Los valores y la educación vienen de casa.
Los valores y la educación vienen de casa.

El fotógrafo Gary llegó al restaurante por su chanchito al horno con arroz y ajicito. Para calmar la sed, se pidió una jarrita de limonada. “María, viendo las campañas de los candidatos a las alcaldías se nota que son muy pocos los que se ocupan de los valores. Los que desean ser autoridades deben tener claro que para que nuestra sociedad comience a cambiar se deben fomentar valores como el respeto a la familia o la honradez, para que no haya tantos corruptos. La educación parte de casa. De nada sirve que en el colegio los maestros les digan a nuestros hijos que mentir está mal, si cuando llegan al hogar ven a sus padres faltando a la verdad. Hay que enseñar con el ejemplo. Estos son los verdaderos valores:

La honestidad. Es decir siempre la verdad, ser objetivo y hablar con sinceridad. Eso no significa ser hirientes u ofensivos con los demás, pues la honestidad debe ir siempre de la mano de otro valor fundamental como el respeto.

El respeto. Es mostrar estima y aprecio por el valor de alguien o de algo. Esto incluye el respeto por uno mismo, por los derechos y la dignidad de todas las personas y el medio ambiente. Especialmente a mujeres, niños y ancianos.

La responsabilidad. Es cumplir con las obligaciones, tener cuidado a la hora de tomar decisiones o al realizar una acción. Son responsables las personas capaces de comprometerse y actuar de forma correcta.

La gratitud. Es común que muchas personas se quejen de lo que no tienen, sin darse cuenta de que todos debemos ser agradecidos, pues en la vida hay muchos motivos para la alegría y para decir ‘gracias’.

La humildad. Es aceptar que tenemos defectos y entender que siempre podemos sacar una enseñanza de todo lo que ocurre a nuestro alrededor. Es saber reconocer nuestros errores y limitaciones.

La sensibilidad. Es ser sensibles ante otras personas. Así se podrá entender, ser compasivo y ayudar ante el dolor ajeno. Una persona sensible comprende las miradas y los gestos más allá de las palabras y sabe cuando otra necesita apoyo.

La tolerancia. Es aceptar que existen opiniones, estilos de vida y creencias diferentes a los nuestros y que todos merecen el mismo respeto. No se debe descalificar al que es diferente por su origen, forma de hablar, color de piel o aspecto, porque ese es el inicio de injusticias, abusos y sufrimientos.

La generosidad. Es el hábito de dar libremente sin esperar nada a cambio. Puede ser tiempo, bienes o talentos para ayudar a alguien en necesidad. A menudo equiparada con la caridad como virtud.

La perseverancia. Es la tendencia de una persona a ser tenaz en la búsqueda de sus objetivos. Es quien no desfallece en el intento, quien no se rinde y siempre insiste.

La libertad. Es la capacidad de los individuos para controlar sus propias acciones”. Pucha, mi amigo Gary tiene mucha razón. Me voy, cuídense.

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