El Chato Matta llegó al restaurante por un lomito saltado con arroz graneadito, papas amarillas doraditas, rocotito molido y su jarrita con agua de manzana heladita.
“María, mi hermano Pancholón me citó en su sauna. Chato, vente directo a la cámara seca donde no hay ‘zapatos rotos’... Llegué y encontré al gordito con dos toallas en la cara y cuello. Pensé que le afectaba el rostro tanta temperatura. Pero en un momento se sacó la toalla y al verlo me quedé sorprendido. ¡¡Su cara, cuello y pecho estaban llenos de chupetones!! Pidió dos cervecitas heladas y comenzó su alucinante relato. ‘Chatito, hace una semana me escribió la mujer que dejó la más grande huella en mi corazón infiel y se fue al extranjero para casarse con un millonario porque no le atraqué dejar a mi esposa por ella: ‘la caballito de San Micky’. ‘Panchito, pensé que la distancia, el dinero y un hombre que me trata como una reina en Puerto Rico me iban a hacer olvidarte, pero me equivoqué. Extraño tu olor. Llego la segunda semana de febrero y solo te pido un deseo: pasar el día de San Valentín en nuestro hostal de toda la vida, La Posadita. Si llego y tú no vienes, sabré que nunca signifiqué nada para ti’.
Chato, ¿cómo se escapa un hombre casado el día de los enamorados? Me rompía la cabeza. Pero mi brother, el ‘Frank Sinatra del Lawn Tennis’, me dio la solución. Panchito -me dijo- yo llamo a tu casa y tú haces que tu mujer conteste. Yo le hablo con voz desesperada: ‘Doña, estoy en la comisaría, acabo de chocar y los tombos van a llamar al fiscal, soy reincidente y estoy borracho. Solo Pancho sabe cómo arreglar este asunto, es amigo del comisario’. Mi esposa, quien conoce a ‘Sinatra’, me dijo: ‘Anda Pancho, ‘Frank’ es buena gente, ayúdalo’. Me fui directo a La Posada y mi ‘Caballito’ me esperaba con un hermoso hilo dental oliendo a perfume Chanel number five. ‘Pancho, durante años he soñado con tu espectacular ‘salto del chanchito’. Aunque tengo miedo a la taquicardia, la complací y pasamos unas horas espectaculares. Ella seguía siendo la mujer de fuego que conocí. Fueron varios rounds, pero ella es más joven y estaba intacta porque el portorriqueño es medio raro, creo que le suda la espalda y le hace el amor una vez a las quinientas. Fue tanta la emoción, la lujuria y el trago que me quedé seco. Cuando desperté ella se había ido. Ya era tarde y me fui volando a mi casa. Craso error. Cuando llegué y le iba a dar un beso a mi esposa, ella pegó un grito al cielo y corrió a la cocina. Fui tras ella, pero me zampó un sartenazo en pleno rostro.
¡¡Maldito cochino, sinvergüenza, qué Frank Sinatra ni qué ocho cuartos, mira cómo te han dejado chupeteado el cuello... Ahora sí perdí, me tuve que ir a dormir a la casa de ‘Frank Sinatra’”. Pucha, Pancholón es un cochino y tiene todo lo que se merece. Nunca cambiará. Me voy, cuídense.