Mi amigo, el Chato Matta, llegó al restaurante por uno de sus platos preferidos: estofado de pollo con presa grande, parte de pierna, crema de huancaína con huevito duro, ajicito molido y su jarrita con chicha morada. “María, esta semana fue alucinante para mí”. Por esas cosas de la vida que nunca hago, porque me gusta ver solo los partidos de la selección, decidí encerrarme en La Posada para el Perú-Argentina.
MIRA ACÁ | Seño María: La Rica Cocina Peruana
Salí de mi casa con mi casaca de la selección y me encontré con un viejo amor que se averiguó mi celular por una amiga en común. ‘Chatito, me dijo, vamos a ver el partido juntos, ahí tomamos un roncito en las rocas’. Era la loca Adelita. Dudé al comienzo, pero me invadió la nostalgia y quise recordar viejos tiempos, pese a que terminamos muy mal. Recuerdo que me la presentó Pancholón y tenía pinta de ‘secre’ ejecutiva con sus lentecitos y su traje de sastre. Hermosa. Era flaquita pero bien formadita.
Todo bien puesto. Como siempre, los ‘lobos’ se lanzaban. Había un juez que babeaba por ella y un par de ‘giles’ le habían propuesto matrimonio. Ella no le paraba bola a nadie, pero una noche se acercó y me dijo de frente: ‘Chato, yo no muerdo, parece que me tuvieras bronca’. Pusieron una salsa antigua: ‘Déjame un beso que me dure hasta el lunes, un beso grande, un beso inmenso’. ‘Chatito, ¿por qué no nos vamos de esta fiesta monse y después a otro lado? ¿O me vas a decir que le tienes miedo a tu esposa?’, me dijo. O sea, ella sabía que yo era casado. Esa noche terminamos en el hostal de los infieles. A las 3 de la madrugada me levanté para irme a mi casa.
Pero ahí me demostró que era peligrosa y debía andar con cuidado con ella. Antes de entrar al carro sacó su frasco de perfume y me lo echó toditito. Mi esposa no me sintió felizmente y la ropa la escondí en la maletera.
El lunes me llamó. ‘Perdóname, Chatito. El trago me cruzó’. La perdoné y seguimos una relación clandestina, pero empezaba a acosarme. Aunque lo peor estaba por venir. Comenzó a llamar a mi casa. Tenía loca a mi mujer. Llamaba y colgaba. Una vez lo hizo y yo contesté: ‘Por favor, ven al hotel. Si no vienes, voy a escribir una carta contándole todo a tu esposa’. Fui volando. ‘¿Por qué ya no quieres verme, Chatito...? Si yo te amo’. Eso ya era el colmo. La dejé y se desató lo peor. Me dijo que si no le hacía caso se iba con el juez viejo y mañoso.
Decidí cambiar de estrategia. Hacerle creer que tenía problemas en mi casa. Empezó a presionarme. ‘Tú no amas a tu mujer, por qué no la dejas. Si quieres, yo le digo. No tengo miedo’. Yo le había comentado que mi esposa estudiaba repostería en la noche en un instituto. Una vez la fui a recoger a su salón ¡¡y encontré a Adelita conversando con ella!! Quería ser su amiga. Igual que la loca de Glenn Close con Michael Douglas en ‘Atracción fatal’. Ahora, después de años, nos volvimos a ver en La Posada, se emborrachó, me volvió a amenazar. Yotún falló el penal y perdió la selección”. Pucha, ese Chato Matta perdió a una gran mujer por sinvergüenza. Me voy, cuídense.
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