El Chato Matta llegó al restaurante por un poderoso sudado de chita recién salidita del mar, arrocito blanco, limón y rocotito molido. También se tomó una jarra de chicha morada fresquecita y por fin levantó cabeza.
“María, estoy herido, el gran Pancholón me mandó un mensaje de ‘wasap’. ‘Chatito, ya no trabajes tanto, deja tu carro y ven a mi búnker, que ahora tiene sauna privado. Es caleta. Tiene hierba fresca, con bastante eucalipto, manzanilla, hierbaluisa, romero y su toque de canelita, que le da un rico aroma. Vuela’.
Nos metimos a la cámara de vapor a más de 50 grados para botar el estrés. El gordito estaba emocionado cantando uno de sus temas preferidos de Josimar y su Yambú y se puso a cantar: Yo soy un vagabundo/ Que anda por el mundo/ Derrochando amor/ Yo soy un mujeriego/ Pobre, muy sincero/ con el corazóooon/ Me gusta la farra y las mujeres buenas/ Vivir con amigos, vaciando botellas/ Me gusta la vida, me encanta el amor/ Soy aventurero con el corazón/ Y a mí me gusta la parranda/ A mí me gustan las mujeres/ Escucharme una buena banda/ Y darle gusto a mis placeres/ Y a mí me gusta la parranda/ Y a mí me gustan las mujereeeeessss...
‘Chatito -me dijo el abogado-, este es mi refugio. Vivo estresado, los tramposos sufrimos mucho, la calle está más dura que nunca por la pandemia y aquí me relajo. Después del Perú vs. Argentina estaba volando de cólera y me metí tremendo bombón, me olvidé de todo y la hice como en mis épocas de oro.
Pero los años no pasan en vano, por mi vida han pasado muchas mujeres, nunca he sido malo, siempre canté las cosas claras, pero reconozco que soy inmaduro y me volví ‘podrido’ desde que era un adolescente y una prima me enseñó cositas ricas. Allí me loqueó. Cada vez que veía a una mujer, alucinaba que estaba conmigo en la intimidad’.
‘Pancho -le pregunté-, ¿no te aburres de la vida que llevas?’. ‘Hijo, soy humano y mi corazón también ha sido golpeado, pero creo que me estoy enamorando de nuevo. Hace unos días salí a comprar pan al costado de mi casa y en la cola vi un mujerón que me impresionó. Ella me miró y sonrió. Hicimos clic.
Se llama Camuchita, es venezolana, una chica decente que trabaja como cajera en una cevichería. Como le caí bien, le narré un partido de su selección: Se la lleva Soteldo por el lado izquierdo de la cancha, amaga, lanza el balón y entra Rondón, la toca y gol, gol, gooolllll. Triunfazo venezolano a esos chilenos de m... por mi madrecita.
Te juro que la chamita se emocionó y botó unas lagrimitas recordando su natal Puerto Ordaz. Nos abrazamos y ya la invité a comer un ceviche a Chucuito el día que descansa. Chato, tú sabes que soy callejero de toda la vida, pero con Camuchita me puedo plantar.
Creo que he encontrado a mi alma gemela, ya estoy envejeciendo, estoy al tanto de mis hijos y viejitos, tengo mis monedas, pero necesito una buena mujer para que me acompañe en mis noches de soledad, a veces me canso de despertar en diferentes hoteles con mujeres que solo pasan el momento conmigo...’. El abogado se puso nostálgico”. Asu, ese señor Pancho es tremendo sinvergüenza. No creo en sus palabras, va a terminar viejo, triste y solo. Me voy, cuídense.