Mi amigo, el fotógrafo Gary, llegó al restaurante por unas cachemas fritas con papas doradas, arrocito blanco bien graneado, ensalada de tomate con lechuga y un emoliente friecito con limón. “María, las torrenciales lluvias, desbordes de ríos y siguen causando destrucción, dolor y muerte en toda la costa norte del y en Lima. 

Miles de peruanos, niños, ancianos, mujeres y hombres no solo lo perdieron todo, hasta la casa y la ropa, sino que además pasan hambre y sed a causa de los huaicos. La pena, la angustia y desesperación es grande en nuestros hermanos que claman ayuda. Encima, tienen un horrible sentimiento de abandono porque la ayuda del Estado tarda o simplemente no llega nunca. Por eso, hay que elogiar la iniciativa de las empresas privadas, instituciones religiosas, clubes, colegios y otros que están ayudando en lo que pueden. 

Llevan carpas, comida, agua, ropa, plásticos y otros porque todo se necesita. Sin embargo, algunas personas conmueven más porque, siendo realmente humildes, dan hasta lo que necesitan para subsistir. Como la señora Rufina Enrique, una vendedora ambulante de marcianos y gelatina quien fue desde Ate hasta la golpeada zona de Cajamarquilla, en Huachipa, para regalar a los niños damnificados los productos que vende en su cajita de tecnopor.

Ella sabía que así daría un momento de alegría a esos pequeñitos que sufren hambre, sed y están expuestos a muchas enfermedades por el polvo y las aguas contaminadas. El enorme gesto de desprendimiento y de amor de la señora Rufina llegó a las redes sociales y conmovió a miles. Nos demostró que no hace falta tener dinero para hacer felices a tantas personas. Pero como esta ejemplar señora, muchos otros peruanos de a pie tratan de ayudar en lo que sea. 

Una señora provinciana llegó con su esposo, hermanas y otros familiares a una de las zonas afectadas de Chosica en su Station Wagon llevando ollas de comida que repartieron a muchos hambrientos que les agradecían de corazón. Todos podemos colaborar. Es más, es una obligación moral hacerlo. Repito, no hace falta tener dinero para ayudar, solo ganas. Situaciones tan duras como la que nos toca vivir son una excelente oportunidad para ser solidarios y para enseñar a nuestros hijos a serlo. 

No basta solo con decirles ‘hay que ayudar a los que necesitan’. Hay que enseñarles con el ejemplo. Que experimenten la inmensa satisfacción de compartir con los que no tienen, con los que sufren. Si nos resulta difícil llevar la ayuda hasta los lugares que han sido golpeados por los huaicos, podemos entregar alguna donación en los centros de acopio de nuestro distrito, parroquia o canal de televisión, para que lo entreguen ellos. Todos a poner el hombro por nuestros hermanos”. Gary tiene razón. Me voy, cuídense.

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