La tarde del 27 de marzo de 1984, millones de peruanos se disponían a almorzar frente a sus televisores como todas las tardes cuando, de pronto, la barbarie emitida a través de los canales de señal abierta dejó a todos en shock y sin apetito. Un hombre en llamas, otro ejecutado de un balazo y un tercero acuchillado mientras trataba de escapar, son solo algunas de las imágenes que quedaron grabadas para siempre en la retina de quiénes encendieron su TV aquel día.
El trauma fue mayor, por supuesto, en quienes vivieron en carne propia aquel sangriento día. Hoy se cumplen 39 años de uno de los más violentos hechos penitenciarios del Perú: el motín de El Sexto.
El Establecimiento Penitenciario de Lima, conocido popularmente como El Sexto, fue una cárcel ubicada en la cuadra 13 de la avenida Alfonso Ugarte, a solo una cuadra del colegio Guadalupe, y debe su nombre a que en la misma edificación se encontraba la Sexta Comisaría de la Guardia Republicana. Fue construido en 1904 y sus fríos y hacinados pabellones inspiraron la novela ‘El Sexto’ de José María Arguedas, que fue publicada en 1961 y está basada en los horrores carcelarios que sufrió el propio escritor andahuaylino, quien fue un preso político de este lugar entre 1937 y 1938.
Tres años antes del motín, un enfrentamiento entre bandas de limeños y chalacos había dejado 31 muertos, 29 de ellos murieron calcinados y asfixiados. El hacinamiento de la vieja cárcel era una bomba de tiempo a punto de estallar.
COMIENZA EL MOTÍN
Alrededor de las 10 de la mañana del 27 de marzo de 1984, el recluso Víctor Ayala, alias ‘Carioco’ acuchilló al empleado que llevaba las ollas de comida, la ‘paila’. Ese fue el inicio de la revuelta. Los internos Luis García Mendoza, ‘Pilatos’, y Eduardo Centenaro Fernández, ‘Lalo’, a la cabeza de otros 10 reclusos más (’Beto’, ‘Chalaco’, ‘Chino Sakoda’, ‘Pajarito’ y ‘Papi’ entre otros), se amotinan y, provistos con pistolas, cuchillos y cargas de dinamita, tomaron como rehenes a 11 civiles y a otros 3 reos. Los civiles eran los trabajadores penitenciarios Alfonso Díaz, Magda Aguilar, Luis Arrese, Marcos Escudero, Amelia Ríos de Coloma, Carmen Montes, Walter Corrales, Segundo Días Velásquez,3 Luis Morales, Rolando Farfán Candia y Carlos Rosales Arias. Los presos eran los narcotraficantes Guillermo Cárdenas Dávila, alias ‘Mosca Loca’ y Eduardo Núñez Baraybar, además de Antonio Díaz Martínez, quien purgaba prisión por ser dirigente de la organización terrorista Sendero Luminoso.
Las armas que portaban habían sido ingresadas de contrabando durante la realización de una obra de teatro que se organizó para la población penitenciaria. Tras tomar el control de la prisión, los rehenes fueron arrinconados en la parte posterior del tópico.
Al conocerse la noticia de la revuelta, el entonces presidente Fernando Belaúnde Terry ordenó que se inicien las negociaciones para encontrar una solución pacífica, mientras que la Guardia Republicana, que era la encargada en ese tiempo de mantener el orden en las prisiones, empezaba a tomar posiciones en las afueras del penal. Los medios de prensa también comenzaron a llegar y las televisoras pusieron sus cámaras en el techo del colindante colegio Nuestra Señora de Guadalupe. Algunos vecinos comenzaron a alquilar sus ventanas y terrazas a los periodistas para que puedan tomar las mejores tomas. Sin embargo, nadie imaginaba en ese momento lo que estaba por suceder.
EMPIEZA EL SHOW
Panamericana y América, los dos principales canales de televisión de la época, comenzaron a transmitir en vivo los incidentes del penal a las 11 y 15 de la mañana. 10 minutos antes de las 12, el doctor Leoncio Delgado Briones, de la Tercera Fiscalía Provincial de Lima, llega a la cárcel y recibe un papel con las exigencias de los amotinados. Esto era lo que decía:
Señor Fiscal:
Somos 12 internos que hemos tomado esta actitud porque queremos lo siguiente: 1- Dos Camionetas que no sean cerradas con lunas polarizadas. 2.- Qué despejen la Av. Bolivia. 3.- Qué no nos sigan porque nos llevaremos los rehenes, los cuales eliminaremos uno por uno, durante el trayecto, siempre y cuando Uds. nos sigan. 4-Qué los vehículos se encuentren en buen estado, aceite, gasolina, etc. 5.- Qué tengan choferes. 6.- Qué las camionetas ingresen al patio. 7.- Qué una vez que botemos a los rehenes si quieren nos matan, pero déjennos en libertad.
