LAS LETRAS PERUANAS ESTÁN DE LUTO. Diversas fuentes confirmaron esta tarde el fallecimiento, debido a un paro cardíaco fulminante a los 82 años, de Alida Cordero de Ribeyro, quien no solo fuera viuda del célebre escritor peruano Julio Ramón Ribeyro sino también una figura clave en la preservación y promoción de su obra.
La noticia la dio a conocer la revista Cosas, quien señaló que trabajó estrechamente con la viuda de Ribeyro y luego fue confirmada también al diario El Comercio por Jorge Coaguila, biógrafo del autor de ‘La palabra del mudo’.
Alida Cordero nació el 9 de octubre de 1941 y conoció a Julio Ramón Ribeyro en 1961, cuando tenía 19 años, en París. Vivía en Lima, en la avenida Petit Thouars, y sus antepasados eran de Tarma.
“Siempre he sido muy delgada y de adolescente lo fui más. Entonces, tenía un complejo, porque en el Perú, en esa época, las mujeres debían tener caderas, cinturita y busto. Y yo era un palo. Me acuerdo que fui a una fiesta y me quedé sin bailar. Eso me llevó a decidir saber más que todos. Comencé a leer. Libro que caía a mi mano, lo leía. Siempre había leído, pero a partir de los 14, 15 años, leí muchísimo. Me encantaba la literatura”, recordó Alida en el libro de Jorge Coaguila ‘Ribeyro, una vida’
Estudió Letras en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos para seguir luego Psicología. En la Casona, antigua sede de este centro de estudios, trabó amistad con los poetas Alejandro Romualdo, Juan Gonzalo Rose, Francisco Paco Bendezú, Hugo Neira, Reynaldo Naranjo y César Calvo. Aunque nunca quiso ser escritora, admiraba profundamente a los clásicos de la literatura.
Sin terminar la carrera, viajó a Francia gracias a un amigo. Entre los que llegaron a la capital francesa con ella se encontraba Javier Heraud, quien la presentó en París a Mario Vargas Llosa y a Julio Ramón, con quien se casaría un tiempo después. La pareja, que compartió muchos años en París, vivió una vida marcada por el amor a la literatura y la cultura. Ribeyro, conocido por su estilo lúcido y sensible al narrar, siempre tuvo en Alida una fuente de apoyo constante.
En una entrevista de 2002, Vargas Llosa recordó, al referirse a Julio Ramón: “Yo vi nacer su relación con Alida, que al principio fue algo complicada, pues ella no daba facilidades. Practicábamos entre nuestro grupo el ‘juego de la verdad’, en el que se trataba de decir verdades los unos a los otros, y el interpelado tenía que aceptar o rechazar lo que se le proponía. Era un juego algo perverso; no sé cómo no terminamos todos peleados. En ese juego descubrimos que Julio Ramón había estado tratando de enamorar a Alida, que estaba recién llegada a París. Un día, en pleno juego, Carlos Meneses preguntó a Alida: ‘¿Qué harías tú si Julio Ramón te hubiera empezado a enamorar?’. Y ella contestó: ‘Ya ha empezado’. Julio Ramón se puso muy nervioso, comenzó a encender cigarros uno detrás de otro, y dijo: ‘Ah, entonces..., ¿ya he empezado?’. No recuerdo muy bien los detalles, pero cuando le volvieron a preguntar a Alida, ella comentó que se le había declarado siete veces. Al final, acabaron casándose y su vida cambió [la de Ribeyro]”.
Tras la muerte del escritor en 1994, Alida asumió la tarea de custodiar su legado, asegurándose de que las nuevas generaciones conocieran y apreciaran la obra de uno de los más grandes cuentistas peruanos. Durante su vida, veló por la difusión de su obra y organizó diversos eventos en su honor. Su compromiso con el legado de su esposo fue inquebrantable, y su contribución al mundo literario es ampliamente reconocida.
Además de su papel en la preservación de la obra de su esposo, Alida Cordero tuvo una exitosa carrera como marchand d’art. Trabajó en una galería y se formó en el Louvre, organizando exposiciones internacionales y realizando importantes ventas, como la de un cuadro de van Gogh. Su éxito profesional permitió a la pareja disfrutar de una vida acomodada en París, donde residieron en un apartamento en el exclusivo Parc Monceau.
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