Este Búho se pone a pensar en el tema a escribir para un Jueves Santo como hoy. En la noche se juega el y ya tengo mi entrada y la ilusión en el bolsillo. El director me dice: “Búho, no solo debemos escribir sobre el partido. Tú viajaste a en pleno gobierno de Hugo Chávez, cuéntale a tus lectores lo que viste en ese país hermano después de largos años de control chavista”. Ahora está Nicolás Maduro y ha endurecido su política contra los opositores y la economía de esa nación está en ruinas. Tanto así, que en los supermercados no se encuentra papel higiénico, jabón, pañales ni tarros de leche. Cuando uno piensa en la patria del ‘Puma’ José Luis Rodríguez, no piensa en Rondón o el ‘Comegente’ Vizcarrondo. Más bien, se me viene a la mente un pueblo en crisis, y siento un dolor.

Si el gran Rómulo Gallegos reviviera, se volvería a morir. Él, que instauró un país donde se vivía una primavera democrática para los exiliados de las dictaduras latinoamericanas, como de República Dominicana, del ‘Chivo’ Rafael Leónidas Trujillo, la argentina de Juan Domingo Perón o el Perú de Manuel A. Odría. Hoy, ese país hermano de Venezuela se ha convertido en una republiqueta en la cual un dictador, que ni parece saber la tabla del uno, como Nicolás Maduro, hace caso omiso a los acuerdos y leyes del Congreso de la República para dar amnistía a los presos políticos, injustamente encarcelados por exigir democracia y libertad.

Tengo amigas bellísimas que cuando salen en defensa del impresentable Nicolás, automáticamente las veo sin incisivos y con la nariz de Jonathan Maicelo. Cuando se ven acorraladas, ante irrebatibles argumentos de que el ‘chavismo’ está humillando a los venezolanos, otrora una de las naciones más ricas y democráticas de América Latina, me salen con la muletilla: ‘Maduro tiene la culpa. Hugo Chávez no, con el comandante, Venezuela era un ejemplo. Maduro lo malogro’. ¡Por favor!

Este columnista viajó al país ‘llanero’ de Venezuela, del todopoderoso presidente Hugo Chávez, cuando ejercía el periodismo deportivo y Perú, dirigido por Juan Carlos Oblitas, iba a emprender una ‘minigira’ por Colombia y Venezuela enfrentando a ambas selecciones. Con el fotógrafo lastimosamente fallecido Alejandro ‘Cholito’ Silva, emprendimos vuelo primero a Bogotá y después a Manizales, la capital del café y las hermosas mujeres, donde Perú empató 3-3, después de ir ganando 3-0 con dos goles de Pizarro y uno del ‘Cóndor’ Mendoza. Pero lo que más recordábamos Silva, el colega Claudio Chaparro y este columnista, era el trato tan hospitalario y acogedor de los colombianos, sean taxistas, recepcionistas de hotel o recamareras. Diez puntos.

Cuando llegamos a Caracas empezó nuestro calvario. Los maleteros no te querían llevar las valijas, el avión debía salir a Valencia a las 9 de la noche y tenía ¡tres horas de retraso! Si te quejabas, te decían ‘estamos con el comandante Chávez, ándate al carajo’. En el hotel, los porteros fumaban igual que las recamareras que ni limpiaban tu habitación. Y siempre la misma muletilla: ‘Vayan a quejarse a nuestro comandante Chávez, ja, ja, ja’ y fumaban con pana ¡en la puerta de nuestra habitación! Solo encontramos un taxista amable, y no era chavista, sino colombiano. ‘No se sorprendan, Chávez manda camionadas con electrodomésticos a las barriadas o regala plata en efectivo. Son esa masa la que va a apedrear los diarios o televisoras de oposición’. La Venezuela de Chávez no era el paraíso que me quieren pintar mis guapas amigas.

Era una sociedad camino a la descomposición, producto del más burdo clientelaje político en un momento en que el precio del petróleo subió, debido a la crisis en Medio Oriente. Después de la derrota de ‘Satán’ Hussein, los precios bajaron y se fue al diablo la economía ficticia que inauguró Chávez, quien se daba el lujo de regalar plata y petróleo no solo a Cuba sino también a Bolivia y a sus agentes ‘bolivarianos’ de varios países latinoamericanos. Maduro, sin la astucia, la plata ni el carisma de Chávez, llevó al país al descalabro. Los bebés no tiene pañales, hay que hacer cola de madrugada para comprar papel higiénico y leche para los niños. Nicolás debe agarrar sus chivas y escapar como las ratas. No sé cómo una despistada candidata puede poner el pecho por tan impresentable tipejo. Pero bueno, hoy quiero ver a mi Perú ganándole a los ‘venecos’. Lo justo. Apago el televisor.

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