La mañana del 1 de diciembre se convirtió en una escena de horror en San Martín de Porres. Diego Armando Calderón Fabián, un obrero de casi 30 años, perdió la vida de manera instantánea luego de quedar sepultado por una avalancha de rocas mientras trabajaba en la construcción del segundo piso de una vivienda en el asentamiento humano Lampa de Oro. Según los reportes iniciales, el colapso ocurrió poco antes de las 8:30 a.m., cuando el suelo del cerro cedió sin aviso.
Minutos antes, una primera piedra había caído sobre su pie, dejándolo inmóvil y pidiendo ayuda desesperada. Sus compañeros acudieron de inmediato para auxiliarlo, pero el movimiento terminó desencadenando una caída mayor de rocas que lo sepultó por completo. No tuvo oportunidad de escapar.
Un testigo señaló que Diego no llevaba casco ni equipo de seguridad al momento del derrumbe, una situación que, según dicen los vecinos, es recurrente en las obras improvisadas de la zona. La tragedia abrió nuevamente el debate sobre la falta de fiscalización en construcciones levantadas al borde de los cerros.
La emergencia convocó rápidamente a Bomberos y al Escuadrón de Emergencia de la Policía Nacional. Sin embargo, el acceso al lugar resultó casi imposible. Las unidades pesadas no pudieron ingresar por las pistas angostas, y el cerro Lampa de Oro—donde se realizaba la obra de forma clandestina—seguía amenazando con venirse abajo.
Los primeros en intentar recuperar el cuerpo fueron los mismos vecinos y obreros. Cuando lograron liberar la parte superior del trabajador, confirmaron lo peor: ya había fallecido. Aun así, retirarlo implicaba un riesgo extremo, pues otro derrumbe podía ocurrir en cualquier momento.
La unidad de rescate de la Policía tomó el mando. Con la ayuda de los obreros, improvisaron una camilla con tablas para acercarse lo mínimo indispensable al punto donde yacía el cuerpo. El terreno seguía inestable y, tras casi dos horas de arduo trabajo, la recuperación seguía siendo una misión complicada.
Mientras avanzaban las labores de rescate, surgió un dato clave: la construcción donde ocurrió la tragedia no tenía permiso municipal. Así lo confirmó el área de Gestión de Riesgos y Desastres de San Martín de Porres, que además advirtió que situaciones como esta se repiten constantemente en las laderas del cerro.
Un vecino relató que en toda la zona las obras se realizan “a su suerte”, sin supervisión alguna. “No hay control. Trabajan con bastante riesgo. Todo se mueve, es bien peligroso. Nadie viene a supervisar, todo está olvidado”, denunció indignado.
Incluso en los alrededores se observaban otras ampliaciones improvisadas, viviendas que intentan “ganarle espacio al cerro”, como dicen los habitantes. El riesgo es permanente y las autoridades, según ellos, brillan por su ausencia.
La Fiscalía deberá ahora investigar la responsabilidad de los encargados de la obra clandestina, así como las condiciones en las que trabajaban los obreros. La falta de implementos de seguridad y la inestabilidad del terreno fueron factores determinantes en una muerte que, para los vecinos, pudo evitarse.
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