El fotógrafo Gary me envía un mensaje por ‘wasap’ y se despide con emoticones de besitos y corazoncitos para mostrarme su aprecio.
“María, Japón es uno de los países más exitosos en la lucha contra el coronavirus. La razón principal es que en este país la ‘regla de oro’ es el respeto, la limpieza y el orden. Desde la guardería hasta la universidad se instruye a los japoneses a ser humildes, respetuosos y disciplinados. Por eso, en las calles impera la tranquilidad, todo está en orden y reina el silencio en las estaciones y el transporte público. Levantar la voz y gritar es mala educación.
Los nipones veneran la limpieza casi como práctica espiritual. Desde que son niños, los acostumbran a limpiar sus escuelas y así crecen con esa cultura del aseo. Otra costumbre muy arraigada es el orden, que se demuestra en las colas, que todos respetan con paciencia, y la distancia adecuada. En Tokio ni ninguna otra ciudad hay ‘zampones’ en las colas, ni empujones ni robos. Incluso, hablar por celular o comer una galletita en un bus está mal visto. Además, son extremadamente cuidadosos con no contagiar enfermedades, por eso nunca se suenan la nariz en público y cuando estornudan lo hacen con bastante cuidado. Tienen una elevada conciencia del bienestar colectivo.
La ausencia de una cultura del respeto, el orden y la limpieza en el Perú ha impedido que aprovechemos mejor las medidas de distancia y aislamiento social para ganarle la batalla a la pandemia. Muchos no se ponen la mascarilla, salen por gusto a la calle y no respetan el metro y medio de separación. Por el contrario, gran parte de la población es proclive a la cultura de ‘Pepe, el vivo’ o la ‘viveza criolla’.
Tenemos cerca de 200 años de historia republicana y no hemos avanzado casi nada en este aspecto. Según los sociólogos, esto es causa de las grandes diferencias sociales, económicas y culturales, que se suman a la mala administración pública, lo cual hace que los peruanos sientan que deben hacer lo necesario para sobrevivir, aunque eso implique romper las reglas.
Eso se percibe desde la evasión de impuestos hasta las coimas que reciben los funcionarios públicos corruptos. Tan arraigada está esta cultura que aquí la trampa puede ser considerada como habilidad. Así, el que se ‘zampa’ en la cola, el que vende boletos falsos y el que da ‘gato por libre’, sin que la víctima se dé cuenta, es aplaudido y su acto indecente y desleal, celebrado. Ojalá esta crisis deje lecciones que nos abran los ojos”. Tiene razón mi amigo. En mi restaurante hay respeto, limpieza y puntualidad. Me voy, cuídense.