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Historias de policiales: Los tres de West Memphis, una condena basada en prejuicios

Tres jóvenes de alrededor 18 años fueron llevados a la cárcel por un crimen que no cometieron y el prejuicio de la sociedad al ser metaleros y con una personalidad callada.

Durante los años ochenta y noventa del siglo pasado, el llamado pánico satánico se expandía por diversas partes del mundo. . Este psicosocial se basaba en la desinformación, el odio y el prejuicio por gustos que nacían entre los jóvenes de esa época. Sin embargo, en el pueblo de West Memphis esto llegó muy lejos luego de que enjuiciaran a tres jóvenes por unos crímenes que ellos no cometieron.

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El pequeño pueblo se vio envuelto en el terror luego de que se descubrieran unos terribles asesinatos a varias jóvenes. Estos hechos unieron a toda la comunidad en búsqueda de venganza, la que los llevó a acusar a los tres metaleros callados que andaban entre sus calles.

LOS CRÍMENES DE LOS QUE LOS ACUSAN

Todo empezó un 5 de mayo de 1993, cuando en el pequeño pueblo de Arkansas salieron a montar bicicleta los amigos Stevie Branch, Michael Moore y Christopher Byers. Los niños de ocho años nunca regresaron a su casa, por lo que el padrastro del primero fue a poner una denuncia por desaparición.

Damien Echols, Jason Baldwin y Jessie Misskelley Jr.

Al otro día, encontraron a los tres amigos en una zanja, con el cuerpo desnudo y torturados. Estaban atados de pies y manos, y tenían marcas de haber sido brutalmente golpeados. Dos de ellos habían muerto ahogados, mientras que el tercer se desangró por haber sido castrado. Nadie sabía quién había sido.

Durante el proceso de investigación, a la policía se le acusó de negligencia porque no habían dado con ninguna información. Las personas querían hacer pagar a quien sea por los crímenes. Es por ello, que decidieron culpar a quien puede entrar en el estereotipo: al metalero del pueblo.

LA CONDENA DE LOS TRES DE WEST MEMPHIS

Damien Echols tenía 18 años, mala actitud, era retraído y amaba el metal. También escribía poesía poco convencional, tenía pocos amigos y un historial de crímenes menores. La imagen perfecta para quienes buscaban un culpable. Más aún, por el creciente pánico satánico heredado de los años 80.

Debido a esto, lo arrestaron y lo acusaron de realizar dicha masacre. Pero como una sola persona no lo podía hacer solo, también apresaron a sus buenos amigos Jason Baldwin (16) y Jessie Misskelley Jr (16), quien tenía discapacidad cognitiva. Aun así, lo interrogaron por horas y sin supervisión de sus padres, sometiéndolo a presión psicológica.

A ello se le sumó la supuesta confesión de dos niñas de 12 años quienes dijeron haber escuchado a Echols confesar el crimen. Como cereza del pastel, Vicki Hutcheson dio a conocer que ella con Echols y Misskelley fueron a una reunión de Wiccas y le confesaron el crimen. Años después, reveló que todo lo que dijo fue falso y lo hizo por presión policial.

A pesar de que no tenían nada que los condenes más allá de ser jóvenes y tener gustos fuera de lo común, los tres de West Memphis ya estaban condenados desde que entraron al juzgado en 1994. El veredicto final los acusaba de “asesinato satánico”. Por ello, Echols fue condenado a muerte por inyección letal, mientras que Misskelley y Baldwin pasaron a cadena perpetua.

QUÉ PASÓ DESPUÉS CON ELLOS

Desde ese momento, hubo una larga serie de apelaciones que no dieron fruto a nada. Aun así, diversos famosos se movilizaron por el mal actuar de la policía. Entre los más reconocidos músicos estuvieron Eddie Vedder (Pearl Jam), Natalie Maines (Dixie Chicks) y Henry Rollins (Black Flag). Incluso, en 1996, HBO lanzó el documental Paradise Lost que exponía los errores del caso.

No fue hasta 18 años después de que los encarcelaran, después de varios intentos para que los saquen, que les dieron la libertad en 2011. Para ello, tuvieron que utilizar diversas pruebas de ADN que rebelaban que ellos no estuvieron en la escena del crimen y la confesión de Vicki Hutcheson. Incluso, los mismos familiares de los niños asesinados se sumaron a la apelación de inocencia.

Actualmente, existen numerosas teorías de quién pudo haber sido, como la de que el padrastro de Branch fue el autor. La única conclusión certera que se puede tener es que la incompetencia de la policía en ese crimen fue lo que no permitió que se pueda saber la verdad y fue el odio y el prejuicio lo que primó para intentar dar con algún culpable.

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