Mis amigos, el fotógrafo Gary y el redactor gigantón ‘Barney’, llegaron al restaurante para llevar su cau cau con arroz graneadito, rocotito molido y su chicha morada al tiempo.
“María -me dijo Barney- llegamos temprano a la redacción y nos encontramos con el mítico redactor de policiales, ‘El Sonámbulo’. Desde que ingresé al periodismo siempre quise conocer a la leyenda de la crónica roja que solo recorre las calles de madrugada. Por fin, cuando comencé a trabajar en este gran periódico, Gary me lo presentó. Esa fría mañana estaba terminando su crónica. ‘Barney -me dijo el maestro-, no es casual que me vista como Humphrey Bogart cuando hizo de detective en el cine. Siempre tenía la palabra precisa. Además de investigar, le gustaba el whisky, el ajedrez y las mujeres’. La verdad es que escuchar al veterano periodista resulta mejor que asistir a una clase universitaria con profesores que no tienen kilometraje callejero. ‘Sonámbulo -preguntó Gary- ¿podrías contarle a ‘Barney’ alguno de los casos emblemáticos que te tocó cubrir? Los principales casos son aquellos donde no hubo justicia. Donde hasta ahora no se sabe quién fue ‘el autor intelectual’, por ejemplo, del cruel asesinato de la empresaria Miriam Fefer, la madrugada del 15 de agosto del 2006.
Solo el sicario colombiano Alejandro Trujillo Ospina aceptó ser autor del crimen, pero hasta ahora se niega a revelar quién le pagó para asesinar a la empresaria, aunque la fiscalía siempre acusó a su hija Eva e incluso, en una primera instancia, en octubre del 2012, fue condenada por ello a 30 años de prisión. Pero en el 2015, la sala Penal Permanente de la Corte Suprema, que presidía Javier Villa Stein, anuló la sentencia y la liberó.
El Poder Judicial la absolvió de toda culpa. La empresaria fue estrangulada después de una fiera lucha. Esos arañazos que rasgaron la piel del sicario permitirían, tres años después, por medio del ADN, identificarlo plenamente. Cuando los policías llegaron a la escena del crimen se preguntaron, al conocer que la habitación más cercana era la de Eva Bracamonte, ¿cómo la joven no pudo escuchar los gritos que, se supone, hizo su madre pidiendo ayuda? Y lo segundo, ¿cómo ‘Payaso’ pudo ingresar por la puerta sin forzar las cerraduras?
Las sospechas recayeron en la chica, porque el sicario la llamó a su celular una vez consumado el crimen. La versión de que ingresó a robar y ‘se le pasó la mano’ no se la creyó nadie. ¿Por el vil dinero merecía morir tan cruelmente la empresaria? De ninguna manera, menos aún que la ‘justicia’ haya archivado el caso sin descubrir quién le pagó al sicario colombiano para matarla.
Para mí el caso no estará cerrado hasta que caiga el autor intelectual”. Pucha, ese señor ‘Sonámbulo’ es un gran periodista. Me voy, cuídense.