El crucero Carnival Horizon recorría el Caribe cuando las vacaciones familiares de los Kepner se transformaron en un crimen bajo investigación federal. Anna Kepner, una animadora de 18 años de Florida, fue hallada sin vida dentro del camarote que compartía con su hermanastro. Su cuerpo estaba envuelto en una manta, cubierto con chalecos salvavidas y escondido bajo la cama. El hallazgo se produjo la mañana del 7 de noviembre, cuando una trabajadora de limpieza ingresó a la cabina.
Según su familia, Anna compartía habitación con otros adolescentes, incluido su hermanastro de 16 años, quien la habría visto por última vez con vida. Horas después, los agentes del FBI confirmaron lo que ya se temía: la causa de muerte fue asfixia mecánica. El certificado de defunción emitido semanas después lo reafirmó como un homicidio.
La abuela paterna reveló que presenció el interrogatorio del menor. Dijo que el adolescente estaba alterado y aseguraba no recordar lo ocurrido. “Fue un desastre emocional. No podía ni hablar”, relató. Su comportamiento, según la familia, encendió las primeras alarmas sobre lo que habría pasado dentro de aquella cabina.
El exnovio de Anna también aportó un antecedente inquietante. Contó que, meses antes, durante una videollamada, vio al hermanastro intentar subirse encima de ella. Afirmó que aquella escena lo dejó alarmado y ahora cree que fue la primera señal de un problema que nunca se enfrentó a tiempo.
Mientras el crucero seguía su ruta, los investigadores revisaron las cámaras de seguridad del barco. Medios locales reportaron que el hermanastro fue captado ingresando a la cabina momentos antes de la muerte. Esas grabaciones se han convertido en piezas clave del caso, que hasta ahora no tiene acusaciones formales.
El padre de Anna, Christopher Kepner, aseguró que su hijastro siempre le pareció un chico normal, pero reconoció que, si las pruebas lo señalan, deberá responder ante la ley. “Quiero que se atenga a las consecuencias… no puedo decir que sea responsable, pero no puedo declinar”, expresó.
Los registros judiciales de un caso familiar no relacionado mostraron que los propios padres del menor lo identificaron como un posible sospechoso. En esos documentos se detalla que uno de sus hijos podría enfrentar cargos y que el FBI investiga la muerte repentina de la joven de 18 años.
La familia también contó que Anna había planeado alistarse en la Marina y convertirse en agente K-9. Su muerte generó conmoción en Florida, donde se realizó un servicio religioso en su memoria.
Una fuente ligada a la investigación indicó que Anna tenía dos hematomas en el costado del cuello, compatibles con maniobras de presión. La familia explicó que el FBI les dijo que la adolescente se asfixió posiblemente con una técnica de barra: un brazo rodeando el cuello por detrás.
Los investigadores señalaron además que no se encontraron señales preliminares de agresión sexual, ni rastros de drogas o alcohol en su sistema, aunque los informes de autopsia y toxicología aún no han sido publicados. La muerte, según el certificado, se produjo el 6 de noviembre.
Otra información reforzó las sospechas. El padre del exnovio de Anna declaró que el menor estaba “enamorado” y obsesionado con ella, recordando incluso un episodio en el que se le subió encima mientras dormía. La familia considera que ese comportamiento pudo haber escalado durante el viaje.
En la escena del crimen, los chalecos salvavidas que cubrían el cuerpo podrían ser un indicio clave. Investigadores creen que quien la ocultó intentó ganar tiempo antes de que el personal del barco descubriera el cadáver. Fue la empleada doméstica quien finalmente lo encontró.
La muerte de Anna mantiene al FBI al frente de una investigación que avanza en silencio, sin detenidos y con una familia que exige justicia. Mientras tanto, el adolescente sigue sin ser acusado formalmente, pero todas las miradas apuntan hacia él como la última persona que estuvo con la joven antes de que su vida terminara en una cabina del Carnival Horizon.
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