Tragamonedas
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El fotógrafo Gary llegó por una cachema frita con arroz, papas doradas rociadas con crema de champiñones y una ensalada de verduras. Para calmar la sed, se pidió una jarrita de limonada frozen. “María, es impresionante la cantidad de casinos que hay en nuestra capital. Acaban de inaugurar uno inmenso frente a Plaza San Miguel, en la avenida La Marina, donde antes estaba el local de un conocido supermercado. Es evidente que cada día hay más gente que se envicia en estos ‘juegos’ que son realmente peligrosos.

Hace un tiempo me sorprendió el caso de una mujer, de 49 años, que perdió la vida de un infarto en el baño de uno de estos locales, afectada porque había perdido mil soles. Era todo lo que tenía para los gastos de su casa y se le esfumaron en poco tiempo en las llamadas ‘maquinitas’.

Según la Organización Mundial de la Salud, la ludopatía es un trastorno mental. Se trata de un deseo irrefrenable por jugar, aún sabiendo las consecuencias negativas que puede traer. Los más vulnerables a convertirse en ludópatas son jubilados, adultos mayores y personas solas. Es que el juego ‘llena’ un vacío. Cuando un ludópata pierde una apuesta, lo menos que le duele es el dinero. En lo que realmente piensa es en que no tendrá la oportunidad de volver a apostar.

En el Perú, los casos de ludopatía han aumentado desde que en 1999 comenzaron a abrirse las casas de juego de manera indiscriminada, ante la ausencia de una norma que regule su funcionamiento. El ludópata siempre quiere apostar para ganar, pero acabará perdiendo. En esos centros de juego no hay ventanas ni relojes y siempre hay señoritas repartiendo sánguches y bebidas. Todo lo necesario para no acordarse del tiempo y seguir apostando o, mejor dicho, perdiendo. ¿Están pagando más impuestos o los lobbies del Congreso los siguen protegiendo?

Cada uno es libre de elegir lo que hace con su vida y su plata, pero lo cierto es que estos locales no aportan nada bueno a la sociedad, sino al contrario. Son muchas las personas de todas las edades, desde jóvenes hasta ancianos, que apenas tienen un dinerito en las manos van desesperadas a los casinos y casas de apuestas a perderlo todo. Es penoso ver a viejitos pedir hasta limosna y vender sus cosas para conseguir plata y seguir jugando. Muchas personas hasta piden prestado dinero para seguir apostando en las maquinitas, pero lo pierden todo. Matrimonios se destruyen y no son pocos los que pierden trabajo, familia, quedan como loquitos y se arruinan por ese vicio. ¡Increíble!”. Gary tiene razón. Me voy, cuídense.

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