
Con la llegada de la Semana Santa, es casi indiscutible que en muchos hogares de España se desayunen torrijas al menos un par de días durante la semana. Aunque la tradición más arraigada desde hace décadas es consumirlas en el desayuno del Jueves Santo y el Viernes Santo, lo cierto es que se han convertido en un ícono culinario de este periodo cuaresmal.
En España, dos de los sectores que mantienen viva la economía y contribuyen significativamente al PIB del país son la gastronomía y el deporte. Comer bien es un valor muy apreciado en todo el mundo, pero siempre se dice que como la cocina española —o la mediterránea— no hay ninguna. En cuanto al deporte, en todas sus variantes, ya sea ciclismo, fútbol o tenis, empieza a verse una curiosa asociación con postres típicos. Una tendencia que, en parte, ha cobrado fuerza con el auge de las apuestas, donde estos dulces funcionan como una especie de recompensa simbólica por acertar los resultados.
No obstante, aunque las torrijas solo suelen aparecer en los mostradores de panaderías y cafeterías durante la Cuaresma —y, más concretamente, en la semana previa a la Semana Santa— lo cierto es que se trata de un postre sencillo y delicioso que podría estar presente en cualquier momento del año. Sin embargo, la tradición las ha etiquetado como un dulce exclusivo de la Semana Santa, independientemente de la fecha en que esta se celebre. Es decir, no es un postre de marzo o abril, sino un postre marcado por el momento y la tradición.
El origen de las torrijas
Si se analiza racionalmente, los ingredientes de las torrijas no son exclusivos de una época específica del año: leche, huevo, azúcar, canela y ralladura de limón o naranja. Todos ellos disponibles en cualquier supermercado o frutería de confianza. Es cierto que, solo en el mes previo a la Semana Santa, suele aparecer en las tiendas un pan específico para hacer torrijas, pero incluso este puede ser sustituido por una barra de pan común. Así lo han hecho siempre las abuelas en casa, y el resultado nunca ha dejado de ser delicioso.
Existe cierto debate no oficial sobre si las torrijas deberían tener un día específico al año —como el Día del Huevo, ingrediente fundamental en su preparación— o si, más bien, son el resultado de la evolución natural de los postres y sus distintas formas de cocinado.
Desde un punto de vista católico, las torrijas están asociadas a la Semana Santa por su vínculo con la tradición del ayuno y la abstinencia de carne que los creyentes practican durante la Cuaresma, especialmente los viernes. Por ello, en muchos hogares no se discute que el Viernes Santo, día clave de esta promesa, se desayunan torrijas.
Este significado religioso se mantiene en algunos hogares creyentes, aunque hoy muchas personas consumen este postre sin conocer su origen. Además, con el paso del tiempo, la receta ha ido evolucionando: de cocina en cocina y de ciudad en ciudad, se le han añadido nuevos ingredientes, como es el caso de la Comunidad de Madrid, donde es común comerlas con miel, además del tradicional azúcar y canela.
Torrijas por el mundo
Aunque las torrijas, tal como se conocen en España, son típicamente locales —preparadas con pan, huevo, leche, canela y azúcar— su popularidad ha trascendido fronteras. Hoy en día, muchos turistas que visitan España durante la Cuaresma o la Semana Santa buscan probar “las mejores torrijas” del país en panaderías o cafeterías tradicionales.
Incluso el reconocido chef Karlos Arguiñano ha compartido sus trucos para hacerlas más ricas y sabrosas. Aunque la receta original es muy sencilla, con el paso del tiempo han surgido versiones con vino o adaptadas al paladar vegano, en pleno auge. En definitiva, las torrijas son un postre inclusivo: para todos los gustos y sin distinciones.
¿Torrijas francesas?
Puede sonar curioso, pero al investigar un poco en internet es fácil notar que las torrijas tienen un gran parecido con las tostadas francesas. Este desayuno se prepara con pan remojado en huevo batido y leche (o nata), y luego se fríe, igual que las torrijas españolas. Eso sí, los franceses suelen añadirles un toque más moderno: siropes variados o frutas, además de la tradicional canela.
El nombre original en francés es pain perdu (pan perdido), porque se hace con pan duro o viejo, ya no apto para acompañar otros platos. Lo mismo ha ocurrido tradicionalmente en España, donde las abuelas aprovechaban el pan duro de días anteriores para cortarlo, remojarlo en leche y freírlo. Aunque ahora se vende pan especial para torrijas, el espíritu de reutilización sigue vigente.
En Alemania también existía un postre similar conocido como “budín de los caballeros pobres”, pensado como una opción accesible para quienes no pertenecían a clases altas: pan duro remojado en leche para ablandarlo y transformarlo en algo delicioso.
Las torrijas europeas
Como vemos, las torrijas han adoptado distintos nombres y formas en varios países de Europa, aunque en cada uno de ellos se les ha dado un toque local que ha perdurado en el tiempo. Aun así, España sigue siendo el país líder en cuanto a la cultura y la tradición de este postre, sin importar la comunidad autónoma o la ciudad.
Aunque no hay un día oficialmente reconocido como el “Día Mundial de la Torrija”, algunos estudios apuntan al 28 de noviembre como posible fecha conmemorativa. Sin embargo, existe debate sobre si realmente hace referencia al postre tal y como se conoce en España.








