Fujimori recorre los pueblos del país regalando, a diestra y siniestra, cocinas, ladrillos, alimentos, computadoras, bandas de música, pintura y hasta cuyes. Lo hace sin ningún rubor y hasta publicita la entrega de sus dádivas en sus cuentas de Facebook y Twitter. Dice que lo que regala son donaciones, pero, precisamente, la ley prohíbe a los congresistas recibir obsequios.

“Muchos se preguntan por qué Kenji Fujimori tiene una votación tan alta. La respuesta es porque aplica este método, muy aprendido desde temprana edad, ya que su padre Alberto Fujimori hacía lo mismo: regalar”, afirma el experto en temas electorales, Fernando Tuesta.

Kenji Fujimori, además, se ha convertido en un próspero empresario. El año 2009 creó una empresa llamada Limasa, que transporta carga marítima a varias partes del mundo. El 2013, la policía encontró 100 kilos de cocaína en uno de sus almacenes.

Limasa -que luego del escándalo de la droga se volvió Global Logistic- se inició con un capital de S/40 mil y el 2014 subió a S/.2’867,220. Toda una proeza. Pero el vertiginoso crecimiento no quedó allí. Ese mismo año -a través de una intrincada telaraña financiera- la compañía de Kenji Fujimori se convirtió en socia de Sankyo, la todopoderosa empresa nipona que se dedica al transporte marítimo y aéreo. La transacción fue de ¡US$1.5 millones!

La mayoría fujimorista en el Congreso blindó a Kenji Fujimori la semana pasada, pero una fiscalía ya empezó a investigarlo. ¿Resistirá el Ministerio Público el cargamontón de los hermanos Fujimori y sus 72 congresistas? Nos vemos el otro martes.

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