Mi amigo, el fotógrafo Gary, siempre me manda mensajes por ‘wasap’, hacemos Zoom o me llama por teléfono para contarme las últimas de lo que ocurre en el país.
“María, viendo la terrible emergencia sanitaria que hoy vivimos por el coronavirus, con miles de muertos y muchos otros más agonizando en sus casas o en las cocheras de los hospitales por falta de atención médica, de equipos, de oxígeno y de medicinas, pienso que el Perú muy pocas veces ha estado preparado para afrontar de forma debida los grandes retos. Nos pasó en la guerra con Chile, a la que llegamos sin barcos, sin cañones, sin fusiles ni balas, pese a que ya estábamos bien advertidos del grave peligro, pues barcos de guerra chilenos atacaron a nuestro país en 1837, llegando a desembarcar en el sur, y un año más tarde otra expedición militar sureña desembarcó cerca de Lima.
Ha pasado más de un siglo y no hemos aprendido nada porque seguimos viviendo el ‘día a día’, sin mirar más adelante. Desde hace más de tres décadas nuestro sistema de salud está en crisis, eso todos lo sabemos, pero ningún presidente se atrevió siquiera al intento de hacer una reforma que lograra que los hospitales sean decentes. Es indigna la atención que por años brindan nuestros centros de salud públicos, los del Ministerio de Salud y de EsSalud. A ellos solo acuden los que no pueden pagar una clínica.
Antes de la pandemia, miles de peruanos enfermos y sin dinero, una gran parte ancianos, tenían que soportar la humillación de hacer colas desde la madrugada solo para sacar una cita, muchas veces para varios días después. Llegado el día de la atención, esperar horas para ser atendido en unos minutos por un médico apurado y fastidiado que está obligado a ver a decenas de pacientes en su turno, y al final, la mayoría de las veces, recibir una receta con medicinas solo para el dolor, pues las que realmente sirven no existen en la farmacia del hospital.
Si se necesita una tomografía u otra prueba, lo común es que te den cita para dentro de dos meses o más. Situaciones como esas y otras mucho peores, como enfermos que se mueren en los pasillos de los hospitales por falta de atención, las hemos tolerado durante décadas sin hacer nada. El maldito coronavirus nos ha dado una cachetada a todos, porque nadie está libre del virus asesino, y entonces ahora sí nos importa lo mal que están nuestros hospitales.
Faltan camas de hospitalización, respiradores artificiales, medicinas, mascarillas, trajes de bioseguridad para enfermeras y médicos y desde hace semanas hasta el oxígeno. Es increíble que los hospitales no tengan ni plantas de oxígeno para recargar los tanques. Cuando pase esta emergencia el país debe dedicarse a solucionar de verdad los grandes problemas nacionales, como mejorar el sistema de salud, el transporte, la informalidad, la educación, la seguridad ciudadana, la justicia social. O es que una vez pasado el susto nos olvidaremos de todo lo que estamos padeciendo y seguiremos como antes. Veremos qué clase de país somos”. Gary tiene razón. Me voy, cuídense.