Cinco minutos después hicieron explotar un petardo en la puerta del penal, generando movimiento entre las fuerzas policiales. Pasado el mediodía llegó el batallón de la Guardia Republicana ‘Yapan Atic’ (’Los que todo lo pueden’ en quechua). Los muros de la prisión se pueblan de francotiradores y expertos en tácticas antisubversivas. El diálogo parecía no conducir a ninguna salida.
ESTALLA LA VIOLENCIA
Enterados de que la televisión transmitía en vivo la revuelta, los amotinados empezaron a mostrar carteles escritos con lápiz labial en los que exigían su libertad y también optaron por subir uno a uno a los rehenes al techo para que, amenazados con un cuchillo en la garganta, pidieran a gritos que el Gobierno acceda a sus peticiones.
Ante la demora de las autoridades para entregarles el vehículo que habían solicitado para la fuga, los delincuentes decidieron entonces asesinar a uno de los rehenes. Habían pasado casi cuatro horas desde que se inició el motín. A la 1:53 p.m., el agente penitenciario Carlos Rosales fue llevado hacia el techo del penal y, a vista de las cámaras de televisión que seguían transmitiendo en vivo, fue rociado de kerosene y después le prendieron fuego ante el asombro de todo el Perú. Algunos miembros de la Guardia Republicana, apostados en el muro de la prisión, pudieron rescatar al hombre en llamas y trasladarlo aún con vida al cercano hospital Arzobispo Loayza, pero fallecería unos días después, el 2 de abril, producto de la gravedad de sus heridas.
Pero la barbarie estaba lejos de terminar. Una hora después, a las 2:56 p.m., otro empleado penitenciario, Rolando Farfán, fue llevado al techo. Todos los canales transmitían ya en señal abierta. Esta vez, el recluso Juan Alberto González, alias ‘Beto’, le disparó en el abdomen ignorando los gritos de piedad del rehén. Afortunadamente, Farfán también pudo ser rescatado y sobrevivió a sus heridas.
A las 4:25 p. m. se inició un incendio en la sección de enfermería del penal y, a las 5:50 p. m., llegó el diputado Jorge Díaz León de la Comisión de Derechos Humanos de la Cámara de Diputados, buscando entablar una conversación con los amotinados. En esos momentos, el civil Walter Corrales logra escapar mientras era trasladado al techo, pero en su intento de fuga recibe varias cuchilladas en la pierna y un balazo a quemarropa que le atraviesa la cintura. Milagrosamente, logró salvarse.
Los amotinados continuaban mostrándose violentos ante las cámaras y le cortaron el rostro a otro de los rehenes. Caía la noche.
EL RESCATE
A las 9:50 p. m., finalmente llegaría la luz en medio de la noche. La Guardia Republicana informó a los amotinados que accedían a entregarles un vehículo e hizo ingresar una camioneta policial, pero, al mismo estilo del Caballo de Troya, se encontraba ocupado por agentes fuertemente armados y equipados con bombas lacrimógenas. En ese instante se cortó el fluido eléctrico del penal y los policías, tanto los que acababan de ingresar, como los efectivos apostados en los muros, abrieron fuego contra los amotinados.
Pese a la poca visibilidad, el grupo de asalto logró separar a los rehenes y alejarlos de la zona de enfrentamiento. Casi todos fueron rescatados con vida, incluida la psicóloga Amelia Ríos de Coloma, quien había recibido un balazo en la mandíbula. Años después ella escribiría un libro titulado ‘Rehenes en el Infierno’, contando su desgarradora experiencia.
Los reos Núñez Baraybar y Díaz Martínez también fueron rescatados ilesos, pero Guillermo Cárdenas Dávila, ‘Mosca Loca’, fue degollado por los amotinados quienes mantenían rencillas con él debido a la posición de poder que tenía dentro de la prisión.
Por su parte, ‘Pilatos’, cabecilla del motín, se negó a rendirse y se parapetó en el baño, muriendo baleado en el intercambio de disparos junto a otros dos amotinados. Juan Alberto González Zavaleta, ‘Beto’, se escondió en su celda, pero a la mañana siguiente decidió suicidarse quemando su colchón y pegándose un tiro en el corazón.
A las 00:30 a. m. del 28 de marzo, el motín había terminado, dejando un saldo total de 22 fallecidos y 40 heridos.
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CONSECUENCIAS
Tras el develamiento del motín, el gobierno decidió desalojar el penal El Sexto que ya venía presentando serios problemas de hacinamiento e inseguridad. La población penitenciaria fue trasladada tanto al Penal San Jorge como a Lurigancho. Dos años después, el presidente Alan García cerró definitivamente el establecimiento penitenciario y el terreno que ocupaba fue entregado a la Séptima Región Policial.
Ocho presos fueron sentenciados a penas de entre 15 y 20 años de cárcel al ser hallados por las muertes producidas por el motín. Otras veces culparon a la prensa de exacerbar la violencia de los amotinados, que parecieron sentirse como en una película de acción. Aunque para muchos de los que vimos esas imágenes fue realmente de terror.
“Todo el Sexto parecía vibrar, con su inmundicia y su apariencia de cementerio, en ese grito agudo que era arrastrado por el aire como el llanto final de una bestia”. José María Arguedas, El Sexto.
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