El fotógrafo Gary llegó al restaurante por su piqueíto criollo con carapulcra, ají de gallina, olluquito y arroz blanco bien graneadito, Para tomar se pidió una jarrita de chicha morada al tiempo.
“María, te cuento que ayer estaba caminando por el Centro de Lima y observé a un ciudadano venezolano vendiendo sus gaseosas heladas en medio del fuerte sol que salió al mediodía. De pronto, apareció de manera matonesca un miembro del Serenazgo de la Municipalidad de Lima que le pidió que se vaya, pero lo maltrató verbalmente, como si el extranjero fuera un delincuente. El ‘chamo’ no reaccionó mal, al contrario, pidió respeto y le explicaba que estaba ganándose la vida honradamente, pues tenía familia que mantener, y que ya se iba a retirar.
Fue ese momento cuando apareció un hombre mayor, peruano, y también comenzó a increparle varias cosas al venezolano de mala manera. Le dijo que ellos solo habían venido al Perú para robar y hacer daño.
La verdad, María, me puse en los pies del extranjero, ya que claramente era víctima de un maltrato y abuso verbal. Ese joven forma parte de una migración (hay entre 800 y 900 mil llaneros en nuestro país) y en un fenómeno de eso tipo, viene de todo: buenos y malos. A los que van por el camino torcido hay que denunciarlos, sancionarlos y mandarlos de regreso a su país para que nunca más regresen.
Pero aquellos que se portan bien y trabajan honradamente, hay que darles la mano. No olvidemos que miles de peruanos están en otros países y, muchas veces, ellos son víctimas del odio y racismo.
Hagamos un poco memoria. Décadas de los 80 y 90, muchos de nuestros compatriotas optaron por abrirse camino fuera del Perú. Se fueron a Estados Unidos, España, Chile, Argentina y otros países. Viajó gente buena que se saca hasta hoy el ancho por darle una mejor calidad de vida a los suyos. Sin embargo, la oportunidad también fue aprovechada por personas de mal vivir, que lamentablemente dejaron por los suelos el nombre de nuestra nación.
Felizmente, estos últimos son minoría, pues la mayoría de peruanos residentes en el extranjero son considerados trabajadores y honrados. Ojo, nuestros paisanos en otros lugares no la tienen tan fácil. Son víctimas de odio, como Mahud Villalaz (42), a quien hace unos días un gringo racista, en Wisconsin, le arrojó ácido en la cara diciéndole: ‘Viniste aquí e invadiste mi país’.
María, nadie es mejor que nadie por el color de su piel u otras cosas. Frente a todo esto, quisiera invocar a que tengamos más tolerancia con los venezolanos, que llegan al Perú para labrarse un mejor futuro. No es fácil vivir en suelo extranjero y no tener a nadie de la familia. Insisto, no avalo a los malos elementos, pero sí a aquellos que se ganan la vida decentemente. El Perú siempre ha sido una nación solidaria. Apoyemos a nuestros hermanos venezolanos”. Pucha, mi amigo Gary tiene razón. Me voy, cuídense.
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