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En la zona de Gambetta Alta, en el Callao, no hay necesidad de ir a la estación para ver pasar el tren. Basta abrir la puerta de tu casa. Literal. Allí, entre paredes de material noble y callejones estrechos, hay familias que viven a menos de un metro del riel. Y ahora, con el nuevo tren de pasajeros Lima–Chosica anunciado a todo bombo por la Municipalidad de Lima, el miedo corre más rápido que los vagones.
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Los vecinos llevan décadas viviendo en la zona. Algunos llegaron hace 30 o 45 años, cuando las vías estaban abandonadas y ningún funcionario asomaba por ahí. “Cuando viene el tren, nos metemos a la casa, cerramos la puerta y esperamos que pase”, cuenta uno de ellos, curtido por los años y el susto.
El tren Lima–Chosica pasará varias veces por hora, pero no hay cercas, señales ni control. (Foto: Captura/América Noticias)
No ha tenido accidentes en su familia, pero recuerda al menos dos muertes en la zona. También a una mascota que no tuvo la misma suerte.
“Hay gente que se marea, que cruza sin mirar. Hemos tenido que sacar personas de la vía”, relata. Y es que aquí, el tren pasa por la mitad del barrio como si fuera la pista principal, sin cercas, sin señalización, sin advertencia. Y ahora, sin descanso.
“NADIE NOS HA DICHO NADA”
El nuevo convoy —donado por Caltrain, desde Estados Unidos— ya se ha dejado ver en ensayos. Y no es cualquier tren: es de dos pisos, más largo, más rápido y con piezas que sobresalen del eje. Para una zona donde los niños juegan junto a la línea férrea y la gente cruza por donde puede para ir al mercado, esto es una bomba de tiempo.
“Nadie nos ha dicho qué va a pasar”, reclaman. No saben si los van a desalojar, reubicar o simplemente dejar ahí hasta que ocurra una tragedia. “Puede que nos saquen en cualquier momento, pero si nos ordenan, nos vamos. Solo queremos que nos hablen claro”, dice otro vecino.
Trenes donados. Foto: MML.
Aunque el lugar es informal, muchas casas están hechas de material noble. Los vecinos aseguran que llegaron cuando no había trenes en circulación, mucho menos de pasajeros. Nunca recibieron fiscalización ni advertencias. Hoy, el Estado tampoco aparece: ni el Ministerio de Transportes ni la Municipalidad del Callao se han pronunciado.
Mientras tanto, el tren ya ensaya su ruta. Pasa por delante de las puertas como si fueran estaciones fantasmas. Y la gente solo atina a cerrar su casa y esperar. Esperar que no pase lo peor.
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