El Chato Matta llegó al restaurante por un espectacular estofado de osobuco con papa, arrocito blanco y ajicito molido. Para calmar la sed pidió una jarra con chicha morada fresquecita.
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“María, siempre pasan cosas raras en mi vida. Pancholón estaba con unas ‘terribles’ en el ‘Puchungo Bar’ de San Miguel y me reventaba el celular para tonear con N’Samble, pero le dije ‘paso, papá, no la hago’.
Llegué a casa, me di un baño, puse una película de Netflix, pero estaba en otra. El ver los buses y camiones bloqueados en la Panamericana me hicieron recordar mis viajes ‘tirando dedo’ a Máncora, con mi enamoradita Verónica, la popular ‘Veroca’.
Eran otros tiempos, no había inseguridad ni peligros en las carreteras. Con ella tuve un ‘remember’ alucinante. Hace un mes, se contactó conmigo desde España. ‘Chatito, nadie me daba razón de ti, pero a mí nadie se me escapa. Llego a Lima el lunes, recógeme en el aeropuerto’.
Ni bien nos encontramos me besó apasionadamente y me dijo ‘en one’: ‘Con el viejito de mi marido no pasa nada. Vivo en una bonita casa frente al mar en Barcelona, pero hago mi vida.
Lo peor que le puede pasar a una sudamericana alegrona es casarse con un viejo aburrido, así sea rico. Es un enfermo de los celos y cuando se emborracha me quiere pegar y me insulta en catalán, pero a mí se me sale la ‘rica Vicky’ y no puede conmigo’.
El Chato Matta viaja a Máncora por amor
‘Veroca’ llegó de España forrada en euros con sus dos hijitos, pero los dejó en casa de su mamá y me llevó a Máncora. ‘Chato, ¿te acuerdas de nuestro primer campamento en ‘Sarapampa’, cuando no había nada, ni un quiosco de madera? Nunca lo olvidaré porque fui tuya por primera vez.
Ahora estamos en un resort de lujo en Máncona, aquella vez nos alojamos en el pueblo en un hotelito de media estrella con baño común. Tú comprabas ese trago horrible, creo que se llamaba ‘Cien Fuegos’, ahora estamos en una suite frente al mar’.
Claro que me acuerdo. Aquella vez nuestra suerte cambió cuando ‘Veroca’ conoció a un surfista australiano que se enamoró de ella y ella le metió el ‘loro’ de que yo era su hermano. El gringo nos llevaba a comer a los mejores restaurantes, pagaba nuestros tragos en la discoteca.
‘Veroca’ se hacía la sobrada, por ahí le robaba un piquito y yo me hacía el loco. Todo estaba perfecto, el ‘canguro’ nos estaba invitando a las islas Galápagos. Pero una noche en la discoteca ‘Vero’ pensó que el gringo se había ido y empezó a chaparme como loba y el australiano salió del baño y nos vio. Perdimos a nuestro mecenas.
Esa noche, cenando al borde de la piscina, me hizo una propuesta. ‘Chato, vente conmigo a España. Con mi divorcio sacaré tanta plata que podrás vivir sin trabajar o ‘cachuelear’ en lo que quieras, para que le mandes plata a tus hijitos’.
Me puse a pensar seriamente en sus palabras. La flaca estaba guapa, enterita y sentía que me apreciaba, pero a mi edad ya no estoy en condiciones de volver a formar un hogar. Es como empezar de nuevo y me aburre.
Además, mis hijos se encuentran en una edad difícil, su madre trabaja y deben estar chequeados por su padre, más en estos tiempos de tanto enfermo, mañoso y violador. Le expliqué a la ‘loquita’ mis razones para no irme con ella: ‘Amo a mis hijos.
Ya sufrí el tener que irme obligado de la casa. Perdóname y tomemos la última copa de champagne en esta linda noche llena de estrellas’”. Pucha, ese Chato perdió a su esposa por mujeriego y por dejarse llevar por el cochino y sinvergüenza de Pancholón. Me voy, cuídense.