Por: Miguel Ramírez
El lunes, cuando sentenciaron al narcotraficante Fernando Zevallos, ‘Lunarejo’, y a toda su familia a 27 años de prisión por lavado de dinero, una ola de recuerdos volvieron a mi mente. El ‘Caso Zevallos’ es uno de los más emblemáticos del diario ‘El Comercio’ que me tocó investigar periodísticamente, cuando trabajé en esa casa editora.
Todo empezó en enero de 1995 cuando en Piura se decomisó 3.5 toneladas de cocaína, el más grande cargamento incautado en ese momento en la historia antidrogas del país. La droga –que fue trasladada desde Tarapoto hasta Piura para luego enviarla a Estados Unidos- era de los hermanos Tito, Manuel y Jorge López Paredes, conocidos narcos que dirigían la organización ‘Los Norteños’.
¿Quiénes en realidad, además de esos hermanos, estaban detrás de ese voluminoso envío de cocaína?, fue la principal pregunta que nos hicimos cuando empezamos la investigación.
Fue en la discoteca ‘Papillón’, que estaba de moda en ese entonces en Tarapoto, donde escuché, por primera vez, el nombre de Fernando Zevallos, ‘Lunarejo’, dueño de la compañía Aerocontinente. A ese centro de diversión acudían ‘narcos’, policías y agentes de la DEA.
“Él es el verdadero jefe de la organización. Lo estamos investigando. Pero tiene muy buenas conexiones en la policía y está pidiendo que no lo involucren”, me dijo una fuente antidrogas, mientras departíamos unas cervezas y escuchábamos vallenatos colombianos.
No lo podíamos creer. En ese momento, Zevallos era el magnate de la aviación aerocomercial. En apenas tres años, había logrado comprar una flota de 12 aviones Boeing 747 y vendía los pasajes a precios de ganga, muy por debajo de lo que cobraban las otras aerolíneas.
Zevallos era un personaje respetado que se codeaba con la flor y nata de la política, empresarios, vocales supremos, policías y conocidos hombres de prensa. Su empresa daba grandes fiestas y comilonas, amenizadas por las orquestas de moda y finos licores.
Tras varios meses de investigación, descubrimos que Zevallos tenía un pasado siniestro vinculado al tráfico de drogas y asesinatos. En 1980, cuando apenas tenía 19 años, había sido acusado por narcotráfico en Uchiza. Un año después fue investigado por lo mismo en Pucallpa.
En 1987 se le sindicó de haber ordenado el asesinato de Leonardo Gonzales Álvarez, quien era su competidor en Uchiza. Su pedido, según contaron los sicarios, fue asesinarlo a balazos delante de su esposa y sus hijos.
Paralelamente a nuestra investigación, la División Financiera de la Policía Antidrogas concluyó, en un documentado informe, que Zevallos no había podido justificar los ¡US$42.5 millones! con los que compró su primera flota de aviones.
Tres veces entrevisté a Zevallos en 1995 antes de que publicáramos en ‘El Comercio’ el primer reportaje. Fueron encuentros tensos, a solas con él y mi fotógrafo Luis Laos. La primera vez, me esperó con una persona que era muy allegada a mi familia. ‘Lunarejo’ había indagado mi entorno familiar. Fue indignante. Cuando terminó la entrevista, a través de ese allegado, me ofreció dirigir una revista que estaba por publicar.
En la segunda oportunidad, me mostró un video donde él aparecía en una fiesta privada junto con varios vocales y políticos. ‘Ellos son mis amigos’, me dijo. Cuando le pedí una copia, me respondió con cara de pocos amigos: ‘¡No seas pendejo, pues, Ramírez!’.
En la tercera y última vez –cuando ya sabía todo lo que íbamos a publicar- me dijo que tenía que haber otra manera para ‘arreglar todo’. Era la insinuación de un soborno. Muchos años después, un miembro de su seguridad me contó que Zevallos grabó toda esa reunión para acusarme de que lo quería extorsionar. Pero perdió.
Hay muchas historias más que en su momento serán plasmadas en un libro. Hasta hoy no se ha reconocido la valentía de la exfiscal de Loreto, Luz Loayza. Ella hizo lo que ninguna autoridad se atrevió a hacer: el año 2005 solicitó la captura de Zevallos, quien fue enviado a prisión. Loayza fue maltratada, humillada y echada del Ministerio Público por hacer un reclamo justo, pues temía por su vida. Todos los fiscales de la Nación le dieron la espalda.
La sentencia del lunes es un demoledor golpe a ‘Lunarejo’ y un mensaje a los capos de la droga que pasean orondos por las calles. Es la primera vez que toda la familia de un narco, empezando por su madre, es puesta en la cárcel. El crimen siempre paga. Nos vemos el otro martes.
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