Por: Miguel Ramírez / Periodista de investigación*
Un grupo de congresistas de los llamados ‘golpistas’, encabezados por Luis Valdez y Omar Chehade, pretendió aprobar, al ‘caballazo’, reformas constitucionales. Entre ellas, el retorno de la bicameralidad. Es decir, la creación en el Parlamento de dos cámaras: diputados y senadores.
Al parecer, ellos querían ser senadores y volver pronto al Congreso. El proyecto original de Chehade proponía que los actuales congresistas podían postular al senado en 2022. Una vez elegidos los 60 senadores, los 130 parlamentarios recientemente electos pasarían a ser diputados.
Su iniciativa no prosperó, aunque con este Congreso todo puede pasar. Pese a que apenas falta menos de dos meses para que se vayan a sus casas, Valdez y Chehade se empecinaron en sacar adelante esa y otras reformas. Para ello, lograron que se aprobara una cuarta legislatura.
Tal era el despropósito, que el presidente Francisco Sagasti tuvo que invitar a Palacio a Luis Valdez, quien es presidente de la Comisión de Constitución. Le dijo que no era dable aprobar apresuradamente las mencionadas reformas. El diálogo fue cordial, pero áspero.
A los congresistas que insisten en la bicameralidad poco les importa la decisión que tomaron los ciudadanos en diciembre del 2018, cuando en un referéndum la rechazaron abrumadoramente: ¡El 85.1 por ciento votó en contra!
Nadie duda de que la bicameralidad es una opción importante, pues permite un balance en las leyes y decisiones que adopta el Congreso. Los senadores tienen mayor edad y son más reflexivos.
Sin embargo, en este momento en que el Parlamento está desprestigiado, es casi imposible que una personalidad notable quiera ser senador.
¿Se imaginan a senadores como Chehade, Valdez, José Luna, o los inefables Becerril, Beteta, Bartra, y muchos más que nos dejó el nefasto Congreso del 2016 y también este que ya se va?
Hubo una época, en los años ochenta, en que tuvimos senadores brillantes. Los jóvenes que leen esta columna, y que no vivieron esos tiempos, deben saber que existieron senadores como Roberto Ramírez del Villar, Luis Alberto Sánchez, Enrique Chirinos Soto, Andrés Townsend y otros más, que en cada intervención daban cátedra política y constitucional.
Por aquella época este columnista era un joven periodista de la revista ‘Oiga’. Cuando iba al Congreso o salían en la televisión era un deleite escucharlos. Los peruanos nos sentíamos orgullosos de ellos. Eran los guardianes de la democracia.
Por eso, en 1992, después de perpetrar el autogolpe, Alberto Fujimori y Vladimiro Montesinos acabaron con el senado, y convirtieron al Congreso en unicameral.
A partir de allí, hemos tenido congresistas de toda calaña, rateros, traficantes de oro, proxenetas, falsificadores de títulos, chantajistas… y no sigo porque me faltaría espacio. Con pocas excepciones, ciertamente.
Hay quienes dicen que el nuevo Congreso deberá debatir y aprobar el retorno del senado. Se olvidan que entre los congresistas recientemente electos también hay impresentables y hasta un procesado por terrorismo. Dios nos encuentre confesados.
Nos vemos el otro martes.
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