El fotógrafo Gary llegó al restaurante por su espectacular escabeche de bonito con ajicito molido. Y para bajar la grasita, una cebada con bastante limón. “María, llegué temprano a la redacción y me encontré con el periodista de Policiales, ‘El Sonámbulo’. Estaba indignado: ‘Gary, durante muchos años de mi vida cubrí la fuente de policiales del Callao. Allí mandaban a los verdaderos ‘tigres’ de los periódicos.
La delincuencia reinaba en los Barracones, en Ruggia, o en calles temibles como los jirones Carrillo Albornoz, Marco Polo o Puerto Nuevo. Había ‘faites’ reyes de la chaveta, el sable, ‘monreros’, asaltabancos y rateros de cajas de caudales. El tétrico penal de la isla ‘El Frontón’ era su segunda casa. Todos eran delincuentes prontuariados, asesinos, pero se enfrentaban en duelos a sables.
En esa época no existían los sicarios lacras de hoy, esos malditos que se ganan la vida matando gente por la espalda. Es triste ver en lo que se ha convertido el Callao en este nuevo milenio. Esa descarriada infancia creció alentada por un movimiento político ‘Chim Pum Callao’, que hizo de las nuevas pandillas ‘su fuerza de choque’ y les ofreció el festín de los ‘trabajadores fantasmas’ en obras públicas y hasta en la región y municipios.
‘Los Barrio King’, ‘Los Malditos de Castilla’, la banda de Renzito y Gerald ‘Tony Montana’ Oropeza aprovecharon la ‘manito’ que les daban políticos corruptos y empezaron a traficar cocaína por todo lo alto con ‘containers preñados’. Este suculento negocio con los mercados europeos trajo ambición, traición y allí apareció un ejército de sicarios ofreciendo sus ‘servicios’.
Creció una generación de gatilleros que matan hasta por mil soles y después cuelgan en sus redes fotos con whisky etiqueta negra, puros, billetes y pistolas. A veces no llegan ni a los veinte años, pero no tienen ningún tipo de remordimiento ni valores. Son lacras. Son estos los que, por ejemplo, mataron a Robert Arellano Llanos (26), un delincuente prontuariado, cuando asistía a una cebichada en la Ciudad del Pescador.
Pero los sicarios no solo acribillaron a Arellano, sino que lanzaron dos ráfagas de ‘ida y vuelta’, matando a una madre de familia e hiriendo a cuatro asistentes, entre ellos, una bebita de diez meses, que recibió un balazo en la pierna. ¿Qué clase de monstruos pueden disparar a un grupo donde ven a una madre cargando a una niña?’”. Pucha, ese señor, ‘El Sonámbulo’ tiene razón. En el Callao se necesita mano dura y un plan contundente contra el crimen organizado. Me voy, cuídense.