La historia del peruano Manuel Briceño Huanca es la historia de un hombre que pudo ser nuestro más grande innovador, inventor, científico, pero que las oportunidades no se lo permitieron. No obstante, su presente demuestra que lo suyo es el ingenio y la creatividad.
Hoy ha saltado a la fama en redes sociales por un invento que podría revolucionar el mundo de la fisioterapia. Y no exageramos.
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Desde la pura creatividad y desde el trabajo empírico, ha creado, según registro en Indecopi, un ‘equipo móvil para el desarrollo y evaluación psicométrica’.
Un carrito de madera eléctrico, para ser más simples. Un invento que podría ayudar al tratamiento médico de niños con distintas discapacidades físicas y mentales.
Los autos, creados con madera y materiales reciclados comprados en La Cachina y Paruro, no son juguetes, aclara el inventor. Son verdaderos autos que despiertan la capacidad cognitiva y física de los niños, pues dentro de ellos tienen el control absoluto de la máquina.
El pequeño conductor puede acelerar y frenar. El timón obedece a un sistema de alineación impecable. En reversa deben activar las luces de emergencia. Si giran, deben poner las luces direccionales. Si hay un obstáculo al frente, tendrán que hacer sonar el claxon o bocina. De noche, activar las luces altas.
“Mis hijas gemelas tuvieron problemas al nacer, estuvieron en la incubadora. Sufrieron de media parálisis, nacieron con escoliosis. En el hospital la doctora me dijo que necesitaban concentrarse y me recomendaron hacerle un juego para que pueda desarrollar su sistema motriz. , cuenta Briceño Huanca.
En lugar de resignarse o lamentarse, se puso manos a la obra. “Entonces es cuando creo el primer carrito. Ellas tenían un año y medio aproximadamente”, detalla.
Eso fue hace 7 años. Hoy las gemelas tienen 9. Si uno las ve, creería que nunca tuvieron los problemas que el padre cuenta. Briceño Huanca asegura que es gracias a su ‘equipo móvil para el desarrollo y evaluación psicométrica’. O más simple: los carritos de madera con las particularidades que él mismo inventó.
“Ellas, desde que tenían año y medio, manejan. Se automatizaron. Eso fue muy bueno para desarrollar su parte cognitiva, psicomotora, de reflejo. Es lo que desarrolla cualquier adulto que maneja. Se automatizaron practicando. Con el juego desarrollaron su movilidad corporal y de reflejo. Ahora las ves y son niñas saludables”, precisa.
Un video grabado por dos jóvenes en Agua Dulce, en el distrito de Chorrillos, se viralizó en redes sociales y el invento del arequipeño saltó a la fama de inmediato.
Hasta el jueves al mediodía recibió más de dos mil llamadas y mensajes por WhatsApp, incluso desde México y Estados Unidos, de personas interesadas en sus carritos y de empresarios dispuestos a invertir.
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“MÁS BURRO QUE LA M...”
Hay que aclarar que Manuel Briceño Huanca nunca pisó una universidad, ni siquiera un instituto, apenas terminó la secundaria. “Yo era más burro que la mierda”, dice entre risas. Fue un destacado soldado de las Fuerzas Armadas. Su situación económica en su natal Camaná (Arequipa) no le permitió llevar estudios superiores, ejerció de guachimán y hoy se dedica a realizar taxi carga los siete días de la semana. Es padre soltero y tiene tres niñas.
Fue su curiosidad, su inteligencia y su disciplina. Pero, sobre todo, el amor a sus hijas lo que le motivó a crear los autos de madera.
“Mis motores son ellas. Nunca pensé que un invento mío, el que creé para ayudar a mis pequeñas, tendría tanta difusión e interesaría a muchas personas. Esa es mi mayor satisfacción, poder hacer feliz a mis tres hijas”, puntualiza.
En el colegio siempre ganaba los primeros puestos en las ferias de ciencia. Aprendió todo lo que sabe de un tío radiotécnico y de otro mecánico. “Amaba construir, pero más amaba destruir”, reflexiona en su humilde casa en Chorrillos, en donde también funciona su taller.
“Todos los implementos que necesito para armar los carros de madera los compro en la cachina, en Paruro. Todo es reciclado. Las baterías, el sistema eléctrico de baja y alta potencia, los timones, las llantas, todo”.
Ya desde los cinco años construía carritos y buses de juguetes. “Dicen que todos tienen un don, creo que este es mi don, porque la simple curiosidad me ha hecho crear estos carros. Yo no sé nada de ingeniería, ni siquiera uso planos, ni nada que técnicamente debería usar. Todo sale de mi cabeza”, explica.
Está dispuesto a fabricar más carritos de madera eléctricos, pero cita al intelectual Marco Aurelio Denegri: “Cuando hay cantidad se pierde la calidad”. Y agrega: “Esto se hace con cariño, amor, a mano, a medida”. Por eso prefiere atender los pedidos con cautela. Fabricar cada uno le demora entre dos semanas y un mes, requiere conocimientos de ensamblaje, mecánica, electricidad, carpintería y soldadura.
Briceño Huanca también ha inventado una ‘Casa Transformers’, pero ese es un proyecto que aún está perfeccionando, pero que lo emociona.
Rodeado de sus tres hijas, Manuel Briceño Huanca mira el futuro con grandes expectativas. Más que dinero, lo que desea es poder ayudar a la recuperación de niños y niñas con patologías o lesiones concretas. No tiene los conocimientos técnicos, académicos, teóricos, pero sí un gran talento para hacer con sus manos herramientas capaces de cambiar vidas. Un talento que si hubiera tenido las oportunidades necesarias, quién sabe, estaríamos hablando de una de las grandes mentes de nuestra nación.
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