Por: Juan Mauricio Muñoz (@jmmm1414)
Docente revolucionario a tiempo completo; escritor de poesía, ficción y libros infantiles; coleccionista de juguetes antiguos, Jorge Eslava nos recibe en su casa, a raíz de la publicación de 'El monstruo de arriba' y 'El laboratorio del abuelo' (Panamericana); 'El parque' y 'La ventana' (Editorial SM); y 'Una banca en el parque' (Peisa).
¿Es fundador de la editorial independiente Colmillo Blanco?
¡Ufff! Fue hace muchos años, pero no soy quién ha continuado con esta labor editorial, son dos alumnos. Colmillo Blanco fue fundada en 1986, tuvo algo de 6 o 7 años de vida. Era una aventura que iniciaba en la San Marcos, en una época muy efervescente de creación, publicábamos revistas de poesía y narrativa. También fue un trabajo que desarrollé en la docencia muy joven. Como no encontraba literatura apropiada para leer con mis estudiantes, reproducía los cuentos que leía que no eran cuentos pensados para colegios. Empecé la docencia en 1977 en el colegio Maristas del Callao. En el 92’ surge este monstruo llamado la Sunat que medía, con todo derecho, a todo lo que tuviera fisonomía de una empresa con la misma vara y Colmillo Blanco no había crecido, yo me encargaba de todo. Fue una proeza. Cuando miro atrás, me parece sorprendente haber conseguido superar el centenar de publicaciones. Me sentí muy feliz y honrado cuando hace un par de años después de varias décadas, resucitaron Colmillo Blanco gracias a Gabriel Arriaga y Angie Arce, quienes me pidieron relanzar la editorial. Es su mérito, les comenté que me sentía muy agradecido. El vínculo es, básicamente, de amistad y como una especie de director fundador y asesor en la sombra, bien en la sombra (risas).
¿Cómo se inició en la literatura infantil? ¿Tiene algo que ver la relación que tuvo como profesor en los Reyes Rojos?
Los Reyes Rojos fue una experiencia que cambió mi vida. Tuvo bastante que ver la relación con mis hijos como papá lector. Siempre tuve claro desde niño que quería ser profesor. Empecé a enseñar a los 23 años, pero no quería ser un profesor parecido a los que tuve. Quería nadar contracorriente. Ser un profesor incómodo al sistema. Creo que hay que establecer un vínculo distinto entre el profesor y los estudiantes. He forjado la idea del profesor responsable: conocedor, consagrado a su oficio, reflexivo y crítico. No entiendo al profesor que se suma a un coro, a una colectividad.
Como nuestro sistema educativo actual.
Es clarísimo que nuestra sistema educativo es precario. Nuestros docentes ganan muy poco, nuestros programas educativos están desfasados, anticuados.
¿El Plan Lector?
No ha funcionado bien. No puedes ser copartícipe de lo que está funcionando mal. Es una obligación moral, denunciar, reclamar, protestar, ser un revolucionario en la educación es fundamental.
Volvamos a sus inicios como docente en Los Reyes Rojos…
La claridad de qué tipo de profesor quería ser lo aprendo en Los Reyes Royos porque encuentro una comunidad que está yendo en una dirección opuesta al sistema y todos comandados por una personalidad lúcida, descollante y brillante: Constantino Carvallo. Tuve una amistad cercana con él, además de una gran admiración. Soy una persona de muy pocos amigos: tuve tres amigos, dos de ellos ya se han ido: el poeta Eduardo Chirinos y Constantino Carvallo. Nadie va a poder cubrir esos vacíos. En Los Reyes Rojos, con Constantino, vi la luz en el túnel y descubrí que no hay carrera más revolucionaria que la educación. Tengo un espíritu muy social y político, convencido, ahora más que nunca, que la verdadera revolución hay que hacerla en el aula. Me interesa cambiar la mentalidad de los profesores. Mi desvelo es el magisterio.
Además es un profesor muy singular: habla de fútbol con los alumnos; va al cine y al teatro con los estudiantes…
Me siento un estudiante más. Con la misma vocación que voy a enseñar, voy a aprender. Hay algunas cosas de los jóvenes que desconozco, que necesito aprender y voy con esa disposición. El humor, los referentes de hoy, la tecnología me refresca y me revitaliza. La docencia te obliga a estar bien, cada vez que ingreso al aula es como ingresar al ring, tengo que estar en óptimas condiciones físicas.
O a una cancha de fútbol…
Así es. He sido arquero toda mi vida. El marco de la pizarra es el arco y delante tengo a mis jugadores, que son mis alumnos. Estoy con mis jugadores en el aula y tenemos que ir a conseguir el triunfo. Es un trabajo colectivo. Estoy atento a los 'puntos flacos'. Tengo un sistema institucionalizado hace años que se llama 'goles cremas' que consiste en asistir a actividades culturales: la presentación de un libro, la asistencia a una pieza de teatro o un festival de cine, que es una gratificación para la nota final.
¿Algunos estudiantes son esos 'puntos flacos'?
Exactamente. Hay dos alumnos que fueron por primera vez al teatro y ahora son actores. Los editores de Colmillo Blanco quieren dedicar su vida a la edición. Me emociona, me enorgullece. No es que sea un gran mérito mío, pero pienso que tan descarriado no estaba. Me quedo con la satisfacción que empiezan a entender la cultura de un diálogo de muchas disciplinas.
Allí es cuando volvemos a la educación.
Por eso protesto tanto contra el sistema educativo que cierra las puertas a las manifestaciones culturales más cercanas como el cine, la música o la moda.
¿Por qué cree que los profesores no cambian su método de enseñanza?
Algunos desconocen y los pocos que saben tienen miedo a ese terreno político, social, contestatario. Es inconcebible que el informe de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación no se lea en los colegios. El sistema educativo pone una venda a los estudiantes. Es un pecado pedagógico y moral que te nieguen conocer el pasado de tu país.
¿Cómo se llega a una revolución cultural educativa?
Hay un temor por la palabra revolución. Tal vez no sea el comandante apropiado, pero me preparo todos los días pensando en términos pedagógicos. Se puede llegar con energía, pasión y responsabilidad. Pero nuestros profesores tienen sueldos insuficientes, sin posibilidad de tener una biblioteca en casa, condenados a cumplir labores burocráticas, arrinconados por los padres de familia, amenazadas por las autoridades, ‘bulleados’ por el periodismo. Si no la pelearan, ¿qué sería de ellos? Los maestros son los protagonistas de las huelgas más prolongadas. ¿Qué reserva de energía y moral queda en ese docente?
Nada.
Exacto. Me preparo para una trinchera cotidiana en la que ingreso a mi clase, cierro la puerta y cuando comienzo, soy más importante que la ministra de Educación.
¿Ha publicado varios libros infantiles este año?
Ha sido un año muy productivo y se vienen más para la segunda mitad de este año. Ahora como abuelo tengo otra mirada: más sabia, más paciente, más tolerable.