El Chato Matta es todo un personaje. Estoy segura de que pudo ser un gran periodista, porque tiene chispa y cuenta buenas historias.
“María, sé que me vas a criticar, pero a ti no puedo mentirte. Hace unos días no pude negarme a la invitación que me hizo el gran Pancholón. Rompí la cuarentena para tomarme unos tragos con mi hermano de toda la vida. Eso sí, fue en su búnker privado, donde solo entran sus amistades más íntimas. Círculo cerrado. Nos bajamos una botellita de Cartavio X0. Estábamos escuchando música, recordando los ‘años maravillosos’ cuando entró una llamada misteriosa a mi celular. ‘Chatito, no sé si te acuerdas de mí. Soy Jocelyn, una de las mujeres de tu amigo Pancholón. Quiero pedirte un gran favor, te voy a dar un encargo para el gordito. Clic’. La verdad, no me acordaba de la chica por su nombre. Es que, francamente, desde que conozco al abogado le habré contado decenas y decenas de conquistas. Pero era Jocelyn, una flaquita que paraba en la ‘Trinchera’. Se había casado chibola con un marino que andaba de viaje por los mares helados de Europa y le mandaba buenos dólares. Pancho la conquistó a puro ‘floro’ y sacaditas de lengua. Ella le llenaba la mesa con jarras de cerveza y hasta pagaba La Posada.
La joven cometió la locura de romper con su esposo, creyendo ilusamente que Pancho la iba a llevar a vivir con él. Cuando comenzó a llegar abollada por su pareja y sin plata, mi amigo sacó la cola e inició su romance con una psicóloga. Jocelyn lo rondaba por los salsódromos y hostales, como una sombra. Una vez, el gordo me confesó: ‘Chato, tengo miedo que esa loca aparezca con una pistola y me mate’. Pero un día desapareció y le contaron que el marino la había perdonado. Lo cierto es que escribió un extenso texto por ‘wasap’: ‘Pancho, te escribe Jocelyn. Seguro ni te acuerdas de mi nombre, pero yo nunca me olvido de ti. Fuiste el hombre que me desgració la vida. Hiciste que abandone a mi esposo, quien me daba todo y me amaba, con tus falsas promesas solo para llevarme a la cama. Eres el típico hombre basura, que se mostraba cariñoso hasta que conseguía llevarme a La Posada. Después, apenas terminabas, me dejabas en el hotel y decías que te ibas a dormir para levantarte temprano para una diligencia, pero en realidad salías con otras mujeres. Cuando rompí con mi marido por ti y me quedé sin un sol, te metiste con la novia de tu mejor amigo. Yo tenía un grupo de amigas, a todas les sacabas la lengua, les ponías tu tarjeta en el sostén y ofrecías ‘servicios de abogado gratis’. Nunca conocí a un hombre tan sucio y perro que no ama a nadie, ni siquiera a sí mismo, porque tú crees que eres feliz destruyendo mujeres. Eres malo, Pancho. Tampoco te vendas como gran amante porque si hablo más te dejaré peor que a Ricolás. Adiós, Pancho. Sé que vas a terminar viejo y solo, y al final vas a arder en el infierno por cochino y sinvergüenza...‘. El gordito se puso blanco”. Pucha, qué feo. La próxima semana les termino de contar. Me voy, cuídense.